Este 9 de noviembre la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Aragón confirmaba que todos los parámetros microbiológicos del agua de boca eran aptos para el consumo humano en el municipio zaragozano de Novallas y se levantaba la restricción que sufrían los vecinos. Detrás de estas restricciones se encontraba el parásito Cryptosporidium.
Detrás del brote de gastroenteritis que afectó a medio millar de personas en Tarazona (Zaragoza), y del que obligó a cerrar este verano unos días las fuentes del Parque Central de València tras infectarse siete niños, también está el Cryptosporidium, un parásito microscópico que no se suele buscar en los análisis rutinarios.
Se trata de un protozoo que suele encontrarse en el agua y puede contaminar también alimentos, que cuando los consumen las personas y los animales pasa al tracto intestinal y provoca diarreas, vómitos o fiebre, e incluso en el caso de personas inmunodeprimidas puede afectar a las vías respiratorias y causar problemas más graves.
Para comprobar si está presente en el agua y que así se puedan tomar medidas de desinfección existen laboratorios como Gamaser, del grupo Global Omnium, el único laboratorio privado de España con la acreditación de la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC) para el análisis del Cryptosporidium.
“Es un protozoo que normalmente se encuentra en aguas no tratadas, y que si llega a la red de agua o alguien lo ingiere puede producir gastroenteritis”, explica el director de Servicios de Global Omnium, Juan Francisco Maestre, quien precisa que habitualmente no se suele buscar en los análisis, solo cuando hay otra bacteria o cierta turbidez en el agua.
A su juicio, un control “más rutinario” de este parásito no solo en las redes de agua, sino por ejemplo en fuentes y parques donde haya cierto riesgo de que esté presente, permitiría avanzar en la prevención, aunque admite que se trata de una tecnología que “no es económica”.