No le gusta definirse como psicólogo experto en filmoterapia porque, si se compara con los autores que utilizan esta técnica de manera sistemática y estructurada, que publican investigaciones y que defienden su uso a capa y espada, no lo es. Carlos Pitillas se considera más bien un observador de toda esta corriente que utiliza películas como soporte psicológico: “Yo soy terapeuta, soy profesor de universidad, doy clases de psicoterapia y, en ocasiones, utilizo las películas, pero no es algo que emplee sistemáticamente”, apunta. “Mi campo no es estrictamente el de la terapia con películas, aunque, como soy terapeuta, el material audiovisual que consumen los pacientes a veces aparece en las conversaciones terapéuticas”, añade el profesor de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas.
El indomable Will Hunting (Gus Van Sant, 1997) es una de las películas que más me impactó en mi juventud. Tengo grabada a fuego la conversación entre Will (Matt Damon) y Sean (Robin Williams) en el parque de los cisnes; no me canso de verla. A mis 20 años, gracias a esa película, a esa conversación en concreto, me di cuenta de que, en lugar de vivir la vida, llevaba 20 años ‘pensando’ la vida. Fue transformador, sanador, terapéutico para mí. Tiene sentido que, mientras preparaba la entrevista a Carlos Pitillas, esta película viniera todo el tiempo a mi memoria. Llámenlo coincidencia, telepatía o lo que quieran, pero El indomable Will Hunting fue el primer título que Carlos Pitillas puso como ejemplo en nuestra conversación. Pitillas usó esta película para ilustrar cómo una de las funciones del arte es precisamente la de representar -de manera exagerada a veces- algo que una persona puede tener dentro o puede estar viviendo en una versión más de andar por casa: “En esa magnificación de las representaciones artísticas nosotros podemos ver representadas nuestra experiencia de una forma muy fuerte y que nos habla directamente”, señala.
Como yo, el joven que Carlos Pitillas trató hace años estaba enganchado a El indomable Will Hunting. A diferencia del protagonista de la película “este chico, ni era superdotado, ni había sido abandonado por su familia, ni era una persona violenta, ni había recibido malos tratos como el protagonista… pero algo de esta historia hablaba de él. Él tenía una sensación de ser diferente de los demás, de no terminar de encajar en ningún sitio, una cierta experiencia de que sus padres, aunque no le habían tratado mal, tampoco pudieron cuidarle del todo bien porque estaban absorbidos por sus propios problemas y había mucho enfado en este paciente”, explica.
Aunque su especialidad es el desarrollo infantil, el trauma y la psicología de familia, y no es un experto en terapia con películas, Pitillas sí es un gran estudioso de la filmoterapia y autor de varios libros sobre trauma (El daño que se hereda, Desclée De Brouwer, 2021) y sobre cine de terror y trauma (Soy lo que me persigue, Dilatando mentes editorial, 2021). Es por ello que tiene una gran facilidad para convertir el material audiovisual que consumen sus pacientes en material para trabajar en sesión. Psicología y cine son las coordenadas desde las que habla Carlos Pitillas.
Pregunta: ¿Cómo puede ayudar una película a una persona desde una perspectiva psicológica?
Respuesta: habría dos niveles en los cuales el cine puede ser útil psicológicamente. Uno sería un nivel que podríamos llamar preterapéutico; algunas películas, series, novelas también, a las personas nos impactan especialmente, nos enganchan especialmente porque tienen que ver con conflictos emocionales propios o con aspectos de nuestra propia historia, o con nuestras preocupaciones más nucleares. Este efecto lo han vivido muchísimas personas: salir de un cine y decir, “esta película me ha emocionado especialmente” o “esta película siento que habla de mí”. Como ves, de momento no estamos en el territorio de la terapia, estoy en el territorio de consumir cultura y que la cultura tenga como una resonancia personal, como una significación personal y yo creo que ahí ya hay un beneficio psicológico que es algo parecido a la catarsis, es como encontrarte con una representación de lo que tú sientes, de lo que a ti te pasa, de cosas que pueden ser difíciles de pensar o de decir, pero que el arte puede decir muy bien con sus recursos, con sus metáforas. Entonces, uno se encuentra con esa proyección ahí fuera de algo que uno tiene dentro y que a lo mejor no ha tenido oportunidad de pensar o de compartir o de ordenar… y eso, ya de por sí, puede ser una experiencia psicológicamente positiva.
P: Para ilustrar esto mejor, ¿se te ocurre algún ejemplo de alguna película que haya tenido este efecto de resonancia en alguien?
R: Por ejemplo, por llevármelo a un nivel más colectivo, As bestas es una película reciente que ha tenido muchísimo éxito en España y que ha gustado a mucha gente de muchas edades, de muchas facciones políticas, de muchas inclinaciones diferentes y probablemente el 90 por ciento de la gente a la que le encanta esta película no es ni gallega, ni agricultura, ni ganadera, ni vive en la España vaciada, que es lo que pasa en esta historia…pero ¿por qué nos ha gustado tanto? Probablemente porque habla de una manera exagerada, en un nivel muy externo, de algo que colectivamente nos pasa en España y que vivimos cotidianamente, que es esta especie de división y de tensión política constante en la que estamos metidos los españoles, y probablemente en otros países también ocurre. Vivimos con esta sensación de que hay un conflicto fuerte, una división, una incapacidad para entender al otro y para hacerme entender yo por el otro y esto es cotidiano, esto nos pasa, lo vivimos con nuestros vecinos, también en el nivel de la política. As bestas representa eso en un contexto que está separado del nuestro y que es muy exagerado y tiene un nivel de violencia que es más de la que nosotros vivimos cotidianamente, pero nos gusta mucho porque esa magnificación habla de un conflicto que es nuestro, aunque ese conflicto es más colectivo que individual. Por eso, en un primer nivel, las películas ayudan simplemente representando de manera exagerada algo que tiene que ver con nuestros conflictos y eso tiene un efecto de catarsis y de reconocimiento. Y eso ya ayuda.
P: Y si nos vamos a un nivel ya más terapéutico, ¿cómo puede ayudar una película en ese sentido?
R: Si nos lo llevamos al campo de la terapia lo podemos usar más sistemáticamente, por ejemplo, haciendo como ejercicios -aunque esta no es una palabra que me guste mucho- entre terapeuta y paciente de manera sistemática, conversar sobre en qué sentido este personaje tiene que ver conmigo; cómo las acciones de este personaje le llevan a unos resultados y cómo eso tiene que ver con mi vida y con las cosas que hago yo en mi vida que me pueden acabar sentando mal o llevándome a malos sitios; de qué otras maneras podría haber terminado esta película que tiene que ver conmigo; o de qué otras maneras podría haber actuado este personaje que me representa a mí; o qué inspiración puedo sacar de estos personajes para mejorar mi vida. Hay películas que representan conflictos que acaban bien y eso genera esperanza en algunos pacientes, que pueden beneficiarse de eso en terapia, pensando con el terapeuta en términos de cómo puedo hacer mi vida un poco más parecida a la de este personaje o a estas situaciones que acaban bien. La terapia puede usar sistemáticamente las películas, sí. Ese sería como el siguiente nivel, como una forma más ordenada y más disciplinada.
P: Entiendo: es como si la película ayudara al paciente a verbalizar algo que le es difícil de expresar, a lo mejor simplemente porque en la mente está todo desordenado. Cuando uno verbaliza parece como que a la vez va comprendiendo y eso tiene un efecto positivo, ¿correcto?
R: Hay toda una corriente, más bien un paradigma que agrupa muchas corrientes a su vez, que es el de la psicología narrativa, que básicamente lo que dice es que somos animales narrativos y tenemos cerebros que procesan la experiencia siempre desde una estructura narrativa, como una historia. A ti te pasan cosas en tu vida, en tu día, cosas grandes, cosas pequeñas en tu biografía y la manera de procesarla casi siempre es con una estructura de planteamiento, nudo y desenlace; una historia que te permite entender qué ha pasado, qué efectos ha tenido sobre ti, cómo has llegado hasta ahí. Somos narrativos, en definitiva. Nuestros cerebros son como ordenadores narrativos. Claro, hay veces que, cuando uno está en ese modo emocional desordenado, tipo centrifugadora, lo que mejor le puede venir es ordenar ese desorden en una estructura narrativa: Cómo me estoy sintiendo, qué me ha provocado esto, cómo he llegado hasta aquí, cómo me ha influido el pasado en la persona que soy ahora, hacia qué futuro puedo dirigirme, qué futuro me gustaría tener, qué futuro temo tener…todas estas son versiones de una historia con las que uno procesa lo que le pasa. Entonces, claro, lo que nos da el cine son historias, son estructuras narrativas que, a veces, nos pueden servir como para acelerar este proceso porque crear una historia de la nada es más difícil que crear una historia basándote en un modelo.
P: Una vez más, te voy a pedir un ejemplo…
R: Recuerdo hace ya unos cuantos años, cuando yo empecé mi carrera profesional, que trabajé con niños con cáncer. Uno de los pacientes a los que yo atendí, un chaval de 10 años con leucemia estaba muy obsesionado, muy interesado y veía muchas veces En busca de la felicidad. Era una metáfora, una estructura narrativa externa que le facilitaba la película para pensarse a sí mismo como un luchador y para, en ese momento en que él estaba expuesto a muchas adversidades y mucho dolor, miedo, una enfermedad que le asustaba mucho a él y a sus padres, pensarse en sí mismo como alguien que puede enfrentarse a los problemas y seguir sacando fuerzas incluso en la peor de las situaciones. Entonces, hay una historia que te da la película, que puedes usar como modelo para contar tu propia historia y generar una narrativa que te ayude. Estoy de acuerdo contigo en que muchas veces las películas ayudan a pasar de la centrifugadora, del caos, de las emociones crudas, a emociones ordenadas narrativamente y eso nos ayuda a tomar decisiones para nuestra vida, nos alivia, nos consuela, nos ayuda para poder comunicar lo que nos pasa. Pero es que ese es el gran poder del arte en realidad, creo yo. Creo que los seres humanos hacemos arte porque lo necesitamos por esto, porque es lo que nos ayuda a volver concretas algunas situaciones que son muy abstractas y algunos conflictos que son muy difíciles de expresar directamente.
P: Un psicólogo que usa películas de manera sistemática en terapia, ¿qué criterio utiliza para elegir la película más adecuada para un paciente?, me refiero a si existe una metodología ya establecida, porque imagino que no vale cualquier película para cualquier persona…
R: El criterio que se utiliza más frecuentemente en la literatura sobre terapia fílmica o filmtherapy es casi siempre un criterio realista en el sentido de que intentan seleccionar películas donde se represente un problema que se parezca mucho al problema del paciente, por ejemplo: un paciente tiene problemas de pareja importantes, o viene una pareja a terapia con problemas, conflictos conyugales importantes y, a lo mejor, se les pide que ven una película tipo Kramer contra Kramer, o Historia de un matrimonio, películas que hacen como una radiografía realista, una representación bastante parecida a lo que les está pasando a ellos. O, por ejemplo, alguien que tiene problemas de adicciones y se le puede recomendar ver películas como Trainspotting o Leaving Las Vegas: películas que representan a personajes que son adictos y que intentan superar sus problemas, o que no los superan. Ese es el criterio habitual. A mí, ese es un criterio que me parece obviamente valioso y válido, pero en ocasiones me parece un poco limitado.
P: ¿Qué otros criterios tendrías tú en cuenta?
R: Hay un criterio un poco más amplio, que es el de la metáfora. Creo que hay películas que no representan de manera realista un problema, una patología, por ejemplo, pero que metafóricamente sí que hablan de problemas, de los conflictos de las personas. Te cuento el ejemplo de otra paciente para ilustrar esto: una niña que yo trataba de 6 años y cuyos padres estaban viviendo una serie de problemas muy muy grandes que les impedía cuidar de esta niña. La tenían cuidada en lo básico. Esta niña tenía su comida, la llevaban al cole, estaba segura, pero eran unos padres que no podían mirarla, ni darle afecto, ni podían calmarla en muchas ocasiones en las que ella se sentía mal. Había como una falta de cuidado emocional. A esta niña le interesaba mucho una película y me lo contaba espontáneamente, una película que es Matilda, una película muy metafórica y con un componente fantástico sobre una niña que es huérfana…a lo mejor es una película que no nos valdría desde el criterio realista, pero desde el criterio de la metáfora si nos vale porque es una historia un poco fantasiosa, con elementos que no son realistas pero que, como metáfora es muy potente. Y entonces, utilizar esta película nos sirvió a esta paciente y a mí para hablar de cómo podía sentirse Matilda cuando estaba sola y nadie la oía, de qué cosas podía intentar hacer para crear relaciones en otros sitios que le hicieran sentir segura, con amigos…de qué escenas eran sus favoritas y por qué eran sus favoritas y cómo eso, en el fondo, hablaba de lo que ella tenía dentro, de lo que le dolía, de lo que le preocupaba…es un tipo de conversación donde la película nos sirve como metáfora aunque no representa de manera realista exactamente los síntomas o los problemas o la patología de la persona. Este es el criterio que a mí me resulta más útil. Oficialmente el que más se usa de manera pragmática es el criterio realista, pero yo creo que las películas que no representan de manera realista algo, pero que utilizan metáforas que se parecen mucho a los conflictos de los pacientes, también sirven y eso te abre el campo, por ejemplo, a películas de terror, de ciencia ficción, de fantasía, de Disney, para hablar con los niños. Claro, no son realistas, pero metafóricamente sí que hablan de cosas que les pasan a estas personas.
P: ¿Hasta qué punto la metáfora no puede convertirse en caricatura y hacer más daño que ayudar al paciente…¿te has encontrado con este problema alguna vez?
R: Pues mira, en la literatura científica sí que me he encontrado con este tipo de criterio. La idea de que si la película gira hacia lo fantástico, hacia esa caricatura, puede no ser útil terapéuticamente. Yo no termino de estar muy de acuerdo. Yo creo que las personas en general, a no ser que tengamos un problema de esquizofrenia o algo fuerte de distorsión de la realidad, creo que podemos mirar la fantasía sabiendo en todo momento que es fantasía. Me meto en una película de terror, disfruto mucho, paso miedo, tengo la impresión de que habla de cosas importante, pero en ningún momento pienso que eso sea verdad…y por eso funciona el cine y las novelas, y por eso a los niños les contamos cuentos, pero los niños saben todo el tiempo que no es verdad, que a Hansel y Gretel no se los va a comer ninguna bruja, pero a la vez, la bruja es una buena representación de cómo a veces las madres dan miedo cuando se enfadan mucho. Nuestra mente es capaz de hacer esa división entre la fantasía que yo estoy disfrutando y la realidad en la que vivo. No me parece que haya mucho peligro en utilizar películas que tengan un componente fantástico, salvo para pacientes que tienen una discriminación de la realidad muy pobre, que distorsionan mucho la realidad, como pacientes que están en el ámbito de la psicosis. Aparte de eso, creo que los seres humanos estamos muy preparados para discriminar lo que es fantástico de lo que es real.
P: A veces, lo fantástico y lo metafórico es la única forma que tenemos para explicar o representar lo que nos pasa…
R: Si, por ejemplo, hay una serie de películas de terror que últimamente se las llama de terror elevado, que no son películas de miedo, de puro susto, sino que son de miedo más profundas, que tienen un componente psicológico muy fuerte, que utilizan metáforas, como por ejemplo el fantasma, para hablar de cosas del pasado que no se han procesado, que no se han pensado, no se han comunicado y entonces siguen molestando. El trauma tiene mucho que ver con algo que me pasó, no se lo pude contar a nadie, no pude hacer nada con ello y me persigue en pesadillas, en flashbacks. El fantasma es una metáfora perfecta de esto porque es algo del pasado que viene una y otra vez a molestar a los personajes y a asustar a los personajes y a ponerlos en peligro. Y nadie en su sano juicio piensa que los fantasmas existan, pero son películas muy útiles para hablar de lo que significa haber sufrido algo y no haber podido hacer nada con eso y cómo eso te persigue y cómo hay como un desván donde están almacenados todos los recuerdos negativos que a veces salen y se escapan y se te cuelan y te invaden y te impiden ser feliz en tus relaciones. En este sentido mi posición es una posición muy favorable a lo metafórico y lo fantástico que, en manos de un buen terapeuta y un paciente que tiene una mente más o menos intacta, puede funcionar muy bien.
P: Me pregunto si para algunas personas, las que están pasando por un trastorno depresivo, por ejemplo, una de estas películas de superación personal en la que el protagonista es capaz de renacer de sus cenizas, tipo En busca de le felicidad, puede llegar a ser terrorífica y más que ayudarles puede hundirles más en su depresión…
R: Totalmente, sí. Esa cautela la comparto mucho. Yo también tengo una mirada bastante reservada con respecto a esa versión de la psicología positiva que defiende mucho la actitud como forma de superar las cosas…porque hay personas que no pueden construir una actitud de superación y, encontrarse con estos mensajes en películas puede hacerles sentir más avergonzados, culpables, incapaces… y puede llegar a ser muy destructivo. Cuando se trata de usar películas terapéuticamente, tenemos que medir que esas películas puedan dar esperanza, pero no generar una sensación de “esto es imposible para mí” o de “yo no soy capaz de tener esta mirada positiva sobre la vida” porque entonces tendría un efecto contraproducente. De hecho, a veces, para las personas que están pasándolo muy mal puede ser incluso mejor empezar por películas que no sean necesariamente con final feliz, películas en las que se reconoce que la depresión puede llegar a aplastarte, o la angustia, o la ansiedad puede ser muy grande o el dolor…eso puede hacer que algunos pacientes se sientan reconocidos. Porque gran parte de la psicopatología tiene que ver no solo con lo que te pasa, sino con sentir que lo que te pasa no lo entiende nadie. Entonces si tú te encuentras con una película que a lo mejor es un poco negativa o catastrófica o que no tiene un final feliz, pero al final sientes que se está reconociendo lo que a ti te pasa, ese sentimiento de aislamiento social se puede calmar un poco. Y si el sistema se calma, a partir de ahí las personas podrían empezar a pensar desde un ángulo distinto o a valorar posibilidades un poco más optimistas. Yo tengo una visión muy de proceso. Creo que no hay una técnica que le sirva a todo el mundo igual que no hay una película que le sirva a todo el mundo; lo que tiene que hacer uno es ir midiendo dónde está el paciente en cada momento y qué le puede servir y monitorizar todo el rato que el paciente se sienta a gusto con lo que le proponemos…
P: Ya para terminar, Carlos…cuéntame cómo ha sido tu experiencia con el uso de películas en terapia, ¿siempre positiva?
R: Mi experiencia siempre ha sido buena. Es un tipo de herramienta que he usado muy espontáneamente, de forma poco planificada. Los pacientes, espontáneamente traen recuerdos de películas que han visto o de series que les han impactado y ahí yo he visto una ventana que se abría, la he utilizado y he propuesto a los pacientes profundizar un poco más en esas películas, hablar un poco más de las escenas que más les han impactado, profundizar en las motivaciones de los personajes, usar las películas como modelos de lo que ellos mismos podrían hacer. En ese trabajo, más dirigido por el paciente que por el terapeuta, más espontáneo que planificado, a mí me ha resultado una herramienta muy útil porque a veces, en terapia, una película puede ser muy útil para hablar de cosas difíciles para un paciente. Las metáforas del cine permiten hablar a los pacientes de sus conflictos más nucleares, pero circunvalándolos y así no tener que lidiar directamente con lo que a ti te pone más triste o te asusta más. Es un camino que lo que permite es ir llegando poco a poco a un trabajo más directo con tus conflictos, pero antes hacerlo por una vía intermedia. A mí me ha resultado muy útil trabajar así.