Que una de las mayores expertas en educación emocional de nuestro país reconozca abiertamente sus propios abismos emocionales, además de ser una muestra de humildad pasmosa, es la constatación de que realmente todos y todas necesitamos seguir educándonos emocionalmente a lo largo de la vida por muy adultos que seamos.
En las primeras semanas de la pandemia Eva Bach se vio desbordada por un estrés tremendo. ¡Sí, una experta en educación emocional también se desborda! “Todo el mundo decía ¡socorro, necesito herramientas!…todo el mundo me pedía herramientas y herramientas, un centenar de medios de comunicación, familias, escuelas, profesorado… y ese estrés fue un detonante -no la causa- que hizo emerger algo que ya estaba ahí. Tuve que ver qué es lo que había de trasfondo y porqué me metía yo en ese estrés y no lo paraba antes”.
'Habitar en lugar de evitar'...Quédense con la frase porque es clave para comprender en qué consiste la educación emocional. “Es que las emociones difíciles a veces llegan con contrato indefinido, explica Eva Bach. “Cuando te ha sucedido algo, bien por un acontecimiento externo o por algo que se ha movido internamente y tú esto lo has mirado, lo has escuchado y lo has elaborado y procesado y has tenido tu paciencia para estar con esto, para dejar que esto te habite en lugar de evitarlo... Cuando has permitido que estas emociones difíciles sean tus huéspedes durante un tiempo (…) Cuando tú haces un proceso y las dejas hacer su trabajo y dejarte su mensaje, ahí es cuando realmente hay una transformación”.
Por ese potencial transformador de las emociones –sobre todo las difíciles- Eva Bach critica las corrientes que se quedan en la parte superficial de únicamente calmar las emociones incómodas…”Es que después de calmar las emociones empieza lo bueno, lo bonito, lo interesante y lo apasionante, que es descifrarlas, comprenderlas, ponerles luz para poner luz sobre nuestras vidas, para autoconocernos, para autocomprendernos y para estar mejor con nosotros mismos, con las otras personas y, sobre todo, para humanizarnos… porque al final las emociones son la puerta de entrada al corazón”.
De todo ello nos habla Eva Bach en su último libro, Cómo cuidar la salud emocional (Plataforma actual, 2022). Se trata de una guía para aprender a escuchar, expresar e integrar lo que sentimos, y una reivindicación en toda regla de que las personas nunca estamos terminadas en ninguna dimensión: ni en la intelectual, ni mucho menos en la emocional…
Pregunta: Una de tus principales reivindicaciones como experta en educación emocional es que aprender sobre nuestras emociones no debería ser algo solo para niños... ¿Los adultos también necesitamos aprender sobre nuestras emociones?
Respuesta: Las personas necesitamos competencias socioemocionales para ir por la vida. Esto es así en las relaciones, en la vida personal, etc. Esas competencias socioemocionales se desarrollan en un proceso continuo y permanente a lo largo de la vida con educación emocional. Es así. Cuando hablas de educación parece que fuera algo solo para los niños y los adolescentes. No; es para adultos también. Todas y todos tenemos que seguir educándonos emocionalmente a lo largo de la vida de la misma forma que vamos reciclado y actualizando conocimientos profesionales. Las personas no estamos terminadas en ninguna dimensión: ni en la intelectual, cognitiva ni en la emocional ni social…¡cuántas cosas todavía nos cuestan muchísimo a pesar de ser adultos!
P: Imaginemos una persona que dice que no necesita aprender nada sobre su mundo emocional porque siente que todo está bien…¿cómo sería esta persona?
R: Hay tres cuestiones que hay que ver para saber si realmente estamos bien. Una es cómo me siento conmigo, con mi vida, con mis emociones. Si yo me siento bien conmigo, con mi vida y con mis emociones, tenemos el primer punto resuelto. El segundo es cómo me siento con las otras personas de mi entorno, con sus vidas, con sus emociones, con sus historias que me repercuten y me salpican y cómo se sienten ellas conmigo. Porque este segundo punto es bidireccional. Claro, es que yo puedo estar muy bien con todo el mundo, pero todo el mundo… ¿cómo está contigo? Porque esto hay que observarlo y hay que preguntárselo también. Si más o menos tus relaciones fluyen sin excesivos problemas -salvo los que son naturales- pues adelante también. Hay un tercer punto que sería el ético- social, que tiene que ver con qué huella estoy dejando yo en el mundo a mi paso más allá de mis relaciones personales, cuando yo voy por la vida, cuando estoy en grupos, en ámbitos de trabajo, cuando circulo por la calle, cuando entro en una tienda…¿qué es lo que yo desprendo?, ¿qué energía?, ¿qué emociones contagio?, ¿qué valores irradio?, ¿hay ahí realmente una coherencia con lo que quiero, con lo que siento, con lo que es bueno, con lo que es saludable?, ¿o lo que voy irradiando es lo contrario de lo que digo y lo contrario de lo que sería saludable? Si estás en estos tres puntos más o menos convencida de que todo fluye más o menos bien en tu vida, pues tira para adelante porque si te tiene que parar algo, ya te parará.
P: Esto me lleva a preguntarme si no habrá cierto autoengaño en estas personas que dicen que todo está bien internamente en sus vidas...Yo soy de las que cree todos tenemos nuestros abismos, que siempre hay brechas y puntos de mejora…
R: Muchas veces la grieta es invisible para ti, sí. Sobre todo en esa parte de cómo los otros me perciben a mí…¿realmente escuchas?, ¿los otros sienten realmente que les escuchas, que te importan, que atiendes su sentir, que acoges su sentir y que tienes conversaciones que son enriquecedoras, que nutren por dentro? porque cuántas veces nos quedamos en el nivel de hablar de otros, de hablar de política, de contarnos anécdotas, pero no pasamos a un nivel en el que hablamos de lo que sentimos, de lo que deseamos, de lo que nos preocupa, de cómo hacer para que nos preocupe menos, de transmitirnos afecto y apoyo. Me refiero a ese nivel de comunicación más profundo entre los humanos que es en el que intercambiamos sentimientos, emociones y realmente compartimos ese sentir, lo escuchamos, lo atendemos, lo validamos, lo dignificamos… y ese otro nivel en el que hay un reflejo del afecto, del amor, de la empatía, del cuidado de las relaciones, que es lo realmente nutritivo. Pero muchas veces nos quedamos en los formalismos, en las críticas a terceros, en hablar de ideas, de opiniones o de experiencias o vivencias que nos contamos pero que no pasan de esos primeros niveles más superficiales…¿a qué niveles llegas tú en tus relaciones?, ¿nutres tu vida con algo realmente bonito y profundo o te quedas en lo superficial? Normalmente estamos más ahí, y no nos damos cuenta porque ya ni nos planteamos lo otro.
P: No nos enseñan a hablar en ese nivel más profundo; a veces no sabemos ni cómo conectar de una manera profunda con nuestros iguales…
R: Marshall Rosenberg, en Comunicación no violenta, dice una cosa que me impactó muchísimo: dice que en determinado momento él estaba en una conversación en un coctel. Era una conversación de un nivel muy superficial y se estaba alargando mucho en ese nivel. Y llegó un momento en que él preguntó a sus interlocutores: ¿realmente os está aportando algo, os está enriqueciendo y satisfaciendo esta conversación? Se quedó todo el mundo pasmado. Él dijo: disculpadme si os he incomodado, pero es que yo quiero algo que realmente me nutra y que haga que mi tiempo sea valioso y esto, en este momento, está siendo demasiado para mí. Dice que después de quedarse todos perplejos, la propia persona que estaba hablando le dijo que le había sorprendido su intervención pero que realmente a él tampoco le estaba aportando nada esa conversación… Y otras personas dijeron lo mismo.
P: Efectivamente no estamos entrenados para hablar en ese nivel más profundo, pero lo cierto es que todos podemos hacerlo…en el fondo ¿no es hablar sobre el hecho de ser humanos?
R: Tú le haces dos preguntas profundas a una persona en un contexto propicio... ¡y claro que entra en esa dimensión! Todos estamos bien en ese lugar… salvo que haya un trastorno muy grande para que no queramos entrar ahí, claro.
P: ¿Por qué crees que existen tantos malentendidos sobre las emociones?
R: Hay varios malentendidos con respecto a las emociones y es normal porque las emociones son complejas. Las emociones son complejas, no son simples, son invisibles. Hay mucho misterio en por qué tenemos la emoción que tenemos y con la intensidad que la tenemos en determinados momentos. Hay muchas cosas detrás de esa emoción que es muy difícil llegar a dilucidar qué es lo que hace que en ese momento surja. Porque muchas veces la emoción es muy clara, pero otras veces surgen emociones de procesos internos donde no ha ocurrido nada externamente, sino que algo se te mueve por dentro y aparece una emoción que es muy difícil de explicar. Hemos creado muchos malentendidos por esa complejidad… también por desconocimiento, creo yo: por tendencia a simplificarlo todo.
P: En tu libro dices que otro de los mayores malentendidos que existen sobre la educación emocional es que esta consiste en aprender a calmar las emociones incómodas…pero si sólo calmamos la emoción es como que perdemos la oportunidad de aprender algo sobre nuestro mundo interior, perdemos la oportunidad de crecer…
R: En cuanto sentimos otra vez calma es como que ya se ha terminado el proceso… creo que muchos de los planteamientos de la inteligencia emocional se quedan en la regulación emocional, en la autorregulación. Y eso no es el objetivo de la educación y del crecimiento emocional: no es la autorregulación. Eso es solo un paso. En el fondo la emoción es una llave o un vehículo que nos lleva a las puertas del ser, a tu esencia, a tu ser interior, a tu alma; te conecta con lo más profundamente humano, con lo que nos une a la humanidad, con aquello que tenemos que es digno de ser cuidado y de ser amado y que además es vital…eso es la emoción. Por eso, si solo la calmamos, no estamos abriendo la puerta o la estamos cerrando una y otra vez a ese autoconocimiento y a esa conexión humana porque, al final, la emoción me conecta con mi humanidad, con mi fragilidad, con mis maravillas, con mis sombras, mis luces y eso me conecta con el resto de seres humanos que también tienen sus sombras y sus luces. Si lo único que hacemos es calmar la emoción, pues me pierdo todo ese poder, toda esa información y esa sabiduría que hay en la emoción y que puede pasar de la emoción primaria a la emoción lúcida que ya me da una luz sobre mí, sobre la vida, los acontecimientos, mis actitudes, y que realmente me pone en las puertas de esa dimensión del ser y me saca del ego.
P: Claro…es que dar ese paso más allá de calmar la emoción y explorarla significa que muchas veces tendremos que sostener emociones difíciles.
R: Qué difícil es a veces quedarme en un sí a lo ingrato que siento y que a lo mejor voy a seguir sintiendo un tiempo o voy a seguir sintiendo cada vez que se me presente una experiencia similar ¿verdad? Igual ese es justo mi punto de fuga o mi limitación o aquello que, aunque me gustaría cambiar de mí, no lo puedo cambiar y tengo que aceptar. Esa aceptación yo creo que ya es sabiduría y nos da un punto de equilibrio, esa honestidad de reconocer lo que es como es, aunque no me guste…
P: Entonces, Eva ¿puede ser uno feliz a la vez que experimenta emociones incómodas como tristeza, angustia, duelo o ansiedad?
R: Tienen un punto de belleza poética determinadas emociones perturbadoras en determinados momentos… La tristeza nos conecta con algo que hemos perdido, con algo que nos gustaría que fuera y que no es, o que ha dejado de ser o que ya nunca será. En el fondo estoy amando a algo o a alguien y lo estoy honrando con esa tristeza. Estoy honrando aquello que sería bello o fantástico, que me haría más feliz. Está bien ese punto. La rabia, lo mismo. En el fondo estoy anhelando algo que me parecería perfecto y maravilloso que fuera de otra manera…lo que pasa es que muchas veces no está en mis manos cambiarlo. El miedo nos habla de eso que amamos y que queremos proteger y que por tanto es vital para nosotros. Tener ese miedo nos puede llevar a cuidar algo que no estamos cuidando suficientemente. Por tanto, hay unos valores humanos importantes de sabiduría y de aprendizaje detrás de las emociones difíciles…
P: A menudo, cuando nos sentimos mal, lo que hacemos es buscar una distracción en lugar de escuchar esa emoción…
R: A los niños les enseñamos a distraerse desde pequeños cuando hay una emoción que nos supera. Si se dan un golpe enseguida les distraemos, en lugar de decirles: “cariño te has asustado, te has dado un golpe, claro, te duele mucho…venga vamos a contárselo al osito”, por ejemplo. A veces esto de buscar una distracción lo hacemos de manera automática e inconsciente, como si fuera un patrón. Nos buscamos actividad, actividad y actividad para no conectar con nosotros mismos. La actividad constante es, en el fondo, una huida de nosotros mismos igual que lo puede ser una sustancia química. Ir a yoga está bien, pero ¿realmente el yoga es para conectar conmigo o es para huir de mí?
P: Entonces, aclárame por favor ya para terminar… ¿cómo saber cuándo la distracción es una estrategia incorrecta que no me ayuda a crecer y evolucionar?
R: Una pegunta que me puedo hacer para saberlo es si aquello que hago me lleva de vuelta a mí, me conecta conmigo, o me lleva lejos de mí. Porque puedo hacer yoga para conectarme o puedo hacer yoga para desconectarme y evadirme. Cuando lo hago así, en realidad estoy utilizando una herramienta maravillosa y potentísima como el yoga para desconectarme y se convierte en un analgésico emocional en lugar de una herramienta de crecimiento. Al final pasa como con los analgésicos, que al cabo de un rato se pasa el efecto y me tengo que buscar otro, otra evasión. Por tanto, si constantemente tenemos que buscar cosas que nos lleven para fuera, que no nos dejen en la soledad y en silencio para no conectarme conmigo, con mis cosas, con mi vida, y siento que tengo que buscar la evasión… pues ahí ya tienes un elemento para saber que esa es una estrategia incorrecta. Ahora bien, si te vas de fin de semana y ese fin de semana te sirve para reconectarte, para reencontrarte con tu paz, con tus proyectos, con tu sentir, para volverte a conectar… ¡entonces es estupendo! O si te vas al cine y te vas a ver una película que te hace conectar…pues oye, ¡qué bien!, ¿no? La pregunta clave que debes hacerte es ¿para qué hago esto y a dónde me lleva?; es decir, preguntarte si lo que haces lo haces para conectarte o para huir.