“Sueño que se toma después de comer”. Esta es la primera definición que el Diccionario de la Real Academia Española le da a la palabra siesta, esa costumbre tan arraigada en nuestra cultura que, quien más y quien menos, ha disfrutado en alguna ocasión. Pero ¿cuánto debe durar? ¿Son suficientes 30 minutos de siesta o el cuerpo necesita más tiempo?
El origen de la palabra siesta lo encontramos en el latín, ya que proviene de la hora sexta romana. Corresponde al mediodía, justo cuando los campesinos paraban para comer y descansar. Está relacionada con el sueño y con los meses de verano porque las horas centrales del día eran las más calurosas y hacían complicado trabajar en el campo.
Así pues, aprovechaban para dormir y recobrar fuerzas. Sin duda esto no les resultaba complicado, ya que cuando ingerimos comida, no solo llegan nuevos nutrientes a nuestro organismo, sino que aumenta la serotonina. Esta hormona se asocia a la felicidad y al sueño, de manera que no es de extrañar que al acabar de comer sintamos somnolencia.
Hay personas que necesitan echarse la siesta y las hay que detestan quedarse dormidas después de la comida. Depende de cómo le siente a cada organismo. No obstante, la ciencia asegura que dormir un rato tras el almuerzo aumenta la relajación, aminora la fatiga, mejora el humor, dota a nuestro cuerpo de un tiempo de reacción más rápido y a nuestra mente de una memoria más eficaz. A fin de cuentas, la siesta proporciona un descanso a todos nuestros sistemas.
La siguiente cuestión es el tiempo que debemos emplear para echarnos la siesta. Lo más habitual es que no exceda de media hora. De hecho, según un estudio realizado por el Journal of Sleep Research, con 10 minutos tenemos suficiente si queremos recuperar las fuerzas y rendir el resto de la jornada.
No obstante, hay personas que optan por dormir más de 30 minutos de siesta. En ese caso, el cuerpo puede reaccionar de otro modo, ya que se producen una serie de reacciones que conviene tener en cuenta.