Henar tenía 24 años cuando cortó por completo la relación con la que había sido su mejor amiga desde que tenían siete años. Tal y como comparte con Yasss, “fue una de las épocas más duras de mi vida”.
Todo empezó en la universidad. “Nos empezamos a alejar un poco pero lo entendí perfectamente. Al final cada una estudiaba una cosa y conocíamos gente. El problema es que empezó a dejarme de lado. Nunca la veía, no me contestaba y cuando quedábamos era con más gente. Yo la echaba mucho de menos”, recuerda la joven de ahora 28 años. “Así fueron los cuatro años de carrera y cada vez iba a peor. Recuerdo una vez que prácticamente le supliqué vernos porque mi padre estaba pasando por una enfermedad y necesitaba el apoyo de ella. Después de insistir muchísimo, me dijo que sí y cuando vino a casa, trajo a otra amiga suya. Le pedí estar solas y me dijo que tenía suerte de que pudiese sacar un rato para vernos. No fue ni mucho menos el último feo que me hizo”.
Tras la universidad, la situación fue a peor. “Me mentía, me hacía comentarios muy feos juzgándome y se enfadaba cuando yo intentaba seguir adelante y hacer amigos más cercanos. Criticaba a todo el mundo que me rodeaba y empecé a cansarme”, confiesa Henar. “Al final me mudé y cuando volví a la ciudad en verano unos días, me dijo de quedar. Yo no quise verla porque después de todo, ya no quería dedicarle mi tiempo. Me montó un pollo tremendo y yo corté el contacto”.
Lidiar con las mentiras, la falta de apoyo, el distanciamiento y la pérdida, fue muy duro para Henar. “Lo difícil no fue cuando corté la amistad, sino los años que aguanté. Que una pareja te falle duele, pero perder a tu mejor amiga poco a poco sin poder hacer nada para evitarlo, te destroza”, reflexiona.
Cuando pierdes a un amigo porque está fallándote o cuando estás notando que la amistad muere poco a poco, es normal sentir un dolor muy grande. Esto es lo que se conoce como duelo psicológico.
Dependiendo de las circunstancias, puede durar semanas, meses o años, y durante ese tiempo es normal experimentar:
A medida que vamos gestionando todas estas emociones, logramos aceptar la pérdida y construir relaciones sanas con otros amigos.