Este fin de semana cambiamos de nuevo al horario de verano, en la madrugada del sábado al domingo a las 2.00 se adelantan los relojes a las 3.00, con lo que 'perdemos' una hora. Un ajuste que consistirá en adelantar una hora el reloj y con ello todas las actividades que llevamos a cabo a lo largo del día. Un pequeño cambio de horario que diversos estudios consideran grande en sus efectos.
Se ha demostrado que estos ajustes horarios que se llevan a cabo en verano y otoño producen más ataques al corazón, así como enfermedades digestivas e inmunológicas en la semana siguiente a producirse. También se ha comprobado que aumenta de manera aguda el riesgo de accidentes automovilísticos.
La evidencia publicada es consistente, esta práctica tiene sus efectos (negativos) en la salud y por eso también existe consenso científico abogando por suprimir el cambio de hora bianual. Un asunto que se está discutiendo a nivel mundial y sobre el que aún no se ha tomado una decisión clara.
La Comisión Europea propuso abolir el cambio de hora en septiembre de 2018 tras una consulta pública donde la gran mayoría de los 4,6 millones de ciudadanos europeos que participaron pidieron que se pusiera fin a esta práctica.
En España tampoco los ciudadanos quieren seguir con esta práctica. De acuerdo con el CIS el 64% de los españoles está a favor de acabar con el cambio de hora. Pero aún así todavía tendremos que esperar.
Aunque la propuesta del cambio de horario recibió el visto bueno de los eurodiputados en el primer semestre de 2019, y se llegó a discutir el tema durante la presidencia finlandesa en el segundo semestre de 2019, desde entonces sigue en punto muerto.
Para que se retome el asunto debe ser incluido en la agenda por el país que ostenta la presidencia de turno del Consejo Europeo. Y no lo está. Este fin de semana volveremos a cambiar de horario y la propuesta ni se menciona en la agenda de la actual presidenta de turno de la UE, la República Checa, ni tampoco se prevé en los próximos.
Actualmente hay tres husos horarios en Europa: la gran mayoría de los países utilizan la hora de Europa Central como estándar, 10 estados miembros utilizan la hora de Europa Oriental y tres la de Europa Occidental. En caso de suprimirse el cambio horario lo primero sería elegir el horario base. Y no es fácil.
Este es uno de los problemas de intereses que está estancando la decisión. El impacto de un horario permanente es distinto según el país del que se trate: no es lo mismo cómo afectará a Helsinki (donde el día más corto tiene seis horas de luz solar) que en Atenas, por ejemplo donde las horas de luz solar son el doble. Y no solo eso, actualmente incluso en países con el mismo huso horario, las diferencias de luz solar pueden ser hasta de 90 minutos. Por eso establecer un horario fijo e inamovible es complicado y tiene que ser consensuado teniendo en cuenta el interés de todos.
Otro problema es elegir con qué huso horario nos quedaríamos, el de verano o el de invierno. Los 27 estados miembros tampoco se ponen de acuerdo en esto. El 56% de los ciudadanos de países miembros de la Unión Europea contestó en la encuesta sobre sus preferencias que querían un horario de verano de manera permanente, pero los expertos no acaban de definir cuál es mejor.
En cualquier caso, el cambio horario que ahora vamos a asumir obliga a todos ya que recoge la Directiva Europea 2000/84CE donde se fija la fecha y hora comunes que afecta a los miembro de la Unión Europea.
Al adoptar el horario de verano en este caso la UE lo que persigue es aprovechar mejor la luz solar por la tarde. Y para lograrlo establece que se produzca siempre en las mismas fechas y horas en el conjunto de la UE, de modo que no exista la posibilidad de que un Estado miembro no aplique este cambio de hora.
Considera la comisión que el consumo de energía no es el único aspecto positivo sino también subraya otros impactos sobre sectores como el transporte, las comunicaciones, la seguridad vial, las condiciones de trabajo, los modos de vida, la salud, el turismo o el ocio.
Por todo ello el cambio horario es una vieja costumbre. En Europa se introdujo por primera vez en 1916, cuando la Alemania en guerra intentaba reducir el consumo de carbón para poder utilizarlo en sus fábricas de armas. La mayoría de los países incluidos Estados Unidos y Australia, siguieron su ejemplo. Y aunque esta medida se abandonó en su mayor parte en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, se puso en marcha de nuevo en la década de 1970 debido a la crisis del petróleo.
Pese a ser una decisión extendida, las crecientes dudas sobre sus beneficios están cambiando las cosas. No solo se duda sobre cómo afecta a la salud, también se está considerando que sus posibles beneficios para ahorrar energía no son tales, de hecho una Comisión de Industria, Investigación y Energía del Parlamento Europeo señaló en 2018 que, aunque los cambios estacionales de hora pueden producir ahorros, estos son marginales, y que "no hay certeza de que los beneficios se obtengan en todos los estados miembros".
Por eso muchos países están dejando de modificar horarios de acuerdo con las estaciones. Actualmente solo el 40% de los países del mundo ajustan la hora. Los últimos en abandonar esta práctica han sido Siria, Jordania e Irán. Y en México, donde esta primavera los relojes permanecerán como están. En octubre de 2022 se decidió permanecer con horario de invierno.
En Europa sin embargo tendremos que esperar. Este domingo de madrugada adoptaremos de nuevo el horario de verano, tal y como ya ha hecho Estados Unidos (el segundo domingo de marzo) y hará Nueva Zelanda el 2 de abril.