Los abscesos son acumulaciones de pus que pueden darse en cualquier parte del cuerpo, generalmente causados por una infección bacteriana. En la mayoría de los casos, la zona alrededor del absceso está hinchada e inflamada. Por otra parte, te explicamos cómo tratar la infección del ombligo.
Los abscesos ocurren cuando se infecta un tejido y el sistema inmunitario del cuerpo trata de combatirlo. Los glóbulos blancos se mueven a través de las paredes de los vasos sanguíneos hasta el área de la infección y se acumulan dentro del tejido dañado. Durante este proceso, se forma la pus, que no es otra cosa que una mezcla de células sanguíneas blancas, gérmenes y tejido muerto.
Los abscesos pueden formarse en casi cualquier parte del cuerpo, siendo la piel, el área subcutánea y los dientes los sitios más comunes. Pueden ser causados por bacterias, parásitos y sustancias extrañas. Los signos y síntomas de los abscesos cutáneos y subcutáneos son dolor, calor, hinchazón, dolor a la palpación y enrojecimiento.
Si los abscesos superficiales están por romperse espontáneamente, la piel sobre su parte central puede ser delgada, a veces con apariencia blanca o amarillenta debido a la presencia de pus por debajo de ella (con el aspecto de un punto). Puede aparecer fiebre, en especial con celulitis circundante.
En los abscesos profundos, son típicos el dolor local y el dolor al tacto, y los síntomas sistémicos, especialmente fiebre, así como anorexia, pérdida de peso y cansancio. La manifestación predominante de algunos abscesos es el funcionamiento anormal de un órgano.
Las complicaciones de los abscesos, según los Manuales MSD, incluyen diseminación bacteriémica, rotura en el tejido adyacente, sangrado de los vasos erosionados por la inflamación, alteración de la función de un órgano vital e inanición debido a anorexia y aumento de las necesidades metabólicas.
El diagnóstico de los abscesos cutáneos y subcutáneos se realiza por examen físico, mientras que el de los abscesos profundos suele requerir técnicas de imágenes. La ecografía es no invasiva y detecta muchos abscesos de los tejidos blandos; la tomografía computarizada (TC) es precisa para la mayoría de los casos, aunque la resonancia magnética (RM) suele ser más sensible.
Con frecuencia, se toma una muestra de líquido del absceso y se examina para ver qué tipo de microorganismo está causando el problema.
En cuanto a los tratamientos, los abscesos superficiales pueden resolverse con aplicación de calor seco y antibióticos por vía oral. Sin embargo, su desaparición suele requerir un drenaje, incisión con la que se retira toda la pus, el tejido necrótico y los restos.
En los abscesos más grandes (superiores a cinco centímetros) puede ser necesaria la eliminación del espacio abierto (muerto) mediante el aislamiento con compresas o con la colocación de drenajes para prevenir la reaparición. Deben corregirse los factores predisponentes, como la obstrucción de un drenaje natural o la presencia de un cuerpo extraño.
Los abscesos profundos a veces pueden drenarse adecuadamente con la aspiración percutánea con una aguja (en general guiada por ecografía o TC); a menudo, este método evita la necesidad de un drenaje quirúrgico abierto. Y es que la reabsorción incompleta puede producir una loculación quística con una pared fibrosa susceptible de calcificarse.
La prevención de los abscesos depende del sitio donde aparecen. Por ejemplo, una buena higiene puede ayudar a prevenir abscesos cutáneos. Con la higiene bucodental y los cuidados de rutina, se previenen los abscesos dentales.