Los avances tecnológicos nos están haciendo la vida más fácil en las más diversas facetas, pero además también están consiguiendo hacer nuestras vidas más largas. Los descubrimientos en medicina son constantes y nos ayudan a superar las más diversas enfermedades de una forma cada vez más rápida y con menores secuelas.
El mejor ejemplo de esto es la tecnología de plasma frío, que se está utilizando ya para el tratamiento de heridas, desinfecciones y del propio cáncer, con resultado más que prometedores. Sin embargo, cabe preguntarse qué es este plasma frío, de dónde sale y por qué no lo hemos empezado a investigar antes.
El plasma es el cuarto estado de la materia. Se trata de una suerte de gas ionizado que, por ejemplo, es lo que forma el sol, aunque en este caso a muy altas temperaturas. Las auroras boreales son también gas ionizado, es decir plasma, y su color proviene del gas que se ioniza. En este caso hablaríamos de nitrógenos ionizado.
El plasma frío en concreto es aquel que se mantiene a temperatura ambiente. Esto es porque en el se encuentra electrones disociados que tienen altas temperaturas, pero también van acompañados iones y átomos neutrales que se mantienen ligeramente por encima de la temperatura ambiente.
Este hecho ha permitido abrir ampliamente el abanico de posibilidades en su uso hasta alcanzar distintos tratamientos en seres humanos. Hasta hace relativamente poco era difícil producir plasma frío, pero actualmente la tecnología ya permite la producción de plasma frío en laboratorio a presión atmosférica, lo que ha abierto el abanico de usos exponencialmente.
Por este motivo, el uso del plasma frío era limitado, y se utilizaba, por ejemplo, en televisores. Sin embargo en la actualidad también se usa para la descontaminación y esterilización del equipamiento y entorno médico, además de la aplicación directa de plasma en vivo a presión atmosférica.
Su aplicación directa sobre tejido vivo permite desactivar o matar microorganismos sin dañar o calentar en exceso el tejido circundante al tratamiento. Además, existen una serie de interacciones con las células y los tejidos que también pueden producirse, como la desactivación selectiva o la destrucción de ciertos tipos de células y la separación de células de otros grupos de células, por lo que es útil en el tratamiento de distintos tipos de cáncer.
También se utiliza, con dosis más bajas que en el tratamiento de tumores, para ayudar en el tratamiento de ciertas enfermedades cutáneas, al haberse demostrado que el plasma frío puede reducir la carga bacteriana sobre heridas, a la vez que ayuda a la regeneración cutánea y al proceso de curación. Por ejemplo se puede utilizar en heridas crónicas o úlceras diabéticas, que son muy complicadas de curar, atacando a las bacterias y regenerando la lesión.
En cualquier caso se trata de una tecnología que está aún bajo investigación en cuanto a las interacciones del plasma con los tejidos y las células, ya que su relación es compleja. Por ejemplo, se está realizando un estudio clínico en Europa que está investigando el tratamiento de tumores de cabeza y cuello usando plasma líquido, mientras que en Estados Unidos se está realizando otro ensayo clínico con un equipo de plasma frío de alta potencia sobre varios tipos de tumores sólidos. Quien sabe si la tecnología de plasma frío resultará clave a la hora de encontrar la ansiada cura o, como mínimo, el tratamiento efectivo para el cáncer, pero las expectativas están en lo más alto. Como decíamos más arriba, todo queda en manos de los avances tecnológicos.