Se habla constantemente de la ansiedad como algo negativo, pero lo cierto es que todos tenemos ansiedad. ¿Por qué? Pues porque es una emoción que forma parte de nuestro cerebro al igual que la alegría, la tristeza, la sorpresa o el amor.
La ansiedad es un aviso de que se avecina un posible peligro. Nuestro cuerpo y nuestro cerebro se activan para prepararnos. Es lo mismo que ocurría a nuestros antepasados cuando salían a cazar, pero a día de hoy las situaciones peligrosas se han vuelto más complejas.
La gran pregunta es por qué aparece esta ansiedad problemática, y la respuesta la encontramos muchas veces en el aprendizaje vicario.
La ansiedad vicaria es aquella que tiene lugar a raíz de las experiencias ajenas o, lo que es lo mismo, son los miedos que otras personas nos meten en la cabeza (y el concepto de “otras personas” casi siempre hace referencia a “nuestros padres”).
Estos miedos vicarios o aprendidos pueden crearse por:
Estos miedos vicarios suelen guardar relación con situaciones que pueden ser peligrosas, pero que en la mayoría de los casos no lo son. El ejemplo típico es conducir un coche: muy pocas personas tienen un accidente, pero te meten esa mínima probabilidad en la cabeza y acabas conduciendo con ansiedad.
Otros ejemplos de miedos vicarios son los deportes con un mínimo riesgo como esquiar, el surf, el ciclismo o el montañismo. ¿Hay gente que tiene accidentes practicándolos? Sí, pero la cifra es minúscula en comparación con todos los que los practican y disfrutan con seguridad y salud.
También se puede inculcar miedo a algunas actividades lúdicas como ir a un parque de atracciones o salir de fiesta. ¿Puede estropearse una atracción? Pues igual sí, pero las probabilidades son insignificantes. ¿Pueden agredirte de fiesta? Pues también, pero pasa lo mismo: es poco probable.
Los miedos vicarios tienen una consecuencia muy negativa: no nos hacen prudentes, nos hacen miedosos.
Las personas que nos inculcan estos miedos suelen ser los padres, como ya he dicho, y generalmente es por pura preocupación. Quieren que estés a salvo, pero sus cuidados se convierten en sobreprotección y la sobreprotección es el caldo de cultivo perfecto para la ansiedad.
Por eso es importante analizar cuáles son tus miedos y de dónde provienen. Si sufres ansiedad vicaria, mi recomendación como psicóloga es tener una charla con tus padres (o con la persona que te mete miedos en la cabeza) para que relaje un poco su discurso y en vez de asustarte o condicionarte para evitar ciertas situaciones, te anime a ser independiente y exponerte a retos.
No es lo mismo decir “ten cuidado que te puedes matar haciendo paracaidismo” a decir “sigue las medidas de seguridad, haz caso a lo que te diga el experto y pásatelo bien”. Mientras que con la primera frase se educa en la ansiedad, con la segunda se educa en la prudencia, y creo que todos estamos de acuerdo en lo que es mejor.