La fatiga de decisión se produce cuando la mente se cansa después de un periodo prolongado de tomar decisiones. Ello hace que la persona se sienta abrumada, ansiosa, estresada e incluso incapaz de decantarse a la hora de decidir algo, independientemente de que sea algo importante o insignificante.
El término fue acuñado por el psicólogo social Roy F. Baumeister, quien llamó la atención sobre el desgaste mental que padece una persona al recibir a diario un cúmulo de información que necesita para tomar decisiones. A menudo, asimilaba este sentimiento al de un vaso de agua que inicialmente estaba lleno y con cada decisión iba perdiendo parte de su líquido.
Algunos estudios han calculado que una persona toma unas 35.000 decisiones al día, desde qué comer o cómo vestirse, hasta aspectos más complejos con consecuencias de largo plazo. Este proceso consume energía mental.
Si bien no es una patología clínica, la fatiga de decisión es un fenómeno que se repite a diario en cientos de miles de personas y debemos tenerlo en cuenta, por ejemplo, cuando planificamos cualquier trabajo.
El consultor y conferenciante Diego Antoñanzas de Toledo, en su blog, detalla cuatro pasos para sobrellevar de la mejor manera posible la fatiga de decisión. Para comenzar, insta a que aprendamos a delegar más porque muchas veces cargamos con demasiadas responsabilidades al querer tener un control exhaustivo de todo lo que nos rodea.
Además, defiende que elijamos las decisiones que podemos "perpetuar" temporalmente. Elegir momentos distendidos y menos agotadores para decidir alguna de nuestras acciones del futuro puede descargar nuestro cerebro.
También recomienda escoger el momento idóneo de la jornada para tomar las decisiones más trascendentes y fijar unos hábitos. Si somos disciplinados a la hora de decidir, provocaremos que nuestro cerebro descanse más. Establecer unas rutinas diarias, puntualiza, ayuda a sacar más tiempo.
La acumulación en la corteza prefrontal de sustancias tóxicas cuando el cerebro se ve sometido a un trabajo intenso es responsable del agotamiento físico que produce realizar un duro trabajo mental. Así lo determinaron las investigaciones de un grupo de científicos de la Universidad Pitié-Salpêtrière en París.
Mientras "teorías influyentes" sostienen que "la fatiga es una especie de ilusión inventada por el cerebro para que dejemos de hacer lo que estemos haciendo y pasemos a una actividad más gratificante", ahora se cree que es también "una señal que nos hace dejar de trabajar" para "preservar la integridad del funcionamiento del cerebro", apuntó el investigador Mathias Pessiglione.
Esta es la explicación científica de por qué no sólo el duro trabajo físico agota, sino que sentarse a pensar mucho durante horas también hace que uno se sienta exhausto.
Pessiglione y sus compañeros del estudio, dirigido por Antonius Wiehler, querían comprender qué es realmente la fatiga mental, ante las sospechas de que el motivo tenía que ver con la necesidad de reciclar sustancias potencialmente tóxicas que surgen de la actividad neuronal.
Para sus investigaciones emplearon espectroscopía de resonancia magnética (MRS) para monitorear la química cerebral en el transcurso de un día laboral y observaron dos grupos de personas: los que necesitaban pensar mucho y los que tenían tareas cognitivas relativamente más fáciles.
Vieron signos de fatiga, incluida una menor dilatación de las pupilas, únicamente en el grupo que realizaba un trabajo mental duro. Además, observaron que, tras el duro trabajo mental, optaban por cambiar hacia acciones que proponían recompensas en poco tiempo y con poco esfuerzo.
Y tenían además niveles más altos de glutamato (uno de los neurotransmisores más importantes del sistema nervioso) en las sinapsis de la corteza prefrontal del cerebro. Esto hace que la activación adicional de la corteza prefrontal sea más costosa, de modo que el control cognitivo es más difícil después de un día de trabajo mentalmente duro.
Así, el control sobre las decisiones se altera y se es más propenso a realizar acciones de bajo costo que no requieren esfuerzo. Según concluyó Pessiglione, no hay una manera de evitar esto: la única receta es descansar y dormir.
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