La pediatra Inma Sau llegó a Bañolas (Girona) en 1992, la época de la reagrupación familiar de migrantes. A su consulta acudían niñas de origen africano a las que se había sometido a una mutilación genital. Treinta años después, la labor de concienciación de estos profesionales ha conseguido reducir drásticamente esta práctica.
El 98 % de las mujeres que llegan a España de países como Mali, Somalia o Guinea han sufrido mutilación genital, una violencia que muchas de ellas asumen como parte de su cultura y tradición, con el riesgo que eso supone para sus hijas, y que desde la consulta del pediatra se aborda con las familias para intentar erradicar.
No es fácil y tampoco se consigue de un día para otro. El clima de confianza y seguridad es fundamental para que las familias, especialmente las madres, se abran y puedan contar sus experiencias, dudas y miedos.
Lo sabe bien esta pediatra que en la actualidad pasa consulta en Santa Coloma de Farners (Girona), y que lleva más de 30 años trabajando con el colectivo migrante en distintas localidades de esta provincia (también en Bañolas y Olot) y también con la ONG Jokkere Endam.
"Cuando llegué a Bañolas en el año 92 era un momento de mucha reagrupación familiar. Llegaban las niñas y todas estaban mutiladas y cuando lo comprobaba miraba a las madres y les preguntaba: ¿por qué les hacéis esto? Ellas me fueron explicando y de ellas fui aprendiendo", relata a EFE esta pediatra con motivo del Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina que se celebra este lunes.
Al cabo de cinco años, Inma se encontró por fin con la primera niña que viajó a su país de origen y que volvió a España sin mutilar.
"Su madre, una mujer analfabeta pero que llevaba aquí lo suficiente como para comprobar que no se mutilaba a las niñas, venía a mi consulta y me contaba que tenía que llevar a sus tres hijas de vuelta a su país porque su suegra así lo quería, pero me decía que ella no quería que mutilaran a las niñas", recuerda.
Así fue como esta pediatra hizo su primer certificado -un compromiso de prevención de la mutilación genital femenina que se expide desde el centro de salud y que firman los padres-. "Estaba lleno de sellos" y advertía de las consecuencias de llevar a cabo esa práctica en las niñas.
"Las dos hermanas mayores se quedaron dos años con la abuela y la más pequeña, nueve meses. No se mutiló a ninguna niña, porque ese papel con muchos sellos tiene un gran valor dentro de la comunidad", subraya Inma, que recuerda la enorme alegría que sintió.
Ese trabajo le llevó cinco años. Ahora, según señala, el 95 % de las niñas que viajan a su país de origen vuelven sin mutilar. "A principio, el 80 % de las madres y el 50 % de los padres no querían que sus hijas pasaran por eso. Ellas son las que han hecho ese cambio de mentalidad.
"Esa mamá, como todas, sólo quería proteger a sus hijas", afirma esta pediatra.
Y lo corrobora Sulekha, que llegó de Somalia hace 20 años y que es una superviviente de mutilación genital femenina.
"Cualquier madre quiere lo mejor para sus hijas", pero "necesitamos apoyo, cariño y poder sentirnos cómodas para contar nuestra historia y no sentir un doble castigo, el de la mutilación y el de sentirnos como un bicho raro por lo que nos ha ocurrido", afirma.
A eso se suma que muchas de estas mujeres no son conscientes de la violencia que han sufrido. "Tienen que saber que lo que les ha pasado no es bueno y que no se lo pueden hacer a sus hijas", añade.
"La mutilación no es sólo física, también es mental. Con ella le están diciendo a la mujer cuál es su papel en la sociedad, un papel menor, le estás diciendo que no vas a poder tener placer, que no vas a poder decidir sobre tu sexualidad o sobre los hijos que quieras tener", advierte Inma.
En este sentido, asegura que muchas de estas mujeres tienen que pedir permiso a su marido hasta para salir de casa y "si el médico no les pregunta por qué no vino el otro día a la consulta y les da espacio para abrirse y contártelo", no lo van a hacer.
En esta misma idea redunda Koumba, superviviente de mutilación, que anima a los médicos a indagar las razones por las que una mujer no acude a una consulta programada. "Hay mucha violencia contra las mujeres, que viven sometidas y controladas por sus maridos", lamenta.
Y recalca la necesidad de establecer vínculos entre médicos y mujeres con hijas. "Deben citarlas muchas veces para establecer esa conexión e ir explicándoles lo que significa la mutilación", generar un espacio seguro para que las mujeres se sientan cómodas y puedan hablar de sus problemas.
Inma asegura que cuando una familia llega a la consulta del pediatra con sus hijas y se aborda el tema de la mutilación "si les dejas tiempo para que reflexionen y te pregunten, sirve. Sirve para que cuando las niñas viajan a su país, vuelvan sin mutilar".
Pero advierte de que "lo que no puedes es usar el protocolo el día antes del viaje". "No sirve de nada que una familia firme un papel si no está convencida, y una familia convencida aquí, va a convencer a su familia allí y se va a convertir en defensora de los derechos de las niñas".
"Cuando una familia entiende que niños y niñas son iguales, que las oportunidades deberían ser las mismas, el cambio es profundo, pero ese cambio profundo es más lento", explica.
Todas ellas han prestado su testimonio esta semana en Madrid en un acto organizado por Save a Girl Save a Generation y Mundo Cooperante para promover las buenas prácticas y apoyar a supervivientes de mutilación genital femenina.