“El eritritol puede aumentar el riesgo de infartos e ictus”. La alarma saltaba a los medios a cuenta de este estudio que se acaba de publicar en la revista Nature. ¿Es cierto? No del todo. Científicos y médicos piden cautela al respecto, porque hay varios matices importantes en el estudio, que impiden que la conclusión pueda ser tan rotunda. Aunque no por ello le restan validez.
“El artículo muestra una fuerte asociación con los ataques cardíacos en personas con ECV (enfermedad cardiovascular) y aumenta la coagulación en los vasos sanguíneos cultivados en laboratorio. Dicho esto, la asociación no es causalidad probada, y los efectos en los sanos no se conocen”, advierte por ejemplo el profesor en la Escuela de Medicina de Harvard David Sinclair, en su cuenta de twitter.
La conocida nutricionista estadounidense Serena Poon insiste en lo mismo. “Los autores vieron una asociación entre el aumento del riesgo de paro cardíaco y la cantidad de eritritol en la sangre de las personas con ECV (enfermedad cardiovascular) y obesas. Es una asociación de causalidad no probada”. Y cuando hablamos aquí con expertos, nos advierten de lo mismo. Lo que hay es “una asociación y un probable mecanismo por el cual se pudiera producir ese daño”, explica Francisco Botella, coordinador del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
El eritritol es uno de los edulcorantes más utilizados. Es un polialcohol (como el xilitol, sorbitol, manitol…) que se utiliza como sustitutivo del azúcar. Está presente en mucha bollería industrial, en las “chucherías” en general, en muchos tipos de galletas, dulces o mermeladas sin azúcar, en productos ultraprocesados, en bebidas refrescantes no azucaradas, y hasta en ciertas pastas de dientes o medicamentos… Si ven en la etiqueta de un producto E-968, ahí lo tienen.
“Está catalogado como edulcorante, pero también se emplea como potenciador de sabor, por ejemplo, en las bebidas refrescantes sin azúcares, todas las ‘zero’ o ‘light’. No llevan azúcar pero suelen llevar eritritol”, explica Pablo Antonio López, vicedecano del Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de Andalucía (CODINAN). También se puede comprar directamente, “como si fuera sacarina, como un edulcorante al uso”. Utilizarlo para echárselo al café, por ejemplo.
Y cada vez se utiliza más. Botella explica por qué. “Porque los demás polialcoholes tienen un problema: si tomas mucha cantidad te dan muchos gases, porque se absorben con mucha dificultad por el aparato digestivo. Pero el eritritol se absorbe mucho mejor. Es el que menos gases da”. Gastronómicamente, además, es el que más gusta, porque aporta un sabor más dulce y refrescante que otros.
Hasta ahora, “el efecto de los edulcorantes se ha estudiado a corto plazo, y como hablamos de productos que son familia del azúcar, desde el punto de vista metabólico, no se les había prestado especial atención”, explica el endocrinólogo. Se consideran seguros, desde hace años. En España y en Europa, el eritritol está regulado desde 2008. Y no se ha ido más allá. Lo advierten los propios autores del estudio: “Los edulcorantes artificiales son sustitutos del azúcar ampliamente utilizados, pero se sabe poco acerca de sus efectos a largo plazo sobre los riesgos de enfermedades cardiometabólicas”. De ahí que decidan investigarlo.
Científicos estadounidenses y alemanes analizan la presencia de eritritol en muestras de sangre de 4.000 personas de EE.UU. y Europa. Y concluyen que quienes tienen niveles más altos de eritritol en sangre presentan un riesgo más elevado de sufrir un evento cardíaco grave. Además, constatan que este edulcorante facilita la formación de coágulos.
“Nuestros hallazgos revelan que el eritritol está asociado con el riesgo de MACE (‘eventos cardiovasculares adversos mayores’: muerte, infarto de miocardio no fatal o accidente cerebrovascular) y potenciales trombosis”, aseguran en las conclusiones del estudio. Pero hay que hacer muchas advertencias al respecto.
Las muestras de sangre son de personas que ya presentaban previamente enfermedades cardiovasculares u obesidad. “Eran muestras de sangre que se puede deducir que venían de otros estudios”, advierte López. En este, participan “tres cohortes de pacientes con enfermedades cardiovasculares previas. Y lo que ven es que los que tienen más eventos de este tipo tienen más contenido de eritritol en sangre”, explica López.
“Como las personas del estudio ya tenían muchos factores de riesgo cardiovascular, no se puede demostrar que no fuera uno de estos otros factores el que causara el aumento del riesgo de coagulación, en lugar del eritritol”, advierte Oliver Jones, catedrático de Química de la Universidad RMIT (Australia), en declaraciones a SMC España.
Los científicos analizan muestras de sangre ya existentes, y miden en ellas el nivel de esta sustancia, pero se desconoce cómo ha llegado hasta ahí, a qué puede estar asociada. “Han estandarizado cómo medirlo correctamente. Y eso es importante. A partir de ahí ven qué efectos tiene sobre las plaquetas, la coagulación…”, advierte Botella, que subraya la importancia del método utilizado en el laboratorio. Pero hasta ahí. No se puede ir más allá.
Porque todos advierten de lo mismo. “No se puede asociar directamente que el consumo de eritritol sea un factor de riesgo”, advierte López. Simplemente se observa “una tendencia”. Botella explica que “el estudio plantea por qué pudiera producirse ese aumento del riesgo cardiovascular. Apunta un mecanismo biológico por el que pudiera aumentar el riesgo”. Pero no se puede ir más lejos.
“Debemos ser conscientes de que correlación no es causalidad. Como señalan los propios autores, encontraron una asociación entre el eritritol y el riesgo de coagulación, no una prueba definitiva de que exista tal relación”, advierte también Jones.
¿Por qué los hallazgos de este estudio no prueban esa relación causa-efecto? Porque para poder establecerla habría que hacer otro tipo de estudio. “En este no se están teniendo en cuenta factores como la edad, el sexo, los hábitos de vida, el IMC de la persona, la dieta…”, advierte López. Falta mucha información sobre los participantes, por tanto, como para que se pueda afirmar nada concluyente.
El estudio es válido e importante, destacan todos los científicos consultados, porque aporta indicios sólidos sobre una posible asociación entre este edulcorante y el riesgo cardiovascular. Pero ahora, dicen los expertos, habría que hacer otro estudio amplio, con personas sanas, bien diseñado. Lo advierten, incuso, los propios autores. “Se justifican estudios que evalúen la seguridad a largo plazo del eritritol”, concluyen en el estudio.
Lo que hay es “una asociación y un probable mecanismo por el cual se pudiera producir ese daño”, explica Botella. Y lo que hace falta ahora, subraya, es “hacer un estudio con personas que lo tomen y otras que no”, en el que se tengan en cuenta también sus hábitos de vida, sus factores de riesgo, sus comorbilidades, su dieta… “Y, dentro de unos años, vemos si ha habido más infartos o ictus”. Botella lo tiene claro: “Para tener la máxima evidencia de una relación causa-efecto, necesitamos un estudio prospectivo”.
“Este estudio es una buena razón para, de aquí en adelante, diseñar otro para ver si se puede establecer una causa-efecto. Moralmente, obliga a diseñar un estudio para ver si esto es verdad o no. Las pruebas que aporta son muy sólidas, pero son indicios. Que obligan a aclarar”.
Mientras llega ese nuevo estudio, que tardará años, la pregunta que nos hacemos es: ¿eritritol sí o no? “Como recomendación de la SEEN, es menos malo que el azúcar, pero no es bueno. Lo que recomendamos es que no se use ni una cosa ni la otra”, dice Botella. Ni azúcar, ni edulcorantes.
López, por su parte, recuerda que “el eritritol se considera seguro, no hay que eliminarlo del mercado”. Pero insiste en un consejo: “La mejor opción es no tomar ni azúcar ni edulcorantes. Son seguros y es una alternativa al azúcar, pero lo ideal sería no toma ni uno ni otro”. Y algo más, relacionado con esto: “Evitar todos los productos ultraprocesados”.
Tanto David Sinclair como Serena Poon coinciden al pedir cautela, mientras no se tengan más datos. “Es mejor pecar de precavido y limitar el consumo de eritritol por ahora”, advierten. Sin embargo, en declaraciones a SMC España, Gunter Kuhnle, catedrático de Nutrición y Ciencia de los Alimentos de la Universidad de Reading, tranquiliza al respecto. “La información es interesante y útil, pero definitivamente no es adecuada para preocupar a nadie”.
Oliver Jones es muy directo en su consejo: “Aunque creo que el hallazgo justifica sin duda una investigación más a fondo, no tire sus edulcorantes todavía. Este estudio solo analiza el eritritol y, en general, los edulcorantes artificiales se consideran seguros. Cualquier riesgo posible (y aún no demostrado) de un exceso de eritritol también tendría que sopesarse con los riesgos muy reales para la salud de un consumo excesivo de glucosa".