Los especialistas sabían que los traumas vividos en la infancia modifican el comportamiento y el cerebro, pero un estudio reciente ha confirmado con más precisión hasta qué punto esas vivencias influyen en el futuro. El mayor estudio cerebral del mundo sobre los traumas infantiles, realizado por la Universidad de Essex (Reino Unido), ha revelado cómo estos afectan al desarrollo y reconfiguran circuitos esenciales del cerebro, concluyendo que los menores de 18 años que han sufrido abusos probablemente tendrán problemas con las emociones, la empatía y la comprensión de su cuerpo.
Además, también pueden surgir dificultades escolares relacionadas con la memoria, las tareas mentales difíciles y la toma de decisiones. Concretamente, el estudio, dirigido por la doctora Megan Klabunde, del Departamento de Psicología, ha descubierto una alteración de las redes neuronales que intervienen en la autoconcentración y la resolución de problemas.
La investigación utilizó inteligencia artificial (IA) para reexaminar cientos de escáneres cerebrales e identificar patrones. Se espera que la investigación ayude a perfeccionar nuevos tratamientos para niños que han sufrido malos tratos.
Este hallazgo podría significar que los terapeutas se centraran en técnicas que reconectaran estos centros y reconstruyeran su sentido del yo. "En la actualidad, los tratamientos científicos de los traumas infantiles se centran sobre todo en abordar los pensamientos temerosos y la evitación de los desencadenantes del trauma", ha expresado Klabunde.
"Se trata de una parte muy importante del tratamiento del trauma. Sin embargo, nuestro estudio ha revelado que solo estamos tratando una parte del problema", ha explicado. "Incluso cuando un niño que ha sufrido un trauma no está pensando en sus experiencias traumáticas, su cerebro está luchando para procesar sus sensaciones dentro de su cuerpo", ha añadido.
Esto influye en cómo uno piensa y siente sobre su 'mundo interno' y en su capacidad para empatizar y entablar relaciones. Klabunde revisó 14 estudios en los que participaron más de 580 niños para la investigación, publicada en 'Biological Psychiatry Cognitive Neuroscience and Neuroimaging'.
El trabajo reexaminó los escáneres de resonancia magnética funcional (IRMf). Este procedimiento pone de relieve el flujo sanguíneo en distintos centros, mostrando la actividad neurológica. El estudio descubrió una marcada diferencia en el modo por defecto (DMN) y las redes ejecutivas centrales (CEN) de los niños traumatizados, dos sistemas cerebrales a gran escala.
La DMN y la ínsula posterior intervienen en el modo en que las personas perciben su cuerpo, el sentido de sí mismas y sus reflexiones internas. Según nuevos estudios, la DMN desempeña un papel importante en la mayoría de los problemas de salud mental y puede verse influida por los traumas sufridos en la infancia.
El CEN también es más activo que en los niños sanos, lo que significa que los niños con antecedentes traumáticos tienden a rumiar y revivir experiencias terribles cuando se desencadenan. La doctora Klabunde espera que este estudio sirva de trampolín para saber más sobre cómo afectan los traumas a las mentes en desarrollo.
"Nuestros hallazgos cerebrales indican que a los tratamientos de los traumas infantiles parece faltarles una pieza importante del rompecabezas", ha apuntado.
"Además de prevenir la evitación de situaciones de miedo y abordar los propios pensamientos, las terapias de traumas en niños también deberían abordar el impacto del trauma en el propio cuerpo, el sentido de uno mismo, el procesamiento emocional/empático y las relaciones", ha asegurado.
Para la doctora, es importante hacerlo así, ya que los síntomas no tratados contribuirán probablemente a otros problemas de salud y salud mental a lo largo de la vida.
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