La rosácea es una enfermedad de la piel que no tiene cura. Las mujeres de piel clara en edades comprendidas entre los 30 y los 50 años suelen ser las más afectadas. Esta patología se caracteriza por un enrojecimiento persistente en áreas como la nariz, mejillas, frente y barbilla (fundamentalmente en la cara).
Además del enrojecimiento facial, la rosácea puede provocar inflamación, lesiones cutáneas similares al acné o 'granitos' (pápulas, nódulos, o pústulas), así como pequeños vasos sanguíneos visibles (telangiectasias), un exceso de grasa, o incluso un aumento del tamaño de las glándulas que lo producen; así como sensibilidad cutánea, tal y como señala a Infosalus la doctora Luisa Martos, dermatóloga en el Hospital Universitario La Princesa de Madrid.
Esta afección puede variar en gravedad, desde enrojecimiento leve de la piel hasta casos más severos, reconoce esta especialista, y con cambios en la textura de la piel y en el desarrollo de lesiones cutáneas más evidentes, inflamatorias, y dolorosas.
"Aunque se desconoce la causa exacta que lo produce sabemos que hay varios factores implicados en su aparición: los vasos sanguíneos son más reactivos y están permanentemente más dilatados de lo normal; exceso de grasa y un aumento del tamaño de las glándulas que lo producen; presencia de mayor cantidad de demodex, un ácaro de la piel", agrega este experto.
Si se tiene rosácea mantiene que lo que se notará es la piel más roja, como con chapetas en la zona de las mejillas y la nariz, y podrán llegar a aparecer granitos rojos o con pus. "En la zona de las mejillas y de la nariz podrán verse pequeños vasos dilatados, o 'telangiectasias'", apostilla.
A juicio de esta doctora es importante tener en cuenta que la rosácea puede afectar a cada persona de manera diferente, y los síntomas pueden variar en su intensidad y presentación. Por eso, según insiste, es recomendable buscar la orientación de un dermatólogo para un diagnóstico preciso y un plan de tratamiento adecuado.
La rosácea no tiene una cura definitiva, a causa de la complejidad de su etiología y en su naturaleza crónica. Con ello, la doctora Martos explica algunos de los motivos por los cuales la rosácea no tiene una cura definitiva son:
1. Naturaleza crónica: La rosácea es una enfermedad crónica de la piel, lo que significa que no desaparece por completo y puede persistir durante largos periodos.
2. Mecanismos multifactoriales: La etiología exacta de la rosácea aún no está completamente entendida; la interacción de múltiples factores, como la inflamación, la disfunción vascular, los factores inmunológicos y posibles factores microbianos, hacen que sea difícil encontrar una solución única o definitiva.
3. Diferencias individuales: La respuesta al tratamiento y los desencadenantes varían ampliamente entre los individuos, de forma que lo que funciona bien para una persona puede no ser tan efectivo para otra.
4. Factores desencadenantes variables: Los factores desencadenantes que empeoran los síntomas pueden cambiar con el tiempo, lo que dificulta el control total de la enfermedad.
5. Limitaciones en la comprensión: Aunque se ha avanzado en la comprensión de la rosácea, aún hay aspectos desconocidos sobre su patogénesis y no se ha identificado una causa única.
La doctora Luisa Martos ha explicado que, a pesar de que no existe una cura definitiva para la rosácea en la actualidad sí hay un tratamiento adecuado, y con la gestión de los factores desencadenantes, los síntomas de la rosácea pueden controlarse y reducirse de forma significativa; lo que en definitiva puede llevar a períodos prolongados de remisión de los brotes.
"Es esencial entender que la rosácea es una afección crónica de la piel, lo que significa que puede persistir a lo largo del tiempo y tener períodos de mejoría y de empeoramiento. Aunque no se puede eliminar por completo, el tratamiento médico y los cuidados adecuados pueden ayudar a mantener los síntomas bajo control y a mejorar la calidad de vida del paciente", celebra la experta del Hospital Universitario La Princesa de Madrid.
El enfoque del tratamiento, según prosigue, suele estar dirigido a reducir el enrojecimiento, la inflamación y las lesiones cutáneas, así como a controlar los desencadenantes conocidos para prevenir la exacerbación de los síntomas. "El manejo a largo plazo y el seguimiento médico son fundamentales para controlar y manejar eficazmente la rosácea a lo largo del tiempo", incide esta dermatóloga.
Según esta especialistas es importante el mantener una comunicación abierta con un dermatólogo, seguir el plan de tratamiento recomendado, y tomar medidas preventivas para minimizar los factores desencadenantes que puedan empeorar la condición. "Con el tratamiento adecuado y el autocuidado constante, muchas personas con rosácea pueden experimentar mejoras significativas en sus síntomas y en su calidad de vida", asegura.
"Se están llevando a cabo investigaciones continuas para comprender mejor la enfermedad y desarrollar enfoques de tratamiento más efectivos y específicos. Habitualmente, éste se adapta a las necesidades individuales de cada paciente, y puede variar dependiendo de la gravedad de los síntomas y de los factores desencadenantes específicos", aclara la especialista.
Algunos de los tratamientos habituales utilizados para controlar los síntomas de la rosácea son los medicamentos tópicos (geles, cremas o lociones, que contienen ingredientes como metronidazol, ácido azelaico o ivermectina, pueden ayudar a reducir la inflamación y el enrojecimiento de la piel); antibióticos orales en casos moderados a severos, con propiedades antiinflamatorias además de combatir las bacterias; terapia láser o de luz pulsada intensa (IPL) para reducir el enrojecimiento, las lesiones vasculares visibles y el engrosamiento de la piel asociado con la rosácea.
La especialista defiende la necesidad de utilizar productos suaves y no irritantes para la piel, evitando cosméticos o limpiadores abrasivos que puedan empeorar los síntomas; medicamentos sistémicos en casos graves, como isotretinoína, que pueden reducir la inflamación y el desarrollo de lesiones cutáneas; aparte, por supuesto, de evitar factores desencadenantes personales que empeoran los síntomas, como la exposición al sol, el estrés, ciertos alimentos o bebidas.