Quién no ha visto a un grupo de adolescentes con unas latas de colores vibrantes entre sus manos sentados en un parque pasando la tarde. Probablemente, ninguno de ellos sepa que beber estas bebidas energéticas, como así se denominan, es como tomarse tres cafés solos seguidos. La enorme cantidad de cafeína, además del resto de sustancias que contienen, las hacen potencialmente muy peligrosas. Sin embargo, su consumo es cada vez más extenso, sobre todo entre los más jóvenes. Según datos de la Encuesta sobre alcohol y otras drogas en España, Edades 2022, dada a conocer este miércoles por el Ministerio de Sanidad, más del 40% de los chicos de entre 15 y 24 años ha consumido este tipo de bebida en el último mes.
Carlos Casabona, pediatra, escritor, divulgador y un apasionado de la educación nutricional en la infancia y en las familias, lleva años advirtiendo sobre ello: “Estas bebidas, que deberían llamarse estimulantes, tienen 40 tipos distintos de efectos y, desgraciadamente, se han dado bastantes casos de muerte súbita asociados, sobre todo, al ejercicio físico intenso”. Casabona es autor de Beber sin sed (Ediciones Paidós), junto con Julio Basulto, y de Tú eliges lo que comes (Ediciones Paidós).
Pregunta. ¿Qué le parecen las bebidas denominadas energéticas que tan alegremente toman los adolescentes?
Respuesta. Para empezar, es un nombre impostado. Se lo han inventado los mismos que las venden. Tanto la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria como la Organización Mundial de la Salud (OMS) no tienen una definición legal ni acordada y consideran que es una denominación engañosa. La OMS y los expertos preferiríamos que se llamaran bebidas excitantes. En el libro Beber sin sed hay un capítulo entero sobre este tema: son bebidas que tienen una publicidad engañosa y en España se distribuyen junto a los refrescos, lo que implica que su distribución sea universal, es decir, que se vendan en todos lados, también en las tiendas de chucherías y dulces donde entran miles de niños.
P. ¿Cómo es posible que esto suceda?
R. Este grupo de bebidas se empezaron a vender en España en 1996. No tienen ninguna tradición, pero el impacto que han tenido es tan tremendo que políticamente no hay manera de que se las meta mano. Ante la idea de que puedan ser reguladas como bebidas peligrosas y de que tengan una distribución como en algunos países más serios, estas empresas se defienden con uñas y dientes.
P. ¿Por qué son tan peligrosas?
R. Sencillamente, por las altas dosis de cafeína que llevan. Cuando vas a tomar algo, a nadie se le ocurre pedir tres cafés solos juntos. Y, sin embargo, estas bebidas de medio litro llevan la misma cafeína. El problema es que además les ponen montones de otras sustancias cuyos efectos a largo plazo desconocemos: glucuronolactona, taurina o vitaminas B por un tubo (el 300% de lo que necesitaríamos en un día). Y a la juventud, que no tiene por qué tener bagaje nutricional y científico, les asombra. Es un cóctel que, si ya de por sí tiene altas dosis de cafeína, encima le ponen ginseng, guaraná, taurina, glucuronolactona y vitaminas en dosis elevadísimas. El efecto a largo plazo se irá viendo, pero, desde luego, a corto plazo ya estamos comprobando alteraciones a múltiples niveles.
P. ¿Cómo cuáles?
R. El problema es la falta de ética de su publicidad para el target al que se dirige, porque son adolescentes y jóvenes. El 68% de los que beben estas bebidas energéticas tiene menos de 18 años. Es decir, que el grupo de mayor consumo no son los adultos sino el grupo de 10 a 18 años. Aunque en sus botes ponen por ley, aunque algo escondido, que no están recomendadas a niños ni mujeres embarazadas ni personas sensibles a la cafeína. Tendría que poner que no están recomendadas para menores de 18 años con letras muchísimo más grandes. Solo con eso bajaría muchísimo la venta. En países como Dinamarca, Islandia, Noruega, Suecia e, incluso, Francia, llegaron a estar prohibidas por un principio de precaución después de que muchos estudios señalaran que eran una bomba atómica para la salud. Más adelante se determinó que no podía prohibirse en unos países sí y en otros no. Aun así, en estos países ahora regulan su distribución como las bebidas alcohólicas.
P. ¿Qué efectos nocivos producen en adolescentes y jóvenes?
R. Si tenemos en cuenta las dosis altas de cafeína en niños que no tienen todavía su organismo adaptado a productos excitantes, los efectos que ya en adultos vemos se potencian y se agravan. Hay 40 tipos distintos de efectos secundarios. En el sistema cardiovascular, puede producir taquicardia, arritmias y palpitaciones. Está demostrado que en personas que puedan tener un defecto, que igual antes no sabían, al ingerir esas dosis de cafeína y hacer ejercicio físico intenso, pueden provocar una isquemia miocárdica. Es decir, que zonas del corazón se van a quedar sin riego. También puede generar una hipertensión, cardiomiopatía, trombosis coronarias y, desgraciadamente, se han dado bastantes casos de muerte súbita asociados, sobre todo, al ejercicio físico intenso.
P. ¿Qué otros efectos pueden producir?
R. En el sistema nervioso, insomnio, cefaleas, mareos e hiperactividad. También ansiedad, así como ictus. En cuanto a los efectos asociados a la patología psiquiátrica, ahora se ven más psicosis o empeoramiento de las que ya había, conductas más agresivas e, incluso, alucinaciones o agitación neuropsiquiátrica. En el aparato digestivo pueden haber alteraciones del esmalte dental, carie, náuseas, vómitos, diarrea y, en casos de consumo elevado, se han dado casos de hepatitis fulminantes. Además, provocan sobrepeso y obesidad, sobre todo las latas que contienen muchísima azúcar, calambres, fasciculaciones musculares o deshidratación. También está el riesgo de dependencia, por la cafeína, baja autoestima y fracaso escolar. Para rematar el pastel, en pruebas analíticas puedan aparecer alteraciones. Además, la mitad de los chavales que toman bebidas estimulantes las mezclan con alcohol.
P. ¿Deberían regularse estas bebidas?
R. En octubre de 2021, el Ministerio de Consumo dijo que iba a prohibir la publicidad dirigida a menores de alimentos nocivos para su salud. Y, entre ellos, estaban las bebidas energéticas. Pero más de un año después, esto no se ha llevado a cabo. Unas de las cosas que está intentando la industria alimentaria es que se coloquen las bebidas estimulantes al lado de las deportivas, cuando no tienen nada que ver, porque estas últimas reponen electrolitos cuando se hace mucho deporte.
P. ¿Podrían estas bebidas ser un anticipo de otras sustancias más fuertes que más adelante puedan consumir los jóvenes?
R. Sí, esto está estudiado. Es verdad que sí hay grupos de jóvenes que las beben que no salen de noche, ni toman marihuana, ni alcohol. Pero su consumo, en general, se asocia al tabaco, al alcohol y a otras drogas psicoactivas, a ocio nocturno, a llegar a casa más tarde, a prácticas sexuales inseguras, a comportamientos violentos y accidentabilidad, según el estudio Prevalencia y factores asociados al consumo de bebidas energéticas en jóvenes de la provincia de Barcelona. En el perfil de mayor consumo, el 60% de los que tomaban con asiduidad bebidas estimulantes eran varones, inmigrantes de primera generación y padres sin estudios.
P. ¿Por qué el riesgo de que un menor consuma este tipo de bebidas está asociado al nivel socioeconómico de su familia?
R. Porque el fin de semana los que tienen dinero se van a esquiar o a montar a caballo o de viaje y lo de estar sentado en una plaza aburrido se pasa mejor con estas bebidas y unas pipas. En las familias con mayor nivel cultural, los padres están más preocupados en que sus hijos coman mejor.
P. ¿Quién tiene la responsabilidad del consumo de estas bebidas?
R. No solo tienen la culpa estas grandes corporaciones que las fabrican por el tipo de publicidad que hacen o los políticos por permitirlas, también las pequeñas tiendas de barrio, muchas regentadas por personas con pocos recursos, que las venden. El otro día, mi mujer y yo entramos en una tienda de chuches y en la típica nevera había una chica de unos 10-12 años cogiendo una de estas bebidas de medio litro. Le pregunté que si sabía lo que llevaba esa lata y me respondió: “No, pero como se lo toman todos mis amigos pues yo lo voy a probar”. Entonces, le dije que yo era pediatra y que eso no era bueno para ella. Le aconsejé que no lo comprase. ¿Sabes lo que paso? Que el encargado me pidió que dejase tranquila a sus clientas y que me largase porque ya me conocía. Como soy una persona tranquila, le dije que me iba, pero que más tarde o más temprano no podría vender estas bebidas a menores porque se iban a regular. Como pediatra tengo el deber legal y moral de advertir de las consecuencias de los efectos nocivos para la salud. Y lo volveré a hacer en otras tiendas.
P. ¿Los padres han de decir taxativamente a sus hijos que no tomen esas bebidas nunca?
R. A un menor de 16 años se lo diría. No en plan como si fueran dos porros, porque son distintos, estos últimos te alteran la consciencia, pero físicamente estas bebidas son una bomba atómica que no pueden tomar ningún menor de 16. Lo malo es que el hecho de prohibirlo estimula el deseo. Hay que convencer a un menor de que son productos diseñados hace menos de 20 años para ganar dinero, engañar y estimular demasiado.
P. ¿Se pueden tomar a partir de una edad?
R. Un taxista que ese día haya dormido mal, un camionero, que una noche no puede hacer una parada, podrían tomar una de tamaño pequeño, que sería como café y medio. Pero los tamaños de medio litro no están aconsejados a nadie.