¿Una depresión puede alertar de un ictus?

En los últimos años han aparecido estudios que relacionan la depresión con la posibilidad de sufrir un ictus. Si bien lo habitual es que los síntomas propios de los procesos depresivos tiendan a aparecer precisamente después de pasar por esta afección cerebrovascular aguda, también pueden ser precursores.

Esto puede resultar tan alarmante como el hecho de que una de cada cuatro personas en España sufre o sufrirá a lo largo de su vida algún trastorno mental, según la Confederación Salud Mental en España. Es más, este mismo organismo apunta que la mitad de ellas no recibe tratamiento o el que recibe no es el adecuado. Y eleva al 12,5% el porcentaje que los problemas de salud mental ocupan en el total sanitario.

Depresión e ictus, relacionados

El primero de los estudios ha sido publicado recientemente en la revista Neurology y corrió a cargo de un grupo de investigadores de la Universidad de Galway (Irlanda). Estos especialistas llegaron a la conclusión de que las personas que presentan los síntomas habituales de la depresión tienen una mayor probabilidad de sufrir un ictus y de que la recuperación posterior sea más complicada.

Para ello analizaron los datos recogidos a casi 27.000 personas adultas de 32 países diferentes con una media de edad que se situaba en los 62 años. Y el resultado fue que el 18 % de los que tuvieron un derrame cerebral habían mostrado antes síntomas de depresión. Es más, las probabilidades de sufrir este trastorno cerebrovascular se elevaban hasta un 46 % en quienes sufrían depresión.

Finalmente, los investigadores de esta universidad irlandesa constataron que las secuelas del ictus eran peores en las personas que sufrían síntomas depresivos que en las que no tenían ninguno.

La depresión puede alertar

Las conclusiones del estudio apuntado dejan claro el riesgo de sufrir un ictus cuando se tiene un trastorno depresivo. Además, se une a otra investigación realizada dos años antes en la universidad alemana de Münster y que también se publicó en Neurology en 2022. En este caso, el modus operandi se prolongó durante 12 años, ya que se tuvieron en cuenta los casos de 10.797 personas con una edad promedio de 65 años. Además, ninguna de ellas había tenido ningún episodio de accidente cardiovascular con antelación.

En el seguimiento que se les realizó durante más de una década, hasta 425 individuos pasaron por el trance de sufrir un derrame cerebral. El estudio muestra que el 29 % de los que estaban a punto de sufrir un ictus ya tenían síntomas depresivos. Este porcentaje aumentaba hasta el 34 % en el momento de experimentarlo.

“El accidente cerebrovascular se asocia con aumentos a largo plazo en los síntomas depresivos. Una pequeña parte de este aumento se produce en los años previos al ictus, indicando quizás un proceso patológico incipiente. Se debe prestar especial atención a los síntomas depresivos en el cuidado a largo plazo de los pacientes, y especialmente a los síntomas relacionados con la fatiga”, expone el estudio realizado en Alemania, dando por buena una relación que puede ser útil para prevenir que las personas con depresión sufran algún tipo de ictus.

Síntomas para reconocer un ictus

El ictus es una emergencia médica que ocurre cuando se interrumpe el flujo de sangre al cerebro, lo que puede provocar daños irreversibles en las células nerviosas. Algunos síntomas que pueden alertar sobre el ictus son:

  • Debilidad o adormecimiento repentino de la cara, el brazo o la pierna, especialmente en un lado del cuerpo.
  • Dificultad para hablar o entender lo que se dice, confusión o lenguaje incoherente.
  • Pérdida de visión parcial o total en uno o ambos ojos, o visión doble o borrosa.
  • Mareo, vértigo, pérdida de equilibrio o coordinación, o dificultad para caminar.
  • Dolor de cabeza intenso y repentino, sin causa aparente, que puede ir acompañado de náuseas o vómitos.

Ante cualquiera de estos síntomas, se debe llamar inmediatamente al servicio de emergencias y trasladar al afectado a un centro hospitalario lo antes posible. El tiempo es crucial para reducir las secuelas y el riesgo de muerte por ictus.