En su afán por avanzar en la lucha contra enfermedades como el alzhéimer, un grupo de científicos ha llegado a la conclusión de que la obesidad visceral está íntimamente relacionada con el riesgo de padecer la enfermedad. Este estudio ha sido publicado en la revista Neurochemical Research y ha corrido a cargo de un nutrido equipo de investigación.
Antes de apuntar las conclusiones a las que ha llegado esta investigación, ya se tenía constancia de que, más allá de todos los problemas que puede generar, la obesidad no es buena para evitar la enfermedad de Alzheimer. En Quirón Salud son claros al respecto: “Los pacientes que padecen obesidad presentan una disminución de glucosa en el cerebro. Al ser la glucosa la señal más primitiva que envía el cerebro para avisar de que has comido, es lógico pensar que los individuos obesos no reciben la cantidad de azúcar suficiente en el cerebro y no detectan dicha señal, alterando el ciclo de alimentación”. Este mismo centro médico apunta además que algunos expertos conocen el alzhéimer como diabetes tipo 3, debido precisamente a su vinculación con la obesidad.
Volviendo al estudio que se publicó el pasado 22 de noviembre de 2022, en él se apuntan algunos de los efectos que provoca la obesidad visceral, es decir, aquella cuya grasa se acumula rodeando los órganos internos.
A todo ello también hay que añadir los riesgos de padecer la enfermedad de Alzheimer, la cual afecta al 3 % de las personas de 65 a 74 años y al 50 % de los mayores de 85 años, según apunta el informe al que estamos haciendo referencia.
La principal razón de este vínculo es que la obesidad visceral provoca una creciente resistencia a la insulina y aumenta los trastornos inflamatorios, y ambas consecuencias están asociadas al desarrollo temprano de la enfermedad de Alzheimer.
“Se ha demostrado que la señalización de la insulina cerebral está involucrada en la patogenia de la enfermedad de Alzheimer a través de diversos mecanismos que inducen la patología de la enfermedad y reducen la función cognitiva”, explican en la Fundación Iberoamericana de Nutrición haciendo referencia al informe publicado en Neurochemical Research.
Por otro lado, también hay que referirse a un reciente estudio realizado por investigadores del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas (EE.UU.) y publicado por la revista científica Alzheimer's & Dementia: The Journal of the Alzheimer's Association. En él se realizó el análisis genético de más de 5.600 personas y se llegó a la conclusión de que de los 74 genes relacionados con el alzhéimer, 21 estaban especialmente expresados en la obesidad. Concretamente 13 de ellos estaban asociados al IMC (índice de masa corporal) y los otros ocho a la relación cintura cadera.
A eso hay que añadir que dos de los aspectos que habitualmente no regulan bien las personas que padecen obesidad, como son el sistema inmune y el metabolismo de los lípidos, también están involucrados en la enfermedad de Alzheimer.
La obesidad es una condición que afecta a la salud de millones de personas en todo el mundo y que puede tener consecuencias graves para el cerebro. La obesidad se caracteriza por un exceso de grasa corporal que puede alterar el metabolismo, el sistema inmune y el sistema cardiovascular. Estos factores pueden aumentar el riesgo de padecer diversas enfermedades crónicas, como la diabetes, la hipertensión o el cáncer. Además, la obesidad puede afectar al cerebro de varias maneras:
Estos mecanismos explican por qué la obesidad se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar alzhéimer u otras formas de demencia. Según algunos estudios epidemiológicos, las personas con obesidad tienen entre un 35% y un 60% más probabilidades de sufrir alzhéimer que las personas con peso normal. Además, se ha encontrado que algunos genes implicados en el alzhéimer están relacionados con la obesidad o el metabolismo de los lípidos.
Por todo ello, se recomienda mantener un peso saludable mediante una dieta equilibrada y una actividad física regular como medidas preventivas para proteger el cerebro del alzhéimer. El ejercicio físico no solo ayuda a quemar calorías y mejorar la circulación sanguínea, sino que también estimula la liberación de factores neurotróficos (sustancias que favorecen el crecimiento neuronal) y reduce los niveles de estrés e inflamación. Asimismo, se aconseja evitar otros factores de riesgo modificables para el alzhéimer, como fumar, beber alcohol en exceso o tener hábitos de sueño irregulares.