María Velasco, psiquiatra: “Nuestros hijos no necesitan una madre perfecta, necesitan una persona real con sus traumas, miedos e inseguridades”

  • Entrevista a la doctora María Velasco, psiquiatra infanto- juvenil sobre su libro ‘Criar con salud mental’

  • Criar con salud mental es una mirada crítica a la sociedad actual y al impacto que está teniendo en la salud mental de nuestros menores

  • “Esto de ser feliz es una quimera, es un ideal. Lo que hay que hacer es poder vivir con la suficiente salud mental”, asegura

Decir que Criar con salud mental (Paidós, 2023) el primer libro de la doctora María Velasco, psiquiatra infanto-juvenil, es mucho más que un libro sobre crianza es poco decir. Decir que Criar con salud mental es una radiografía de la sociedad actual, para mi gusto, también se queda corto. Este libro es un texto imprescindible que pone luz a la compleja y fascinante tarea de criar a nuestros hijos -tengan la edad que tengan- y que también aporta innumerables claves para comprendernos a nosotros mismos.

Criar con salud mental no es un libro solo para padres y madres; es un texto lleno de reflexiones que resuenan en cualquier ser humano porque nos ayudan a entender por qué somos quienes somos, de dónde vienen nuestros miedos, nuestras inseguridades y nuestros valores…esto ocurre, señala María Velasco porque todos hemos sido niños y el libro explica muchas cosas que hemos vivido y que se han quedado ahí. Creo que este libro ilumina también esa parte, nuestra parte infantil, que es bueno tenerla actualizada y elaborada dentro de nuestra identidad actual”.

María Velasco habla sobre la salud mental de nuestros hijos con la sabiduría y la solvencia de quien pasa horas y horas de consulta en contacto directo con el sufrimiento emocional de nuestros niños y adolescente. Ellos están sufriendo ahora las consecuencias de un modelo de crianza en solitario, que se apoya en manuales impersonales y que se sostiene en unas dinámicas individualistas y consumistas que empujan a los padres a “cumplir con unas exigencias sociales que son incumplibles, que nos idealizan la vida, que nos hacen perseguir unos objetivos que tampoco son realistas”.

Los padres y madres están cansados, agotados y frustrados, explica la psiquiatra. Esa es la razón por la que a nuestros hijos les falta “esa mirada de atención y ese tiempo, esa relación humana que se construye en los detalles, en lo pequeño”. Esto explica que los trastornos mentales que han aumentado en los últimos años en los menores sean los más afectivos, “la depresión, la ansiedad, los trastornos de la conducta alimentaria, que tienen que ver con una exigencia, con un modo de vida, con un tipo de crianza”, explica.

Estamos acostumbrados a que las respuestas que nos dan sean muy fáciles: Venga, cinco puntos para ser una madre estupenda. Y esos puntos no tienen nada que ver con nosotros porque los ha escrito una persona con otra biografía (María Velasco, psiquiatra)

Pregunta: ¿Por qué crees que este libro resuena también para los que no son padres?

Respuesta: Porque todos hemos sido niños y creo que explica muchas cosas que hemos vivido y que se ha quedado ahí. Siempre han quedado cosas pendientes en la infancia, de nuestra madre, padre, que no hemos entendido, de nuestra relación con los hermanos, cosas que hemos vivido. Creo que este libro ilumina también esa parte, nuestra parte infantil que es bueno tenerla actualizada y elaborada dentro de nuestra identidad actual…

P: Es que la maternidad y paternidad nos remueve mucho…en tu libro hablas de la necesidad de mirar de dónde venimos, cómo fuimos tratados de niños, para poder confrontarlo y poder decidir nuestro propio camino ¿Por qué crees que para muchos padres es difícil hacer este proceso y prefieren seguir la inercia y repetir patrones?

R: Primero porque es difícil. Lo que no miramos, no lo miramos porque nos hace daño, nos da miedo, nos revuelve cosas. Nos enseñan ahora mismo a vivir mirando para adelante…venga, venga, un paso más, un paso más, otro paso más, siguiente objetivo, siguiente compra, siguiente, siguiente…como en una especie de consumo, de consumo de días, de relaciones. Y además, ahora, cuando tenemos dudas, estamos acostumbrados a que las respuestas que nos dan sean muy fáciles: Venga, cinco puntos para ser una madre estupenda. Y esos puntos no tienen nada que ver con nosotros porque los ha escrito una persona con otra biografía, con otras circunstancias, con una hija y un hijo con un carácter específico, que vive en un determinado lugar, en una ciudad o en un pueblo.

P: ¿A quién o quiénes tenías en mente al escribir tu libro?

R: Creo que una de las cosas que yo tenía clara al escribir el libro es que yo quería ponerme del lado de las madres y de los padres, es decir: "piénsate tú, piensa cuáles son tus circunstancias" y en ese pensar está quién soy yo, qué es lo que he vivido, cómo me han educado, cómo me han enseñado a amar, a resolver los conflictos, qué relación he tenido cuando era pequeña y adolescente con mi madre, con mi padre, qué modelos no quiero repetir, qué cosas me han hecho daño…porque todo eso, si no lo pensamos, inconscientemente nos va a determinar cómo nos relacionamos con nuestros hijos, nos va a determinar siempre porque una parte de lo que somos son esas vivencias, pero por lo menos, que eso sea consciente, que lo podamos ver y, en vez de culpabilizarnos por eso, que también podamos como integrarlo “a ver, yo también he sido víctima de cosas, yo también he vivido cosas...pues voy a aliarme con esta parte mía, voy a cuidarme desde ahí, voy a decir, pues oye mira, lo vas a hacer como tú puedas hacerlo”. Y eso es lo que necesitan nuestros hijos, ¿eh? Nuestros hijos no necesitan una madre perfecta salida de laboratorio, aséptica; necesitan una persona real, [madre o padre ]con sus traumas, con sus vivencias, con sus experiencias, con sus miedos con sus inseguridades, pero haciendo de función materna y de función paterna…

Tener un ideal tan enorme de lo que es la crianza, también te frustra mucho cuando tú tienes una crianza de andar por casa (María Velasco, psiquiatra)

P: Hacer esto que dices a mí, por ejemplo, me ha llevado como madre a poner énfasis en las cosas que yo eché en falta durante mi infancia y adolescencia…¿es adecuado hacer esto?

R: Pero en ese reconocimiento, tendría que haber también como un pensamiento de “mis hijos parten de cero”. Porque a veces, cuando tenemos muy presentes nuestros traumas o nuestras vivencias, las compensamos en nuestros hijos porque intercalamos los papeles, es decir: hacemos como que nuestros hijos somos nosotros de pequeños y vamos a compensar lo que hemos vivido, sin embargo, no hay nada que compensar porque ellos parten de cero, ellos parten de otra historia. Entonces tenemos que tener cuidado, por eso es importante hacerlo consciente: saberlo para que no me condicione para más o para menos. Tenerlo ahí como un conocimiento: “voy a hacer esto y restaurar en mis hijos algo que yo he vivido”…pero no puedo restaurar algo en alguien que no ha tenido esa deficiencia porque entonces estaría dando de más algo que a lo mejor no hace tanta falta y no dando algo que a lo mejor yo no lo he valorado porque yo lo he tenido y para mí ha sido invisible, sin embargo también es importante darlo.

P: ¿Cuál dirías que es nuestro mayor hándicap para las madres y padres de ahora?

R: Ahora el problema es que criamos muy en soledad. La generación de nuestras madres y padres ya no es un modelo por muchas cosas: por el estilo de educación, por el género...por muchas cosas. Ahora mismo nuestras madres y padres ya no son un referente. Además, en muchos casos, viven lejos. Ya no se cría como se hacía antes, como mucho más en comunidad. Ahora vivimos en un barrio que no es el nuestro de toda la vida y tenemos una responsabilidad no mayor, pero sí más solitaria en esto de la crianza. Nos apoyamos entonces en libros, en una información que es excesiva. Ya no filtramos quién nos está hablando, desde dónde nos habla, admitimos todos los consejos y, al final, intentamos hacer una crianza de manual que no tiene nada que ver con quiénes somos nosotros. Y creo que parte del malestar de los padres y madres es esa impotencia. Porque claro, tú lees libros maravillosos de la crianza en positivo, ¡todo fenomenal! y dices ¡qué bonito, si yo fuera hija me encantaría que me educasen así! Pero es que las personas viven una realidad que es difícil y entonces, el tener un ideal tan enorme de lo que es la crianza, también te frustra mucho cuando tú tienes una crianza de andar por casa.

P: ¿Qué piensas entonces de esto que se dice tanto de que tenemos mucho que aprender como madres y padres?

R: Pero tenemos que aprender porque vivimos en una sociedad que no nos ha enseñado a cuidar. Creo que esto, nuestras abuelas no tenían que aprenderlo porque estaban enseñadas a cuidar. Es verdad que solo cuidaban las mujeres, es verdad que ese era un rol que solo podía desempeñar la mujer y que la mujer vivía para cuidar de sus padres, de sus hermanos, de sus hijos, de su pareja. El cuidar es algo que tenemos que aprender a hacer. Ahora vivimos en una sociedad más individualista en donde estamos para cumplir nuestros sueños y ser muy felices y no nos enseñan a cuidar. Y cuidar es frustrante, claro, porque no obtienes un rendimiento por ello. Estamos acostumbramos a vivir sacándole una rentabilidad a todo lo que hacemos. Pero es que esto de la crianza son otros términos de la vida…

Creo que esta generación está pagando el precio de que no nos hayamos dado cuenta de que la tecnología es una herramienta muy poderosa para bien o para mal (María Velasco, psiquiatra)

P: Como psiquiatra estás muy en contacto con esta lacra social que es la salud mental de nuestros niños y adolescentes, tan deteriorada… ¿Crees que ellos y ellas están pagando el pato de estas dinámicas de las que hablas?

R: Eso es. No han aumentado los trastornos mentales más genéticos, por decirlo de alguna forma. No ha aumentado la esquizofrenia, la psicosis, el trastorno bipolar. Han aumentado los trastornos más afectivos, la depresión, la ansiedad, los trastornos de la conducta alimentaria, que tienen que ver con una exigencia, con un modo de vida, con un tipo de crianza. Los niños están muy solos. Están desatendidos, pero a la vez tienen muchas cosas que no necesitan. No tienen esa mirada de atención y ese tiempo, de esa relación humana que se construye en los detalles, en lo pequeño. Y por otro lado, no están creciendo en las fortalezas que les van a ayudar a resistir la vida, la frustración, la falta, en el posponer, en el pues ahora me aguanto, en la creatividad, en el me aburro…Creo que les faltan esas dos cosas, que son dos pilares muy importantes.

P: ¿Qué papel está jugando la tecnología en esto que describes?

R: Tenemos un arma en las manos -como podía ser el tabaco hace años o el alcohol y ahora se sabe que a gente se muere por ello-, pero no la hemos regulado lo suficiente y menos aún para los adolescentes y la infancia. Creo que esta generación está pagando el precio de que no nos hayamos dado cuenta de que la tecnología es una herramienta muy poderosa para bien o para mal y que a nosotros nos impide el poder centrarnos en nuestros hijos al llegar a casa. El que siempre tengamos algo que hacer, ¡siempre!, porque esto es inacabable, la estimulación cerebral de mirar, de aprender, de ver, de compartir…es que no tiene fin.

P: ¿Qué papel tiene la psiquiatría en todo esto? ¿es la psiquiatría la única solución?

R: Que las personas famosas estén compartiendo en redes que tienen un trastorno mental, que sufren de algún trastorno mental es bueno para las enfermedades mentales, para quitarles estigma, para que se normalice, para que se vea que pedir ayuda es necesario. Pero nos deslizamos -en los adolescentes- hacia una actitud en la que parece que cualquier sufrimiento ya es un trastorno mental y entonces, los padres, que tienen poco tiempo, que están liadísimos y agobiadísimos porque no pueden salirse de esa dinámica que la sociedad nos impone, traen muchas veces a los niños para que los cure el psiquiatra o que los cambie el psiquiatra. Por ejemplo, estos niños a los que no les han puesto jamás un límite y ahora tienen 17 años y “es que no viene a casa a la hora, es que no nos da el móvil, es que si le decimos cualquier cosa rompe los muebles”…Claro, pero es que ¿si no le has puesto nunca un límite? Esto no es una enfermedad mental, es una alteración del comportamiento consecuente a un estilo de crianza...entonces, ¿qué vamos a hacer nosotros? Estas son situaciones realmente graves porque la psiquiatría no lo cura ni lo cambia todo…pone luz. Yo he escrito un libro de salud mental, no para no tener enfermedades mentales, sino para trabajar en la prevención en salud mental. Me parece muy importante conocer qué es lo que determina nuestra salud mental y también qué necesiten nuestros hijos para crecer con salud mental…no felices, sino con salud mental.

Las redes sociales han hecho que el salto generacional entre nosotros y nuestros hijos sea un abismo y no sabemos cómo ayudarles (María Velasco, psiquiatra)

P: En tu libro hablas de la necesidad de que haya un despertar por parte de los padres y las madre…¿A qué te refieres exactamente?

R: Imagínate que los padres y las madres comprendieran que la sociedad está en sus manos. Imagina que comprendieran que, en vez de tolerar este sufrimiento y esta inquietud y este dolor de tripa constante de ver que hay algo que está fallando, esta preocupación hacia tus hijos, dieran un paso para adelante para proteger a la infancia y a la adolescencia, que se unieran todos y, en vez de decir “yo tengo que acoplarme, resistir este dolor de tripa cada día”, dijeran: “yo voy a hacer cosas, voy a movilizarme y nos vamos a unir”. Es que esto no lo van a cambiar los de Internet -porque les interesa que seamos frágiles y dependientes- no lo van a cambiar los políticos porque ellos están a otras cosas, no lo van a cambiar las instituciones, esto no lo van a cambiar los menores porque ellos dependen de nosotros. ¿Quiénes lo pueden cambiar? Las madres y los padres…a mí me parece que tiene que ser una reflexión, un primer paso hacia asumir la responsabilidad que tenemos de cambiar las cosas y empezar a exigir o a decir en las leyes de educación ¿por qué se meten los ipads en las clases?, ¿a cuento de qué? ¿a quién han preguntado?, ¿a qué profesionales de la salud mental han preguntado para meter a niños pequeños los ipad sin controles parentales?…¡es que ya no sabemos lo que están haciendo nuestros hijos cuando están estudiando! No sabemos si están metidos en redes o si están estudiando matemáticas, no tenemos ni idea. Las redes sociales han hecho que el salto generacional entre nosotros y nuestros hijos sea un abismo y no sabemos cómo ayudarles.

P: Al final los padres sentimos que "es lo que hay" y claudicamos…

R: Pero es lo que hay porque están muy cansados e intentan cumplir con unas exigencias sociales que son incumplibles, que nos idealizan la vida, que nos hacen perseguir unos objetivos que tampoco son realistas y las personas están agotadas. Creo que es posible cambiar las cosas de una manera más sencilla de lo que parece. Y creo que esa actitud de las madres y de los padres de “es lo que hay” viene del agotamiento, del cansancio, de la incertidumbre, de intentar negar un problema que saben que existe. Porque yo los veo preocupados en las consultas y cuando hablo con ellos fuera de las consultas. Creo que hay que ofrecerles una herramienta que les de esperanza.

P: Pero es que esa herramienta no es tan tangible como una lista de tips para ser mejor madre o padre…

R: Los tips hay que dárselos a los ayuntamientos, a las instituciones, a los políticos: 10 tips para salvar a nuestra juventud. Claro, para que creen espacios y trabajen en prevención de la salud mental de las madres y los padres y de los menores, y no que sigan aumentando las plantas de psiquiatrización para ingresar a más adolescente y más menores porque cada vez hay más intentos de suicidio y más niños que van al psiquiatra. Vamos a trabajar en prevención como hicimos con el COVID cuando inventamos la vacuna. Trabajemos en prevención de las enfermedades mentales…de muchas de ellas -porque todas no las podemos erradicar-, pero muchas de ellas sí, sobre todo aquellas que hacen sufrir ahora a nuestros menores.

Muchas veces son necesarias las cosas malas: nos ayudan también a crecer, forman parte de la vida (María Velasco, psiquiatra)

P: ¿Crees que nuestros menores sufren tanto por nuestro empeño en que sean felices por encima de todo?

R: Esto de ser feliz es una quimera, es un ideal. Lo que hay que hacer es poder vivir con la suficiente salud mental, es decir, que cuando vengan los problemas los puedas elaborar, que cuando sientas tristeza te la puedas permitir, que cuando te sientas solo puedas pensar por qué y qué puedo hacer y tener un papel más activo, no como una planta de “a ver si me llega lo bueno y si no es así me marchito” . Muchas veces son necesarias las cosas malas: nos ayudan también a crecer, forman parte de la vida, a todos nos pasan cosas tristes, frustrantes, tenemos pérdidas, carencias…

P: ¿Por qué nos empeñamos en trasladar a nuestros hijos la idea de que la felicidad es la ausencia de sufrimiento?

R: Se la trasladamos porque lo queremos nosotros también. Si nosotros lo tuviéramos claro, por ejemplo que hay que aburrirse…¡pues abúrrete!, ¡invéntate un juego! Si tuviéramos claro que no tenemos que estar todo el rato sintiendo cosas buenas, sino que las emociones un poco desagradables también nos ayudan… por ejemplo, una adolescente dice: “mamá estoy un poco nerviosa”. Podrías decirle: “no te preocupes si sacas un cero, no importa”. Pero la opción dos podría ser: “ponte las zapatillas y sal a correr un rato… vuelves y a tope”. Es que claro, tu hija, así aprenderá que si se pone nerviosa tiene que aprender a manejar su nerviosismo. Ella es la ‘prota’ , ella tiene un papel activo en su vida. Dirá: “vale, mis emociones las manejo, voy a correr, me desfogo, me quito los nervios y sigo haciendo lo que yo quiero hacer que es sacar mañana una buena nota en el examen”. Porque si evito el problema, mañana cuando me den la nota, para no sentirme mal, le quitaré valor a la nota: “total, no era tan importante” …y le iré quitando valor a las cosas importantes y acabaré en un callejón sin salida donde ya no tengo sueños ni cosas por las que luchar porque me he sentido muy incapaz y no he desarrollado las habilidades para crecer.