La OMS incluyó en su lista de enfermedades el covid persistente y ahora los investigadores dan otra vuelta de tuerca asegurando que es una enfermedad neurológica y como tal debe ser tratada. Pérdida de memoria, niebla mental, afectaciones en el olfato y gusto, son alguno de las secuelas de la enfermedad provocadas por el coronavirus y que los nuevos estudios vinculan con un trastorno autoinmune del cerebro.
Cuando los síntomas del covid persisten al menos tres meses después de la infección por el virus SARS-CoV-2 y lo peor, que pueden durar años se reconoce como síndrome posagudo de COVID-19 o PASC, (por sus siglas en inglés), covid de larga duración o persistente.
En Europa se calcula que son unos 17 millones de personas que sufren covid persistente, mientras que en Estados Unidos, las cifras son similares. El síndrome de covid posagudo afectaba a unos 16 millones de adultos y había forzado a entre 2 millones y 4 millones de estadounidenses a dejar de trabajar.
No son personas mayores, por el contrario, el covid de larga duración es muy frecuente en personas jóvenes sanas y puede seguir a una infección inicial leve. El mayor riesgo de sufrir PASC está entre los adultos que sufrieron covid grave y tuvieron que ser hospitalizados, entre ellos los fumadores, las personas con obesidad o con enfermedades autoinmunes.
La investigación sobre el covid de larga duración, realizada por la UCLA Health, grupos de hospitales reunidos de EEUU, aseguran que los síntomas más comunes, persistentes e incapacitantes del covid prolongado son neurológicos. Algunos se reconocen fácilmente como relacionados con el cerebro o los nervios.
La mayoría experimenta problemas cognitivos, como dificultad para memorizar, insomnio y trastorno del estado de ánimo pueden parecer más vinculados al cuerpo.
Sin embargo, como explicó la neurocientífica estadounidense Stephani Sutherland, todos estos reflejan "una disfunción neurológica, vinculada con el sistema nervioso autónomo, que dirige nuestros cuerpos para respirar y digerir los alimentos y, en general, hace funcionar nuestros órganos en piloto automático. Esta llamada disautonomía puede provocar mareos, latidos cardíacos acelerados, presión arterial alta o baja y trastornos intestinales, lo que a veces impide que las personas trabajen o incluso funcionen de manera independiente” .
La investigación, publicada por Scientific American resumen el caso de Tara Ghormley, una veterinaria, de California, con un historial académico sobresaliente, que en marzo de 2020 se contagió con el virus SARS-CoV-2.
Casi tres años después de aparentemente eliminar el virus de su cuerpo, sigue con problemas de arritmia, sufre de cansancio, problemas para concentrarse o pensar con claridad. Es una de las primeras personas en Estados Unidos en padecer COVID prolongado.
Ghormley, de 30 años, al infectar de covid tenía otras patologías subyacentes, como artritis reumatoide y asma, que la pusieron en riesgo de contraer un coronavirus grave. Los primeros días de la enfermedad los pasó en su casa con dificultades para respirar y luego fue al hospital, donde su tensión se disparó y su glucosa en sangre cayó precipitadamente. Aunque se recuperó, la mujer aseguró que “nunca” mejoró realmente.
Después de recibir el alta hospitalaria y regresar a casa comenzó a tener síntomas neurológicos. “Dejaba algo y no tenía ni idea de dónde lo ponía”, recordó. “Seguía ocurriendo una y otra vez. Trataba de hablar y sabía lo que quería decir, pero no podía pensar en la palabra”. También experimentó temblores, cambios de humor dramáticos e hipersensibilidad dolorosa a los sonidos. Cualquier esfuerzo, físico o mental, la dejaba exhausta y dolorida.
Sutherland recordó que, si bien el virus SARS-CoV-2 es nuevo, los síndromes posvirales no lo son. La investigación sobre otros virus, y sobre el daño neurológico causado por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) en particular, está guiando el trabajo sobre el COVID prolongado. Como se trata de un síndrome que causa muchos efectos en el cerebro, “ahora pienso en el COVID como una enfermedad neurológica tanto como una enfermedad pulmonar, y eso es definitivamente cierto en la larga duración del COVID”, dijo William Pittman, médico de UCLA Health en Los Ángeles, que trata a Ghormley y muchos otros pacientes.
Un análisis múltipe que agrupó 41 estudios realizado en 2021 concluyó que, en todo el mundo, el 43% de las personas infectadas con el SARS-CoV-2 pueden desarrollar COVID prolongado, y alrededor del 30%, lo que se traduce en aproximadamente 30 millones de personas, se ve afectado en Estados Unidos.
Otros estudios han arrojado diferentes estimaciones, aunque todas hablan de un número importante de afectados. Así en agosto de 2022, un trabajo realizado en los Países Bajos y publicado en la prestigiosa revista The Lancet reveló que uno de cada ocho adultos (12,7%) infectados por el COVID-19 experimenta síntomas a largo plazo.
Los adultos que habían tenido covid, 1 de cada 5 estaba experimentando covid prolongado tres meses después, según una encuesta de junio de 2022 publicada por el Centro Nacional de Estadísticas de Salud de Estados Unidos . En tanto, la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido colocó la estimación en 1 de cada 10. Incluso si solo una pequeña parte de las infecciones resultan en un covid prolongado, de acuerdo con los expertos, sumarán millones de personas más afectadas y potencialmente con distintos tipos de discapacidad.
Sutherland recordó que la mayoría de los primeros casos reconocidos de COVID prolongado fueron en pacientes que necesitaban terapia respiratoria prolongada o que tenían un daño orgánico evidente que causaba síntomas duraderos. “Las personas que informaron síntomas neurológicos a menudo fueron pasadas por alto o descartadas como traumatizadas por su enfermedad inicial y hospitalización”.
La psiquiatra de la Universidad de California en Los Ángeles, Helen Lavretsky, señaló que a fines de 2020, el primer año de la pandemia, “comenzamos se hizo muy evidente en ese momento que los síntomas neuropsiquiátricos eran bastante frecuentes, más comúnmente fatiga, malestar general, confusión mental, pérdida del olfato y trastorno de estrés postraumático, así como problemas cognitivos e incluso psicosis”.
Un estudio encontró que en las personas con síntomas neurológicos de covid, el sistema inmunológico parece activarse específicamente en el sistema nervioso central, provocando inflamación. La inflamación cerebral probablemente no sea causada por el virus que infecta ese órgano directamente.
Avindra Nath, quien estudió durante mucho tiempo los síndromes neurológicos posvirales en los Institutos Nacionales de Salud, encontró algo similar en un estudio de autopsias de personas que murieron por la enfermedad provocada por el coronavirus.
“Uno de los patrones que vemos son los pacientes que definitivamente cumplen con los criterios para EM/SFC (encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica). Esto es algo que estamos viendo y tratando todo el tiempo” en pacientes con COVID de larga duración”, dijo Pittman. El EM/SFC puede ser grave, con algunas personas que pierden la movilidad y quedan postradas en cama.
Los investigadores sospechan que el síndrome de fatiga crónica, como algunos casos de COVID prolongado, podría ser de naturaleza autoinmune, con autoanticuerpos que mantienen activado el sistema inmunológico. La EM/SFC ha sido difícil de estudiar porque a menudo surge mucho después de una infección leve, lo que dificulta identificar un desencadenante viral. Pero con un COVID prolongado, opinó Nath, “la ventaja es que sabemos exactamente qué inició el proceso, y puede detectar casos temprano en el [desarrollo de] síntomas similares a EM/SFC”.
La cardióloga Megha Agarwal de una clínica de UCLA ha asegurado que existen intervenciones médicas que pueden ayudar a los pacientes con covid de larga duración, como los medicamentos llamados bloqueadores beta (para los receptores beta-adrenérgicos que bloquean en el corazón) pueden disminuir la frecuencia cardíaca y mejorar los síntomas.
“Cuando se controla la frecuencia cardíaca, no solo mejora el bombeo”, dice Agarwal, también mejora la energía de las personas y la fatiga desaparece y, a veces, hay una mayor claridad mental”. Para algunos pacientes como Ghormley, los bloqueadores beta no son suficientes, por lo que se le prescribió un medicamento llamado ivabradina que redundó en mejoras reales, “así que ahora no se siente como si hubiera corrido el maratón de Boston cuando todo lo que hacía era sentarse y ponerse de pie en el trabajo o darse una ducha”.
Entre los síntomas más difíciles de Ghormley está su niebla mental, un término general para una serie de problemas cognitivos que dificultan su actividad diaria. Para los días en que Ghormley trabaja, toma Adderall, un estimulante que se usa para tratar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad y que la ayuda a concentrarse y mantenerse enfocada. Eso ha “ayudado inmensamente”, dijo la paciente.
Para las personas con COVID prolongado, muchas de ellas mujeres, se encontrban a menudo con que los médicos dudaban de que sus quejas fueran reales. “Los pacientes simplemente no se sienten escuchados”, aseguraron diferente investigadores durante el estudio.
Además de los medicamentos, otros tipos de terapias, incluida la fisioterapia, pueden ayudar a mejorar algunos síntomas. Pero las personas que experimentan la fatiga crónica enfrentan un desafío particular cuando usan terapias de movimiento.
Los invesgadores son optimista y aseguran que "muchos pacientes han mejorado con el tiempo. Tengo pacientes cuyos síntomas han desaparecido en el transcurso de un año, o desaparecen y ocasionalmente reaparecen”, aunque en algunos pacientes, dice, “podría durar muchos años”. “Vamos a abordar esto probablemente durante décadas”.