Una disculpa puede ser una expresión vacía, tal y como sucede cuando decimos ‘lo siento’ para evitar una discusión, pero sin sentirlo de verdad. ¿Por qué lo hacemos?, cabría preguntarse. A veces, porque nuestro orgullo nos ciega. En otras ocasiones, porque nos sentimos tan culpables que queremos olvidar nuestro error, así que usamos las disculpas como una varita mágica o una goma de borrar.
Siento decirte que los conflictos no se resuelven así, y es que para que un ‘perdón’ sirva de algo, tiene que cumplir seis requisitos.
No lo digo solo yo, sino que un estudio de la International Association for Conflict Management (IACM) llegó también a esta conclusión.
“No todas las disculpas son iguales”, explicaban Roy Lewicki, Beth Polin y Robert Lount, responsables de la investigación, “ya que las disculpas que contienen más componentes son más eficaces. Además, hay ciertos componentes que son más importantes que otros”.
Estos son los seis requisitos de una disculpa perfecta:
El primer paso es mostrar tu malestar por lo sucedido, es decir, la tristeza que sientes por haber hecho daño a la otra persona. Si pides perdón descojonándote de la risa, con más frialdad que una pechuga de pollo congelada o enfadado con la otra persona, de poco va a servir.
La tristeza puede ser muy compleja y confundirse con otras emociones como la ansiedad, la vergüenza o la frustración. Sea como sea, verbaliza tu malestar porque, aunque para ti sea muy obvio, la otra persona no puede leerte la mente.
El siguiente paso es explicar detalladamente por qué hiciste lo que hiciste y cuál fue exactamente el error y cuáles son las consecuencias de éste.
De nuevo, para ti puede ser algo obvio, pero la otra persona no sabe qué es lo que se te pasa por la cabeza. Además, al verbalizar tu error, dejas claro que sabes en qué has fallado.
Una vez hayas explicado detalladamente lo ocurrido, toca asumir la responsabilidad. ¡Ojo! En esta fase hay que tener mucho cuidado de no culpabilizar a la otra persona, algo que a veces hacemos sin darnos cuenta.
No es lo mismo decir “perdón si te has ofendido” a decir “perdón haberte ofendido”. Como ves, con la primera expresión estás responsabilizando a la otra persona de lo que ha ocurrido, sugiriendo implícitamente que es muy dramática o que exagera.
Otro ejemplo lo encontramos en las frases “perdón si me has entendido mal” y “perdón por no haberme sabido explicar”. De nuevo, con la segunda expresión nos responsabilizamos del error.
Como dato a tener en cuenta, según la investigación, este es el componente más importante de una disculpa.
A la hora de mostrar arrepentimiento es muy importante aplicar la escucha activa, es decir, permitir que la otra persona hable y prestarle atención de verdad.
Después, expresa tu empatía con frases como “entiendo que te haya dolido tanto”, “soy consciente de por qué te ha ofendido”, “soy consciente de mi error y me gustaría no haber actuado así”.
Esta fase implica decir qué estás dispuesto a cambiar de tu comportamiento para que esto no vuelva a pasar. Como psicóloga, considero que esta es una de las partes más importantes de una disculpa junto al reconocimiento de la responsabilidad.
Si tu pareja está enfadada porque nunca limpias la casa, haz autocrítica y ofrece una solución: “a partir de ahora voy a encargarme de poner la lavadora y de barrer”, por ejemplo.
Es fundamental ser realista: no prometas un cambio radical e inmediato si no vas a ser capaz de llevarlo a cabo, porque tu pareja volverá a enfadarse con razón y las disculpas serán vacías.
Finalmente, asegúrate de que la otra persona te ha perdonado. ¿Cómo? Preguntando abiertamente qué es lo que opina de todo lo que le has dicho durante la disculpa y si es capaz de pasar página.
¿Y si no me quiere o puede perdonar todavía? Entonces, conviene dejarle algo de espacio y tiempo para pensar en lo ocurrido y procesar tus disculpas.