Hasta ahora se creía que el aumento de ritmo cardíaco es un indicador de que empieza a manifestarse un ataque de ansiedad. Con síntomas conocidos como respiración agitada, sudoración, temblores, angustia y esas palpitaciones que muestran un latido fuerte e intenso del corazón.
Pero algunos expertos se planteaban si no sería al revés. ¿Es el ataque de ansiedad el que provoca que el corazón acelere su ritmo o el hecho de acelerar el ritmo del corazón provoca un ataque de ansiedad?
Un nuevo estudio responde a estas dudas tras analizar el fenómeno en laboratorio. De acuerdo con la investigación acelerar el ritmo cardíaco de un ratón hace que estos animales que de otro modo estarían tranquilos se muestren más ansiosos.
El hallazgo indica, según sus investigadores, que la actividad cardíaca puede influir en el estado mental, y encontrar formas de reducir la frecuencia cardíaca puede ser una forma de tratar los trastornos del estado de ánimo como la ansiedad y la depresión.
El estudio lo ha dirigido Karl Deisseroth, neurocientífico de la Universidad de Stanford y premio fronteras del conocimiento por desarrollar el uso de la luz para conocer el funcionamiento del cerebro y modificarlo.
Para esta investigación Deisseroth partió de una evidencia ya demostrada: los pacientes con trastorno de pánico a menudo también tienen problemas cardíacos. Un estudio anterior encontró que las personas con ansiedad tienen un 26% más de riesgo de enfermedad de las arterias coronarias.
Para tratar de aislar la conexión cerebro-corazón, aprovecharon una proteína sensible a la luz llamada ChRmine , que originalmente se encontraba en las algas.
Esta proteína funciona como una puerta, controla el flujo o paso de las partículas cargadas hacia las células. En principio "la puerta de ChRmine generalmente está cerrada, pero cuando esta proteína se expone a la luz la puerta se abre y las partículas cargadas, sobre todo de iones de potasio, fluyen hacia las células.
Para comprobar su teoría lo que hicieron fue introducir la proteína en células del músculo cardíaco de ratones vivos a los que habían puesto en sus torsos un chaleco equipado con una bombilla de microluz para crear un pequeño marcapasos no invasivo, cuando la luz de la bombilla penetraba en la piel de los ratones activaba la ChRmine en las células cardíacas provocando que los corazones de los ratones latieran más rápido. De este modo podían controlar su frecuencia cardíaca.
Los investigadores también pusieron a los ratones en un laberinto con un brazo abierto y otro cerrado. Los ratones tienden a mostrar comportamientos similares a la ansiedad al evitar las áreas abiertas, y durante el experimento, los ratones con corazones acelerados prefirieron permanecer en el brazo cerrado. Esa prueba del laberinto dejó en claro que "aumentar la frecuencia cardíaca empeoró los comportamientos similares a la ansiedad", ha explicado Deisseroth.
Posteriormente el equipo examinó el cerebro de los ratones en busca de señales que indicaran que una región del cerebro se activaba al elevar la frecuencia cardíaca. Así descubrieron que el aumento de la frecuencia cardíaca activa áreas involucradas en el análisis de la información fisiológica del cuerpo (particularmente la corteza insular)
Cuando los investigadores usaron una proteína sensible a la luz similar para bloquear las señales nerviosas de la corteza insular, los ratones comenzaron a explorar el brazo abierto del laberinto, lo que indica un estado mental más tranquilo, a pesar de que su frecuencia cardíaca aún se disparaba.
De acuerdo con las conclusiones del estudio esta podrían tener implicaciones para el tratamiento de afecciones de salud mental. Además se considera que es un trabajo que ha supuesto un "gran avance en términos de metodología”, según otros expertos, ya que el circuito corazón-cerebro ha mostrado como los animales pueden evolucionar a la hora de procesar las señales de peligro.
Se considera además que este hallazgo podría tener repercusión en el tratamiento de la ansiedad crónica,