Cada año, miles de familias en España se enfrentan al mismo desafío: la adaptación de sus bebés a los horarios de las guarderías tras finalizar el permiso de paternidad o maternidad.
A menudo, se encuentran con una realidad que puede ser frustrante: muchas guarderías no personalizan las rutinas de sueño de cada niño, esperando que todos los bebés se adapten a los mismos horarios, sin importar sus necesidades individuales.
Marina Ametller, experta en sueño infantil y fundadora de Xanababy, ha dedicado años a estudiar los patrones de sueño de cientos bebés a través de un método matemático basado en el modelo de los dos procesos de regulación del sueño: el ritmo biológico y la presión de sueño. Este enfoque le ha permitido descubrir que los horarios comunes en muchas guarderías no se ajustan a las verdaderas necesidades de los niños pequeños.
Los datos son claros: los bebés de entre 0 y 4 meses necesitan de 3 a 4 siestas diarias; entre los 4 y 9 meses, requieren 3 siestas; los bebés de entre 9 y 18 meses, necesitan 2 siestas, y de los 18 meses a los 4 años, con 1 siesta es suficiente. Sin embargo, no solo el número de siestas es crucial, sino también la cantidad de horas que pasan despiertos entre cada una.
Ametller explica que la "presión de sueño", que depende de la actividad neurológica y la acumulación de adenosina, no se acumula de manera lineal, sino como una curva. Esto significa que el tiempo óptimo para que un bebé esté despierto varía según el momento del día y la fase del sueño. Por ejemplo, en el caso de bebés de 9 a 12 meses, la primera ventana de tiempo despierto debe ser de 3 horas, la segunda de 3.5 horas, y antes de dormir, 5 horas. Para los de 12 a 18 meses, las ventanas son de 4, 4.5 y 5 horas, respectivamente.
No obstante, en muchas guarderías, los bebés de estas edades tienen siestas programadas entre las 12 y las 13 horas, lo que provoca ventanas de sueño demasiado largas, entre 5 y 7 horas, lo que puede generar dos problemas principales: que el bebé esté sobre estimulado y no pueda dormir, o que duerma demasiado.
Ambos casos alteran la regulación del sueño y provocan despertares nocturnos frecuentes o largos periodos despiertos durante la noche, afectando no solo al bebé, sino también a los padres, que deben levantarse para atenderle.
Las consecuencias de estos despertares nocturnos no son menores. Los padres pueden sufrir privación de sueño, lo que incrementa el riesgo de accidentes laborales o de tráfico, además de afectar su rendimiento diario. Por ello, Ametller insiste en la necesidad urgente de que las guarderías adapten sus horarios de sueño. Propone incluir momentos de relajación previos a las siestas, en un entorno de baja luz y silencio, para asegurar que los bebés duerman mejor tanto en la guardería como en casa por la noche.
Con esta adaptación de los horarios y entornos, tanto bebés como familias podrían mejorar significativamente su calidad de vida. "Dormir bien es un derecho de todos, y las guarderías deben ser aliadas en este proceso", concluye Ametller.
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