En los próximos días se prevé un aumento considerable de las temperaturas, dando lugar a la primera ola de calor del año. Este cambio en el tiempo coincide con los últimos días del invierno y con una segunda ola de gripe que está afectando especialmente a los más jóvenes.
Así pues, la pregunta ante esta subida de los termómetros es cómo afectará el calor en los virus respiratorios –tales como la propia gripe–. No en vano, la aparición del frío suele ser la primera causa de las infecciones víricas estacionales.
El repentino aumento de las temperaturas que se prevé en los próximos días en la Península Ibérica afectará directamente a los virus, ya que estos se desenvuelven mejor en ambientes fríos. Por lo tanto, la incidencia de las enfermedades respiratorias de origen vírico decrecerá, tal y como ocurre en los meses de primavera y verano.
Recordemos que cuando el frío arrecia, los cilios (pequeños “pelitos” de la nariz) que se encuentran en las fosas nasales no se mueven con la misma agilidad para detener a los agentes patógenos. A esto hay que añadir que la temperatura del aire es menor, con lo que los virus tienen más opciones de colarse en el sistema respiratorio y provocar una infección. Asimismo, los ambientes en los que nos movemos suelen ser cerrados para evitar el frío exterior, de manera que las opciones de que la infección se propague se multiplican.
Este año se da el caso de que se ha producido una ola de gripe algo tardía. Esta enfermedad viral ha tenido un repunte en las últimas semanas, más tarde de lo habitual según los expertos.
Para encontrar una explicación solo hay que analizar cómo han sido las temperaturas desde las últimas semanas del otoño. Y es que las olas de frío han tardado más en aparecer este invierno, alargándose hasta hace pocas jornadas. Esto ha provocado una segunda oleada de la gripe, la cual no debería extenderse una vez que suban los termómetros.
Si bien una ola de calor en invierno ayuda a que los virus no se expandan, sí que pueden adelantar la época de alergias, ya que provocan un florecimiento prematuro de las plantas. Esto se traduce en que los alérgicos estarán más expuestos al polen, lo que les provocará sufrir los primeros síntomas antes que otros años.
Y es precisamente en esa convergencia de problemas relacionados con el aparato respiratorio donde pueden surgir los problemas. Si una persona no se ha curado bien de la gripe o de cualquier otro virus y empieza a sentir los primeros síntomas de la alergia, corre el riesgo de sufrir una infección más severa. La razón es que el cuerpo no habrá recuperado las defensas suficientes como para hacer frente a sendas patologías.
Otro momento al que hay que prestar atención es al final de la ola de calor. Las temperaturas volverán a bajar después de este atípico episodio y el cuerpo necesitará aclimatarse nuevamente. A pesar de que los momentos más fríos del año ya habrán pasado, es recomendable tomar precauciones para evitar cualquier nueva infección respiratoria.