Las relaciones sanas no surgen mágicamente, sino que se construyen. Pero, ¿y qué pasa cuando solo una de las partes se esfuerza?
Eso es lo que ocurre cuando conoces a una persona y empezáis a pasar tiempo juntos, surgen sentimientos de amor, tenéis sexo…, pero en cuanto nombras la etiqueta “pareja” o “relación”, tu ligue se asusta como si hubiese visto un fantasma.
La relación no avanza y empiezas a agobiarte, a sentirte una persona pesada o desesperada, a cuestionar tu forma de amar o incluso a desarrollar dinámicas de dependencia emocional. Y ojo, el problema no es que tu ligue prefiera ir despacio o que no esté preparado para una relación seria o una relación monógama convencional. Eso es completamente respetable. El problema es que tu ligue se escuda en que no sois pareja para actuar de forma emocionalmente irresponsable. En otras palabras, tenéis una no-relación.
Antes de definir una no-relación, conviene tener dos cosas claras.
En primer lugar, que dos personas pueden estar en un punto diferente de la relación y no pasa nada. Esto no significa que la relación vaya a fracasar. Para que esa relación funcione, hace falta comunicación. Si tienes dudas y quieres saber en qué punto estáis, tienes derecho a preguntar.
En segundo lugar, que dos personas pueden tener una idea diferente de las relaciones y no pasa nada. Optar por la monogamia o preferir una relación abierta o poliamorosa son modelos relacionales igual de válidos. Sin embargo, no puedes presionar a tu pareja para que acepte tu idea de relación si prefiere otra.
Sabiendo esto, nos encontramos con cuatro problemas muy comunes:
Estos cuatro problemas son los que definen una no-relación. Se trata de un amor a medias en el que tienes todo lo que quieres (planes divertidos, conversaciones profundas, sexo increíble…), pero en cuanto intentas comunicarte, comprometerte, pedir responsabilidad afectiva o ponerte de acuerdo con tu ligue, él o ella se bloquea, cambia de tema o directamente se enfada.
Lo más fácil es identificar una no-relación. Lo difícil, desgraciadamente, es salir de ahí. ¿El motivo? Que nos aferramos a la falsa creencia de que la otra persona va a cambiar, de que va a comunicar sus emociones en un discurso romántico digno de película, de que va a enamorarse y buscar el compromiso de la noche a la mañana, de que va a optar por la monogamia solo si es contigo…, y no.
Esto ocurre en las películas, pero en la vida real acabas esperando y desesperándote. Poco a poco, tu autoestima se hunde y la ansiedad se descontrola, pero la confundes con “mariposas en el estómago”.
Si tu relación te mantiene en un estado de incertidumbre constante, es importante apostar por tu salud mental. Esto significa hablar con tu ligue sin filtros ni tabúes. Dile qué necesitas y pídele que se exprese claramente para saber qué necesita él o ella. ¿Y si no busca lo mismo o si no es capaz de comunicarse contigo? Entonces, lo ideal es daros un tiempo.
El problema es que aplicar el contacto cero cuesta mucho porque las no-relaciones son adictivas. Enganchan como una droga porque, aunque estéis días sin hablar o te trate fatal, en el momento en el que te hace un poco de caso parece que todo compensa. Esto no es amor, es dependencia emocional. Si la sufres, busca orientación psicológica para poder fortalecer tu autoestima.
Recuerda que un amor sano es aquel que te ofrece tranquilidad y seguridad. Si te quita la salud mental, ahí no es.