Subirse a un avión dispuesto a pasar largas horas en su interior es una experiencia que se hace mucho más llevadera si nuestro destino tiene forma de vacaciones, pero la realidad es que a pocos nos resulta agradable esta experiencia. Por muchas comodidades que nos ofrezca la compañía con la que viajemos, existen ciertas molestias que van asociadas inevitablemente a los vuelos de larga distancia y que también tienen que ver con nuestra salud. ¿Qué efectos tienen en el cuerpo los vuelos de larga distancia?
Los vuelos de larga duración traen de la mano el famoso jet lag que, tal y como explica Mayo Clinic, consiste en una serie de síntomas relacionados con el desfase horario. Se trata de un problema temporal del sueño que puede afectar a cualquier persona que viaje y pase rápidamente por varios husos horarios, y tiene que ver con el hecho de que todos tenemos nuestro propio reloj interno (ritmos circadianos) que nos indica cuándo debemos permanecer despiertos y cuándo dormir.
Si nuestro cuerpo está sincronizado con un huso horario determinado y lo cambiamos de golpe, tardaremos un tiempo en adaptarnos: cuantos más husos horarios hayas cruzado, mayor es la probabilidad de que experimentes desfase horario. Sus efectos consisten en fatiga diurna, malestar, dificultad para mantenerte alerta y problemas gastrointestinales. Afortunadamente, es temporal.
Además del jet lag, existe el llamado síndrome de la clase turista, que tiene que ver con el hecho de pasar largas horas sentados inmóviles en el mismo lugar. Por eso se recomienda levantarse cada cierto tiempo y caminar a lo largo del avión, así como estirar un poco para evitar ese entumecimiento de los músculos. Así lograrás también reducir la probabilidad de sufrir trombos.
Otro problema habitual es la deshidratación: por eso se recomienda no consumir alcohol durante los vuelos prolongados y, al contrario beber mucha agua para compensar esa sequedad extra. Esta deshidratación se debe a los bajos niveles de humedad en la cabina en comparación con lo que suele ocurrir en tierra firme. Es frecuente que notemos sequedad en la garganta, los ojos, la nariz... y que nuestra piel se resienta. Usar crema hidratante también puede ayudarte.
Además, los dolores de oído, de cabeza y los problemas intestinales relacionados con los cambios de presión también son muy habituales.También podemos sentirnos más cansados porque la cantidad de oxígeno que nuestro cuerpo absorbe en cabina suele ser inferior que el que se absorbe en tierra.
Por último, en cuanto a los problemas circulatorios y posibilidad de coágulos o trombos, es importante mantenerse en movimiento, especialmente si ya arrastramos problemas de este tipo. Las medias de compresión también pueden ser de gran utilidad, así como la hidratación constante. Ten en cuenta que los síntomas de un posible coágulo tardarán un poco en manifestarse (probablemente después del vuelo) y que debes permanecer atento a síntomas como dolor o hinchazón en una pierna, dolor en el pecho, dificultad para respirar... Si te ocurre, no lo dejes pasar: acude a un médico para que pueda analizar tu caso.