Cuando una persona dice que “le duele” una ruptura, no está exagerando ni mucho menos. Ante una separación, puedes llegar a experimentar sensación de que te falta el aire, tensión en los músculos de tu cuerpo, eccemas en la piel o incluso dolor en la zona del pecho, como si estuvieses sufriendo un ataque al corazón.
Todas estas reacciones físicas aparecen porque tu cerebro está procesando el desamor, pero, ¿cómo te cambia una ruptura a nivel cerebral para que tu cuerpo reaccione así?
Para responder a esta pregunta, es importante entender que las emociones tienen una base neurológica y el amor no es una excepción, pero a diferencia de la ira o del placer, es muy difícil ubicarlo en una zona concreta. Es tan complejo, que depende de diferentes áreas cerebrales.
Cuando nos encaprichamos de una persona, se activan zonas cerebrales como el núcleo accumbens, que casualmente también es responsable de conductas agresivas. Por eso, cuando tiene lugar una ruptura, es muy habitual que esta zona sigue activada, haciéndote sentir esa rabia tan intensa hacia la persona que te ha roto el corazón.
También se ha relacionado la emoción del amor (y del desamor) con una zona llamada ínsula. Lo curioso es que la ínsula también tiene un papel muy importante a la hora de regular el sistema digestivo, el respiratorio o el cardiovascular. Por eso, se pueden dar alteraciones como falta de apetito, problemas para respirar o cambios en la frecuencia cardíaca tras una ruptura.
Además, la ínsula es clave en la empatía. Esta pequeña zona del cerebro nos ayuda reconocer las emociones de los demás y ponernos en su lugar, algo que puede jugarnos una mala pasada cuando quien sufre es tu expareja, y casualidades de la vida, ésta te hizo mucho daño.
En el proceso de la ruptura influyen también ciertos neurotransmisores y hormonas. Si durante el amor, tu cuerpo liberaba dopamina y oxitocina, amas relacionadas con el deseo y con el vínculo, durante el desamor, tu cuerpo comienza a liberar cortisol, una hormona relacionada con el estrés. El cortisol puede además debilitar nuestras defensas haciéndonos más proclives a enfermar.
Mientras nuestro cerebro, neurotransmisores y hormonas vuelven a su funcionamiento normal, es normal sentir un deseo intenso a coger el teléfono, llamar a un ex y volver a intentarlo (aunque en el fondo sabes que va a salir mal porque te hizo mucho daño). Esto es el síndrome de abstinencia del amor.
Al estar implicados tantas estructuras cerebrales diferentes, podemos tardar un tiempo en volver a la normalidad, pero el síndrome de abstinencia puede alargarse si:
Todas estas conductas refuerzan el síndrome de abstinencia del amor y provocan que sea mucho más difícil superarlo. Por eso lo más recomendable es aplicar la ley del contacto cero, en otras palabras, tomar distancia y centrarte en otras relaciones, aficiones y, sobre todo, en cuidar de tu salud mental, sin tener que estar pensando en lo que tú ex piensa o quiere de ti.