Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) se adquieren generalmente por contacto sexual con una persona afectada. No obstante, las bacterias, los virus o los parásitos que las causan, subraya la Clínica Mayo, pueden transmitirse entre humanos a través de la sangre, el semen o los fluidos vaginales y otros fluidos corporales.
Los profesionales sanitarios destacaron recientemente la importancia de la prevención tras el repunte de casos de sífilis entre la población menor de 30 años. Esta es una de las principales enfermedades "venéreas", indica la Clínica Universidad de Navarra (CUN). Otras son la gonorrea, el chancroide, el granuloma inguinal o el herpes genital.
Los signos más habituales que pueden alertar sobre una infección de trasmisión sexual incluyen:
Los síntomas, señala la Clínica Mayo, pueden aparecer unos días después de la exposición. Sin embargo, pueden pasar años antes de padecer algún problema perceptible, según el organismo que provoque la infección de trasmisión sexual (ITS).
Los factores que pueden aumentar el riesgo de sufrir una ETS son mantener relaciones sexuales sin protección o contra voluntad, tener contacto sexual con varias parejas, contar con antecedentes de alguna de dichas infecciones, abusar de las sustancias estupefacientes o de las bebidas alcohólicas y ser joven. Esto último así lo apuntan los expertos puesto que la mitad de las nuevas ITS ocurren en personas de entre 15 y 24 años.
El diagnóstico de las enfermedades de transmisión sexual lo realiza el médico a partir de la anamnesis y la exploración física. La CUN matiza que la sospecha se confirma con cultivos específicos para el posible agente infeccioso o estudio en sangre de algún marcador de la enfermedad.
El diagnóstico microbiológico precoz resulta fundamental para una reducción exitosa de la transmisión y de las secuelas, que pueden incluir complicaciones en el embarazo, inflamación ocular, artritis, infertilidad, enfermedad cardiaca o algún tipo de cáncer como de cuello uterino o recto.
El tratamiento para las ETS es la utilización de antibióticos específicos derivados de la penicilina, por ejemplo, para la gonococia y la sífilis. En caso de infecciones virales, como el herpes genital, se emplean antivirales.
En otras infecciones, como los condilomas, la pauta a seguir, explican los doctores de la CUN, es la destrucción local mediante productos cáusticos, inmunomoduladores, crioterapia, electrocoagulación y procedimientos quirúrgicos.