La vida para las familias con niñas y niños con autismo, en ocasiones, es muy complicada. Una lucha diaria por conseguir pequeñas mejoras en sus hijos a los que les puede costar, por ejemplo, el ir al dentista. Para ponerles un empaste necesitan anestesia general. Y no en todas las comunidades autónomas se lo ponen fácil. Al final esto se traduce en meses de lista de espera. Piden soluciones.
Lo intenta a diario y el resultado es siempre lo mismo. Adam tiene autismo y no consiente el cepillo de dientes, por eso presenta ahora infecciones y caries. Lo de ir al dentista es complicado: "Lo que les dice es 'de pie y sin tocar'. Y hasta ahí hemos llegado", comenta su madre. La única solución de la que disponen para un simple empaste en León, donde viven, es quirófano y anestesia general.
Adam lleva ocho meses en lista de espera y todavía no tiene fecha para ser atendido en el dentista: "Tiene solución y no la están poniendo", agrega la progenitora del pequeño. Ella se refiere al servicio de sedación para niños y niñas con necesidades especiales. En algunas regiones, como la Comunidad de Madrid, está funcionando de forma correcta en el Hospital Universitario Infantil Niño Jesús.
Lucas, otro pequeño con autismo, ha acudido hasta allí porque tampoco colaboraba: "Se tensa mucho, empieza con el llanto. Es imposible", explica su madre. Los profesionales, con delicadeza, le piden estar "tranquilo". La intervención es de la siguiente forma. El gas hace efecto y el niño se relaja. Esboza una sonrisa, abre la boca y empieza el empaste. Sedado, pero consciente. Se realiza un control permanente de sus constantes vitales, mientras que la dentista puede trabajar: "Es muy habitual que haga falta dormir para curar todo lo que tiene". Solo 40 minutos después, vuelta a la consciencia plena y todo acaba de la mejor manera posible. La boca de Lucas está saneada.