Fue a lo largo de la pandemia cuando empecé a experimentar una caída del pelo bastante importante y me recomendaron acudir a uno de los dermatólogos de mayor prestigio en la isla de Gran Canaria. Tras una exhaustiva revisión, el diagnóstico era bastante claro: alopecia seborreica de miniaturización, es decir, el paso del tiempo y también del estrés me regalaría una notoria calvicie en la parte superior de la cabeza que se prolongaría hasta la coronilla.
Desde entonces, muchos son los complementos y champús que he ido probando (y también los euros que he ido gastando porque, créanme, el cuidado del cabello bien podría considerarse para privilegiados).
Mi caso era uno de los que conforman el 60% de la población que padece alopecia a partir de los 20 años y ayudaba a que España fuera el segundo país de Europa con mayores problemas de calvicie y, aunque en un futuro a corto plazo no entraba en mis planes, por supuesto que tampoco estaba preparado para verme completamente sin pelo o con clareas.
Antes de pasar por un proceso psicológico que me llevaría aceptar la realidad, di con una empresa que organizaba los famosos viajes a Turquía desde Gran Canaria para llevar a cabo los distintos tipos de injertos capilares que existen en la actualidad y en el proceso conocí a Rayco Marrero. Este vivió un cambio radical cuando decidió hace cuatro años vivir su propia experiencia vital: de ser un reconocido árbitro de la Federación Española de Fútbol y un excelente trabajador social, pasó a liderar el proyecto porque, según sus palabras, “se trabaja bajo las emociones”.
Motivado por su mujer, Macu, decidió emprender en la isla de Gran Canaria, a pesar de lo mucho que inquieta la incertidumbre: “Ahora me dedico a la gestión del trasplante capilar. Organizo conexiones con la sede turca y me encargo de tramitar hoteles, transportes y la propia intervención”.
Eso mismo fue lo que viví hace unos días cuando, maleta en mano, llegué a la T1 del Aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid Barajas y me encontré con una veintena de personas dispuestas a dar un nuevo rumbo a su estética. Entre ellas, un futbolista canario, un director de hotel, un profesor, un profesional de la aviación… Todos en busca de nuevos folículos que mimaran su autoestima.
También lo buscaban Yanira y Malu, dos mujeres que no dudaron ni un solo segundo en visibilizar su situación, poner fin a esos complejos que tantos años las estaban atormentando y vivir con ilusión un nuevo proceso: después de esos días en Turquía ya no tendrían que ocultar las clareas con altos moños. Y es que ambas tomaron la iniciativa de raparse por completo para facilitar el proceso a los profesionales como su recuperación.
Pasamos la primera noche juntos, cenando en un restaurante gourmet de uno de los centros comerciales más lujosos del centro de Turquía y alargamos las horas para que la intervención, de por sí duradera, no se nos eternizase. Un truco que, sin duda, agradecimos la mañana siguiente después de pasar por la analítica de rigor y una preanestesia indolora.
Ya en el quirófano todo fue visto y no visto: dos profesionales sanitarios y una traductora acompañando en todo momento que se interesaban por nuestro estado una y otra vez que obtuvieron folículos de la zona donante y lo injertaron donde cada uno de los interesados lo necesitaba. Así estuve seis horas en las que el único dolor que experimenté fue el del pinchazo de la anestesia que, tal y como dice la leyenda urbana, sí que es bastante molesta.
Luego un batiburrillo de información para los cuidados pertinentes: antibióticos, pastillas para el dolor, manera en la que sanear la cabeza durante los primeros días… En definitiva, instrucciones a seguir para evitar infecciones a la vuelta a España.
Esa misma tarde, los que fuimos intervenidos en el primer turno ( 6 de la mañana) aprovechamos para conocer algunos rincones de Turquía como la Mezquita Azul, la Torre Gálata o dar un paseo en barco por el Bósforo. Todo, por supuesto, ante la atenta mirada de los viandantes que fijaban sus ojos en nuestras frentes y nucas al vernos con la cabeza ‘agujereada’ y con vendajes. Eso sí, algo muy común en Turquía para secreto de nadie.
El tercer día estuvo dedicado a las primeras revisiones, recordatorios de los cuidados y más turismo: nos dejamos perder por el Mercado de las Especias y el Gran Bazar, donde perdimos la noción del tiempo.
Antes de emprender la aventura y adelantarme al complejo que despertaría ver en mí una cabeza con apenas pelo, también contaba con los prejuicios característicos que tiene la sociedad sobre el injerto capilar en Turquía y muchas cuestiones rondaban por mi cabeza, pero una vez vivida no puedo estar más agradecido por la oportunidad y el trato, que fue exquisito.
Esto me lleva a reflexionar sobre ese racismo interiorizado que nos despierta pensar en este tipo de tratamientos cuando se realizan fuera de nuestras fronteras… Queda mucho aún por hacer.
No es mi labor conocer si en España se hacen mejores cirugías ni con esta decisión infravaloro a los sanitarios de nuestro país, simplemente tomé la decisión de trasplantarme pelo con profesionales turcos a través de Estenuvo Travel Group y mi experiencia no ha podido ser más redonda y enriquecedora.
Para llegar hasta Estambul, todos tuvimos que dar respuestas a decenas de preguntas que nos rondaban la cabeza y me gustaría añadir a este artículo desde la visión de paciente por si ayudaran a algún indeciso a dar el paso:
¿Qué es un folículo? Un solo cabello de un grupo o unidad folicular. Una unidad folicular es un grupo que puede tener varios cabellos, generalmente entre 1 y 4 folículos.
¿Qué es la zona donante y la zona trasplantada? La primera es la zona de la que se extrae el pelo (habitualmente se localiza en la parte occipital y temporal del cuero cabelludo) y la segunda es aquella en la que se injerta el pelo necesario.
¿Duele un injerto capilar? No.
¿Duele la anestesia? Sí. Sobre todo, los primeros pinchazos de anestesia (local).
¿Qué diferencias hay entre un injerto capilar en Turquía y uno en España? En Estambul llevan años de experiencia, por lo que realizan injertos con mayor número de folículos y en España no. Además, aunque con el paso de los años la diferencia es menor, la diferencia de precio es bastante notoria.
¿Cuánto cuesta un injerto capilar? En torno a los 2.000 euros, aunque depende del caso de cada persona.
¿Duele el postoperatorio? Nada. Tan solo se nota mucho picor debido a la cicatrización.
¿Se cae el pelo trasplantado? Al primer mes se sufre un shock loss, es decir, se cae parte o la totalidad del cabello como respuesta al injerto capilar.
¿Cuándo se disfruta del resultado definitivo? El pelo puede seguir creciendo y no se notará un resultado real hasta los 14 meses posteriores al trasplante.