Enrique Galindo Bonilla, psicólogo: "La actitud en redes sociales es similar al nazismo"

  • Enrique Galindo Bonilla, psicólogo y escritor publica 'La mesa de la vida'

  • Enrique Galindo Bonilla es coautor de varios Planes de Salud Mental y de Estrategias de prevención del suicidio

  • 'Jetagramers': guerra a los 'influencers' jetas

El caso de Berta Vázquez y las críticas que ha sufrido tras la gala de los Goya dejan latente un canon de perfección irreal y una gordofobia relevante. Como la cara lavada de Sandra Sálamo, recibida con un aluvión de críticas. Es lo que Enrique Galindo Bonilla, psicólogo y escritor, lllama la dictadura de la felicidad en redes sociales que compara con el régimen nazi. Bonilla sabe de lo que habla.

Trabaja en el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam). Es coautor de varios Planes de Salud Mental y de Estrategias de prevención del suicidio. Forma parte del Grupo Regional de Prevención del Suicidio y ha colaborado más de 10 años con el Teléfono de la Esperanza. Ha publicado las novelas Decir tu nombre y La conferencia de La Muerte, el libro de relatos Barrer la carretera y el poemario Ángeles al doblar la esquina. Entre los premios obtenidos figuran el Gabriel Miró y el UNICAJA. Ahora publica el libro 'La mesa de la vida' (Editorial Desclee de Brouwer). Un libro más necesario que nunca. Primero porque la irrupción de influencers, una de las profesiones de futuro más deseadas por nuestros jóvenes, tiene su reverso oscuro, para ellos y para los que les idolatran en una idea de belleza y felicidad que no es real.

No es ajeno a la educación recibida y los parámetros que sostienen una débil autoestima el pico de suicidios y crímenes machistas en una sociedad que no está vacunada ante el sufrimiento. Porque aunque no lo parezca entre estos dramas hay relación y debilidad al fin y al cabo.

En la mesa en que Enrique Galindo disecciona nuestra realidad social se exponen ideas que cuestionan nuestro sufrimiento, ponen en duda que fracasar sea siempre eso, solo un fracaso, y se dan ideas reales -porque el autor ha vivido los dramas en persona- para aprender un método que nos ayude a encontrar alguna solución a los problemas. Como todo en la vida no es una fórmula mágica. En esta entrevista con Informativos Telecinco, Enrique Galindo es crítico, arremete contra esa cultura de la felicidad que nos ahoga -la llega a comparar con el nazismo del ser puro-, con ese odio a la rutina que nos estresa y con esa sobreprotección de unos padres que dejan indefensos a los hijos para enfrentarse a la vida. Que no es una story en Instagram ni una foto retocada.

Vemos cada día que estamos ante una sociedad que no sabe sufrir. Donde la depresión y la ansiedad campan a sus anchas. ¿Hemos educado mal a las nuevas generaciones?

Se educa mal cuando no se las protege, pero también cuando se protege en exceso. La frustración es necesaria y funciona como una vacuna ante los problemas que tarde o temprano tendrán. Está demostrado que a quienes se les hacen los deberes en la infancia luego tienen menor rendimiento. Si en el colegio nos pusieran siempre sumas de dos cifras no habríamos aprendido, pero nos complicaron con operaciones de 3 cifras, multiplicaciones, incluso formulas complejas, en las que fracasábamos para aprender. A los jóvenes se les tiende a proteger para que no sufran, con la excusa de que no pasen por situaciones por las que hemos pasado, pero es similar a si no se les vacunase contra el sufrimiento, ya que tarde o temprano tendrán que enfrentarse a dificultades: rechazo en el trabajo, despido, desengaño amoroso, oposiciones, conflictos con familiares o vecinos, muerte de seres queridos, enfermedades... Además, se educa en el logro, en el éxito material, en la competitividad, en lugar enseñar valores que aportarán bienestar, como la justicia, honradez, compañerismo, solidaridad, etc. Ha de ser la gente joven quienes den respuesta a su vida, si se la damos nosotros, lo que aprenden es a no ser responsables.

La frustración es necesaria y funciona como una vacuna

En algo tan crudo como la violencia de género se ve que hay individuos que no aceptan el rechazo: ¿Cómo se puede solventar ese tema? Porque se ha visto que las leyes no mitigan los casos. ¿Es un tema de educación, de enfrentarse al sufrimiento?

La sociedad está llena de creencias erróneas, de mitos sobre lo que es bueno o malo. Si crecemos considerando que otra persona, la pareja, es de nuestra propiedad; o que el amor ha de ser algo eterno, que si se siente celos eso significa amor, o que, como dicen algunas canciones “no puedo vivir sin ti”; todo eso incrementa la posibilidad del maltrato. Con el agravante de que quien ejerce el maltrato puede percibir como una agresión a su persona la decisión de la pareja de cortar la relación y que, al considerarse derechos sobre ella, la cosifica, y reaccione con violencia, sin respetar la libre decisión de cada cual. También implica falta de autoestima y de habilidades, a la vez que un atentado contra su “hombría”. Si en vez de eso, considera que vale por sí mismo o sí misma, que, aunque duela, no necesita a nadie para vivir o que puede encontrar otra pareja, como a mucha gente le ocurre, el final será mucho mejor.

Quien ejerce el maltrato puede percibir como una agresión a su persona la decisión de la pareja de cortar la relación y que, al considerarse derechos sobre ella, la cosifica

Las redes sociales se han convertido en un foco también de angustia donde los 'likes' nos dominan ¿Cómo afrontar las críticas en las redes?

Las redes sociales en internet contribuyen a difundir la idea falsa de que tenemos que ser felices, sí o sí. Y a quien no demuestre este estado de felicidad, de belleza, de perfección, etc., hay que expulsarle. La actitud es similar a la idea del nazismo de que debe existir una raza pura. Además, la autoestima depende de cada persona, de sus capacidades y habilidades, pero las redes hacen creer que lo único importante es la aprobación de los demás, basada en un sistema muy conocido en psicología como es el de los premios y castigos.

Las redes sociales en internet contribuyen a difundir la idea falsa de que tenemos que ser felices, sí o sí

Funciona como un termómetro que, al estilo de la medicina de guerra, decide quién ha de estar y quién no. Genera sufrimiento al compararse algo tan banal como el número de likes que se reciben, lo que se emplea como excusa para acosar o expulsar de ese paraíso virtual falso. ¿Cómo salir? Educando, informando y sobre todo, potenciando las fortalezas de cada uno, sus habilidades personales y la responsabilidad. Que la gente joven pueda comprender que la autoestima no depende de lo que opinen las demás personas, siempre habrá gente a favor y gente en contra (nadie consigue caer bien a todo el mundo a la vez), sino de los valores de cada persona y que cada persona es diferente de las demás.

En un mundo de imagen donde imperan los influencers, cómo se pueden gestionar esa exposición

Los y las influencer contribuyen a la idea de que son modelos de vida a seguir, que ellos son “felices” y la felicidad está en imitarles. Muestran formas simples de lo que creen que es ser felices, muchas veces basadas en formulas superficiales: vestir, bailar, o consejos sobre cómo vivir, sin una base real detrás ni conocimientos de psicología o de otras disciplinas. Vienen a difundir la idea de que ser felices es muy fácil, solo hay que imitarlos. Es verdad que hay excepciones. En Japón han proliferado suicidios de influencers jóvenes que no son capaces de soportar las críticas y con ello demuestran que la felicidad es algo más profundo. Los augures de la felicidad fácil, exportados sobre todo de Estados Unidos nos dicen que ser felices es tan fácil que si no lo conseguimos es por nuestra culpa.

Los y las influencer contribuyen a la idea de que son modelos de vida a seguir, que ellos son “felices” y la felicidad está en imitarles

Los suicidios ya han dejado de ser un tabú en los medios, pero ¿qué explica su aumento y más entre jóvenes?

En 2021 se suicidaron 75 jóvenes de menos de 19 años. Lo cual es una tragedia. Y ello no se debe a una sola causa. Solemos decir los y las profesionales que el suicidio es multicausal y multifactorial. A veces solo se ve la gota que colmó el vaso. Entre los factores de riesgo está la carencia de valores, el efecto imitación de otras personas, especialmente famosos (conocido como “efecto Werther”), la proliferación de creencias erróneas como que la felicidad es un bien material, fácil de conseguir.

Pero también la falta de perspectivas de futuro, la carencia de habilidades sociales, de comunicación o para resolver problemas, la escasa resistencia a la frustración, el acoso escolar a quienes sean diferentes, las exigencias paternales o académicas, la presión para cumplir con las expectativas que tienen otras personas de nosotros.

También la interpretación errónea de la realidad con creencias como que un pequeño fallo es una catástrofe, que sabemos lo que va a pasar, o lo que otras personas están pensando, la propia autoexigencia, la enseñanza basada en la competitividad, la banalización de la muerte, la exposición en redes sociales, la propia realidad de falta de metas en un futuro inmediato...

Comúnmente, se piensa en el suicidio como una forma de no sufrir, sin embargo, como decimos profesionales “Nadie quiere morir, lo que quiere es dejar de sufrir”. Entonces habrá que abordar las causas del sufrimiento, no de la muerte.

Nadie quiere morir, lo que quiere es dejar de sufrir

Cómo se educa a los niños y adolescentes ante el sufrimiento y la adversidad

Ese es el problema, no se les educa. Se les trata de facilitar el camino sin dejar que sean ellos quienes se esfuercen, sin que sean responsables de su propia vida. No se les vacuna. No se enseñan apenas valores ni formas de afrontar problemas. Crecen con la idea de que la muerte es algo provisional (los videojuegos resucitan a cada personaje que muere, dan vidas extra, el personaje aplastado por una roca a los pocos segundos está listo para seguir persiguiendo...). También creen erróneamente que las personas queridas van a superar en breve su pérdida si se matan, sin ser conscientes del dolor atroz que dejan de por vida, y sin posibilidad de superación. Es como si dijeran ante una adversidad a la que no saben cómo afrontar: Yo me suicidio y luego ya veremos. En el libro aparece que las letras de algunas canciones como “no puedo vivir sin ti”, lo viven como algo literal; que esa creencia implica demostrar amor, lo mismo que los celos.

No se enseñan apenas valores ni formas de afrontar problemas. Crecen con la idea de que la muerte es algo provisional, hasta en los videojuegos se resucitan a los personajes

Qué parte de culpa tienen los padres sobreprotectores

Muchos de los problemas que tenemos se basan en las creencias erróneas, en las formas de interpretar lo que ocurre. Decía Epicteto en el siglo I. “No son las cosas que nos pasan lo que nos hace sufrir, sino lo que pensamos sobre esas mismas cosas". Los padres y madres creen que demostrar amor a sus hijos es darles todo, que no les falte de nada y protegerlos para que no sufran. No se les puede culpar ya que hacen lo que creen que es mejor. Es lo mismo que recibieron ellos, en una suerte de cadena que, si no se detiene o se reeduca, seguirá así de generación en generación. No nos sirve culpar a los padres, debemos ahondar en las causas. La vida se compone de problemas y desavenencias a las que la gente joven habrá de enfrentarse. Se les protege para que no sufran, con la mejor de las voluntades, por amor, por lo que no se puede acusar a los padres de hacer lo que creen que es mejor. Pero con ello evitan que se fortalezcan, volviendo a la metáfora de la vacuna.

Los padres y madres creen que demostrar amor a sus hijos es darles todo

Decimos siempre que otras generaciones que han tenido que sobrevivir en ambientes duros estaban más preparadas para el sufrimiento y la desesperanza. ¿Qué hay de cierto en ello?

Cada generación cree que la suya es la mejor y la nueva es peor, que está degenerada o no preparada. Es una cadena que procede desde tiempos ancestrales. Lo cierto es que las circunstancias varían. Sin embargo, la generación anterior tuvo que “vacunarse” contra el sufrimiento, ya que pasó una guerra y una postguerra. Las desavenencias fortalecen. Por lo tanto, aunque no se puede generalizar si hay algo de cierto en el dicho.

La generación anterior tuvo que “vacunarse” contra el sufrimiento, ya que pasó una guerra y una postguerra

La sociedad acepta más el fracaso, pero no deja de ser un aprendizaje. Cómo se debe afrontarlo tanto en las relaciones personales como en el ambiente laboral.

Fracasar no siempre es un fracaso, sino un eslabón necesario para el aprendizaje de la vida. El conflicto y la incertidumbre forman parte de la existencia de todos los seres, y no debemos obviarlo. Hay varias formas de afrontarlo, y empieza por ser conscientes de que no existe una solución única a cada problema. Aceptar el problema es otra forma, o activar algún método de solución de problemas. En el libro propongo la técnica de Resolución de Problemas como la definen los psicólogos D´Zurilla y Golfried, en 5 pasos:

1. Saber que tengo un problema. Ya que hay personas que no se dan cuenta de que tienen un problema. Por ejemplo, en personas paranoicas, narcisistas o algunas mujeres maltratadas.

2. Definir el problema. Ponerle palabras concretas que expliquen el problema. No sirve, por ejemplo: me siento mal o no soy feliz.

3. Creación de alternativas. Generar cuantas más acciones posibles a realizar, por medio de la técnica de la Tormenta de ideas, en la que se aceptan posibles soluciones en las que se incluyen las absurdas u humorísticas.

4. Elegir la que creamos más idónea, incluso reservar un plan B. Aplicarla y mantenerla en el tiempo. Han de ser acciones para realizar nosotros, no sirve esperar que otra persona deba hacer algo.

5. Comprobar los resultados obtenidos. En caso de que no hayan sido satisfactorios, elegir el plan B o volver atrás y ver si está bien definido el problema. Al final, aunque no se haya conseguido el resultado esperado, es posible que algo ha podido cambiar, incluso nuestro punto de vista sobre el problema.

Otras formas de afrontar problemas son: planificar qué queremos hacer, autocontrol, evitar la situación conflictiva, incluso actitudes religiosas o de aceptación de la realidad.

Cómo notar y afrontar que hemos caído en depresión

La depresión no es un mal día, ni siquiera un estado de tristeza. Es una enfermedad que hay que tratar. No podemos decir “espero a que se me pase”, como tampoco diríamos lo mismo si nos hubiéramos roto una pierna. La depresión es un problema común de salud mental, que afecta entre el 8 y el 15% de la población. El principal síntoma que aparece es la tristeza, junto con la desgana de realizar actividades placenteras.

Sin embargo, el hecho de estar triste no tiene por qué indicar que se padece una depresión. La tristeza es una emoción natural que cumple una función adaptativa de la persona. La depresión, sin embargo, es una enfermedad que incluye más síntomas y que varía en cada persona: ansiedad, irritabilidad, ganas de llorar, falta de energía y cansancio, estado de pesimismo, pérdida de interés por actividades que antes gustaban, baja autoestima, sentimientos de inutilidad y culpa, pensamientos acerca de la muerte (incluso deseos de morir), problemas de sueño y apetito, pérdida de deseo sexual, problemas de concentración, de memoria, aislamiento, etc. Por ello, cuando se detecten algunos de estos síntomas. O ante la duda, consultar con profesionales médicos o de la psicología. La medicación específica, combinada con tratamiento psicológico suelen dar buenos resultados.

La depresión no es un mal día, ni siquiera un estado de tristeza. Es una enfermedad que hay que tratar

Qué enfermedades puede provocar esa falta de control sobre las emociones

Las emociones, incluso las consideradas popularmente como “malas”, no lo son. Sobre todo, el miedo, la tristeza y la ira. Cumplen con la función de salvarnos y adaptarnos a las vicisitudes de la vida. El miedo nos permite huir ante un peligro, la Ira, enfrentarnos a un peligro y la tristeza nos recoge en nuestro interior, nos concede una pausa para reflexionar y reconsiderar dónde estamos y qué queremos hacer con nuestra vida (readaptarnos). Su mala fama es porque suelen desagradables, y como nos educan para rechazar lo que no nos gusta, las rechazamos. Sin embargo, han inspirado multitud de actividades culturales; novelas, poesía, teatro, cine, pintura....

Los síntomas que puede generar la deficiente gestión de las emociones, incluido el estrés, cuando se prolongan son muy variadas y de tipo físico (dolores musculares, digestivos, sexuales, de cabeza, temblores, palpitaciones, sensación de falta de aire, nausea, estreñimiento, etc.) y psíquico (depresión, falta de concentración, insomnio, preocupaciones persistentes, pérdida de memoria, irritabilidad, obsesiones, rigidez de pensamiento, baja autoestima, etc.), además de problemas de relación, familiares, en el trabajo o los estudios. Por ello, siempre, ante la duda, conviene consultar con profesionales sanitarios o de la psicología.