Sergio Marina apenas tiene recuerdos positivos de su infancia. Aunque se siente muy agradecido a sus padres por haberle dado la vida, no puede decir lo mismo de la parte institucional de la educación: “Cuando uno recibe ese modelo tan autoritario y directivo, lo que hay ahí es dolor” asegura. Sergio Marina pasó un auténtico calvario durante años. Era uno de esos niños que todo lo pone en tela de juicio, que no acepta fácilmente un “porque yo lo digo”.
De niño, Sergio Marina se sintió incomprendido y no escuchado en sus intentos de dialogar y encontrar otra manera de hacer las cosas. De adulto, transformó todo ese sufrimiento en una inmensa vocación de colocar la educación en el lugar que realmente merece: porque para él, “en la educación tiene que haber mucho más gozo y felicidad, no tanto calvario como hay”, puntualiza.
Ese calvario tiene que ver -según este doctor en Ciencias de la Educación y autor de varios libros, entre ellos Educar conscientemente (Editorial Consciente 2021)- con el hecho de que en el sistema tradicional no se piensa en el ser humano de verdad, en todas y cada una de sus dimensiones, sino que se centra únicamente en introducir conceptos y en desarrollar el intelecto, lo cual, apunta Marina, “es un elemento muy primario y muy vacío”.
Educar conscientemente significa romper con esas inercias o patrones que marca este sistema tan jerarquizado y centrado en introducir conceptos y lograr objetivos, y educar desde la comprensión de lo que verdaderamente significa educar. “La educación no es introducir, sino sacar; la educación es extraer, no es meter. Cuando introduces, ya percibes que el que está enfrente no sabe, que está vacío… y, entonces, lo que hacemos es rellenar. El sistema se encarga de rellenar, de formatear mentes, pero eso es una forma de formatear, no de formar…nos dicen que se debe aprender esto y esto otro y, al final, eso no es funcional para la vida…al final, todo eso, el conocimiento, es efímero”.
Sergio Marina defiende a capa y espada que sí es posible educar de forma consciente en estos tiempos en los que se ha instalado un modelo educativo canibalístico que es cada vez más competitivo. Sí es posible educar conscientemente cuando cambiamos el punto de vista del observador y cuando, como padres o educadores, nos colocamos en un lugar desde el que “percibimos claramente que ese niño o ser humano atesora unas facultades propias inherentes y una sabiduría inmanente”. Como pueden imaginar, este cambio de punto de vista requiere una cura de humildad por parte del educador…Porque en esta nueva dinámica, el niño se convierte en el verdadero maestro.
Pregunta: Es curioso porque, normalmente, cuando un padre o una madre lee un libro sobre educación espera encontrar información para entender al niño…sin embargo, en tu libro no hablas de niños, sino de la necesidad de transformarnos nosotros, como educadores, si queremos educar conscientemente…
Respuesta: Es que es así, al final, date cuenta de que el juego educativo, si uno lo analiza bien -da igual si uno es padre o madre- ha recibido en sus propias carnes el modelo tradicional. Lo que hay allí es un juego de proyecciones mentales y emocionales por parte del educador. El educador es el que proyecta en el hijo, el profesor el que proyecta en sus alumnos… ¿Qué proyecta? Pues su mundo mental, sus deseos, sus anhelos, sus miedos, sus inseguridades ¿y qué hace? Como no es capaz de sostenerlo en sí, se lo pone a ese niño…entonces viene todo eso de “niño no hagas no sé qué, niño no sirves para tal cosa, no serás capaz, cuidado que te vas a caer, tienes que ser abogado…” En las relaciones educativas hay mucha jerarquía, hay una relación de poder tremenda que aún seguimos viendo y que, en definitiva, es el reducto del modelo social que vivimos, que es un modelo jerárquico, completamente, competitivo, expansivo, donde desde edades tempranas enseguida se les enseña a los niños que “tienes que sacar buenas notas para que el día de mañana te puedas labrar un buen futuro”.
P: La educación institucional, reglada, está centrada prácticamente en ese aspecto del ser humano, en la excelencia académica...
R: No se piensa en el ser humano de verdad, no se apuesta por todas y cada una de sus dimensiones como ser humano. Nos centramos solo en introducir conceptos, en desarrollar el intelecto y claro, eso es un elemento muy primario y muy vacío. El otro día hablaba con una neuropsiquiatra que me decía: las crisis existenciales que acostumbrábamos a tener los adultos con 40, con esa edad que llega a algunas personas una crisis, una catarsis interna porque no encontramos sentido a la vida y nos preguntamos esas grandes preguntas existenciales… ¿Para qué he venido?, ¿dónde voy? Cada vez, eso está pasando con edades más tempranas, con adolescentes que no encuentran el sentido a su vida. Y esto es escalofriante porque no se puede encajonar y encorsetar a un ser humano con una técnica, con una metodología. Al final, esos niños y adolescentes lo que pasa es que se rompen internamente (…) lo que pasa es que no estamos dando a estos niños o adolescentes la oportunidad de satisfacer sus necesidades como seres humanos.
P: ¿Es en ese punto donde se tiene que dar ese cambio del punto vista del educador para cambiar esas inercias y automatismos con los que muchos de nosotros educamos?
R: Ahí es el educador el que se tiene que poner a él en primera persona. Por eso tenemos que educar al educador lo primero; porque si no somos capaces de escuchar, de observar y de atender un mínimo y estar en presencia cuando nuestros hijos o alumnos nos reclaman…entonces, ¿a qué estamos jugando? No puedo dar aquello que no me doy; no puedo estar acompañando a mi hijo y tratando de hacerlo de una forma respetuosa o amorosa cuando yo ando como pollo sin cabeza todo el día, corriendo a todas horas, con la mente partida por la mitad mientras escribo, estoy comiendo y enviando algo. O sea, al final, el modelo que reproducimos es evidentemente el modelo que adquirimos como seres humanos. Una parte de la forma de educar -hasta que uno toma conciencia de eso- es adquirida, es decir, uno reproduce lo que le hicieron. Pero claro, aquí tenemos que poner el acento en ese educador porque, a medida que va conociéndose más, va dándole más importancia a esas dimensiones que son tan importantes en el ser humano, como el ámbito físico, la dimensión energética, el ámbito mental y emocional y, evidentemente, la dimensión espiritual.
P: Si, en el fondo es esta idea de ¡cómo vamos a dar a los niños, niñas o alumnos algo que nosotros no tenemos! Pero para eso, antes hay que hacerse consciente de esas carencias…
R: ¿Cómo voy a esperar que un niño exprese sus emociones si yo no soy capaz de gestionar mi mundo emocional? Si yo, a la mínima que percibo angustia o aparece la rabia, no soy capaz de darle el espacio que se merecen a esas emociones y me desbordo y me dejo arrastrar por ellas. Evidentemente eso, de alguna manera, lo estoy enseñando a mis hijos o compañeros de trabajo también…porque la verdad es que la educación la hemos limitado a unos años concretos de la vida del ser humano, pero no debería ser así.
P: En tu libro insistes mucho en que la educación se da durante toda la vida y que toda la vida somos tanto maestros como aprendices…
R: A mí esto me da un poco de curiosidad y me hace gracia: parece que se educa desde que nace hasta que casi llega a la mayoría de edad y ahí parece que está ya todo hecho. Pero la educación es un proceso vivo, es un proceso temporal, que dura toda la vida y en cada contacto humano hay una posibilidad de aprender para desarrollarse y para ejercer ese rol de maestro-alumno que lo llevamos todos puesto cuando abrimos un poco la mente desde una visión humilde, desde una visión muy respetuosa, entendiendo que nuestros hijos son nuestros grandes maestros, que un compañero de trabajo seguramente pueda aportarte mucho seguramente también si tienes la humildad como jefe para percibir dónde están sus capacidades y orientarlo… o sea, creo que la educación abarca todas esas facetas que son transversales en la vida del ser humano, de la misma manera que no solo educa el ámbito familiar ni académico -que evidentemente tienen un peso fundamental- pero es que todo educa; todo, absolutamente todo educa cuando lo ves desde una mirada mucho más consciente.
P: ¿Por qué crees que a los adultos nos cuesta tanto ponernos en modo aprendiz de nuestros hijos/alumnos?
R: Cuando tenemos esa humildad como seres humanos se nos puede abrir un campo muy grande pero claro, tenemos miedo. Cuando das espacios de libertad, cuando das espacios mucho más respetuosos, es como si el educador tuviera esa sensación de estar delegando su fuerza, porque al final es una posición de poder y la estoy aparcando o abandonando y me siento ahí casi desnudo… ¡guau!, ¿qué va a pasar?, pensamos.
P: Dices que la educación consciente es tan poderosa porque se basa en la confianza absoluta en el potencial de todo ser humano…
R: Yo creo honestamente en el potencial de los seres humanos, pero creo en él cuando tiene las condiciones adecuadas para que eso florezca, porque florece de una forma natural, me da igual la edad que tenga, la condición social. Puedo darse esto si creamos entornos adecuados y favorecemos que la persona pueda desarrollarse de una manera serena, sin engaños, sin premios, sin castigos, sin trampas -todo eso que ya hemos absorbido de una manera tan abrupta desde hace tantos años, que para hacer no sé qué te tengo que dar el premio, que si no pasas de curso te voy a castigar-. Es que hemos vividos tan mermados en términos de libertad y tan condicionados, tan programados mentalmente, llenos de creencias que, cuando simplemente haces un ejercicio de poco a poco cuestionarlo, simplemente vaciarte de todo eso y decirte: “oye, pues sí, esta vez lo voy a hacer de otra manera, no lo voy a hacer de esa forma que ya sé porque es la que conozco, porque es la que repito tantas veces”. Ahí ya se abre un escenario asombroso cuando le das la libertad a tu hijo (…) En esos términos uno se da cuenta de que una educación consciente es enriquecedora y sobre todo es realmente poderosa porque pone al ser humano en el centro de la experiencia. Yo, como educador, me mantengo a un lado para sostener eso, para acompañar. Ahí se abren muchas vías, tanto para el educando, que está aprendiendo a vivir en este mundo, con el sistema del que somos parte, pero al mismo tiempo, queremos personas críticas, personas reflexivas y, sobre todo, seres humanos autónomos, no dependientes, que tengan esa capacidad para poder tomar sus propias decisiones…eso es discernimiento…y la vida se cultiva con discernimiento.
P: Entonces, educar conscientemente ¿sería algo así como educar desde la comprensión del verdadero significado de educar, que es mucho más que introducir conocimientos?
R: La educación no es introducir, sino sacar; la educación es extraer, no es meter. Cuando introduces, ya percibes que el que está enfrente no sabe, que está vacío… y, entonces, lo que hacemos es rellenar. El sistema se encarga de rellenar, de formatear mentes, pero eso es una forma de formatear, no de formar…nos dicen que se debe aprender esto y esto otro y, al final, eso no es funcional para la vida…al final, todo eso, el conocimiento, es efímero (…) Como padres, y en la escuela, debemos sacar todo ese potencial que está ahí, no es que el niño lo tenga que adquirir, es que está ya ahí y solo hay que extraerlo.
P: Esto que dices es completamente contracultural en este sistema educativo tan competitivo que tenemos y tan centrado en introducir conocimientos…
R: En un modelo competitivo, sí. Esos valores se han instalado en un modelo caníbal que es canibalístico y que es cada vez más competitivo y así, es normal que nos eduquen en que tienes que ser el mejor y en que para llegar a no sé dónde, si tienes que pisar a alguien, al final lo acabas haciendo. Al final, esos son los valores que vivimos, más allá de que en el núcleo familiar podamos ir sosteniendo y tratando de percibir la vida de otra manera. Pero si uno no está atento… ¡es que eso está ya desde edades muy tempanas!, todo eso de que hay que ser el primero, hay que hacerlo siempre bien, pero… ¿por qué hay que hacerlo siempre bien? Pues no, tú simplemente intenta hacerlo lo mejor que puedas, porque hay momentos en la vida que te enseñan que unas veces uno lo pude hacer mejor -porque está más sereno o más tranquilo- y hay otros momentos que quizás uno no puede dar tanto. ¡y eso también está bien! Da siempre lo mejor de ti, saca a flote todo eso que llevas en tu interior con la creatividad, esa capacidad que casi está coartada…a través de lo artístico y de todos esos elementos que de alguna manera el sistema los ha cortado de raíz y que son tan importantes para poder desarrollarse, no solo en lo intelectual, sino también en el equilibrio interior; acercar a los niños al mundo natural, a la naturaleza, enseñarles a emplear la música como elemento importante en su cotidianidad, la pintura, el arte…
P: De hecho, es así como se educaba antiguamente…
R: Son disciplinas que en la educación de los antiguos siempre estuvo presente. En el primer septenio de vida, que es muy importante, lo que hacían los educadores era simplemente observar, escuchar, dialogar… y el niño mostraba sus actitudes y aptitudes de una manera natural y espontánea. A partir del segundo septenio, los educadores lo que hacían era poner las herramientas adecuadas, los entornos, los escenarios para que eso pudiera florecer, e ir acompañando a ese ser humano hasta que ya tenía la máxima autonomía… pero sin ningún objetivo, es decir se trataba de vivir el proceso. Es que, lo que hacemos ahora, es que estamos siempre alcanzando objetivos y nos perdemos el viaje educativo, que es momento a momento…
P: Me pregunto cómo de posible es educar conscientemente en un sistema educativo tan poco consciente. ¿Tenemos que dar la espalda al sistema o podemos integrarnos en él?, por ejemplo, ¿qué les podemos decir a unos padres que quieren educar conscientemente a su hija que quiere ser veterinaria?
R: Hay un proverbio sufí que dice: “Hay que estar en el mundo, pero sin ser de él”. Evidentemente vivimos en el mundo que vivimos y para que tu hija estudie veterinaria, ella va a tener que pasar por el sistema. Pero no es lo mismo estar en el sistema siendo un ser consciente, donde tu hija, con la edad que tiene, puede tomar sus propias decisiones, puede ser una gran profesional con una mirada mucho más holística y respetuosa con los animales, es decir: puede aportar como ser humano su propio valor añadido, que no es el que el sistema espera. Sí, es verdad que ella va a llegar al sistema a través del sistema porque va a tener que estudiar para eso, pero luego ella, con su capacidad de conocerse bien, de comprenderse bien, podrá elegir poco a poco su viaje y podrá moldear esa forma de ser; para eso estamos educando, para que tu hija tenga siempre, en cada momento, esa capacidad para saber elegir conscientemente; no lo que los demás quieren que ella haga, sino ella misma. Y claro, cuando les vas dando esas herramientas para que se vayan empoderando y vayan confiando en ellos mismos, evidentemente eso tiene sus frutos.
P: Tampoco podemos dar la espalda a la tecnología…
R: Vivimos en el mundo… y claro que a un niño no le puedes privar en muchos momentos de que use la tecnología porque la tecnología está y cuando enfocas la educación en prohibir, eso genera al niño represión, y luego, cuando pasan unos años va a buscarla. Entones, como seres humanos -y ahí está el aporte consciente- podemos emplear cualquier elemento que haya en la realidad, pero poner el enfoque de una manera constructiva: ni tiene que ser algo muy positivo, ni extremadamente negativo. Hay que acompañar a que esa persona pueda observar cuándo se puede usar la tecnología de una manera acertada, que tenga las herramientas para saberse mover como corresponde. La tecnología tiene cosas buenas y malas, depende de cuál es tu enfoque, depende de la manera que te relacionas con las cosas…es igual que el dinero. ¿El dinero es bueno o malo? Pues depende de la relación que tú tengas con el dinero, de cómo lo emplees, con qué fines. La educación sirve precisamente para eso, para que esos seres, el día de mañana, cuando sean personas autónomas de verdad, que tengan ese discernimiento para no dejarse atrapar por lo que la mayoría espera que tienen que hacer y que tengan su propio criterio, su propia elección y para eso se fomenta, para que sean auténticos, no lo que los demás esperan que sea.
P: Para terminar, ¿qué valores destacarías como los más esenciales que debemos cultivar para educar conscientemente?
R: En educación siempre me gusta apuntar a una cosa muy importante, que es la coherencia. Los niños, los adolescentes, aprenden tanto a través de la observación…Si nosotros no somos coherentes con nuestra vida, ¿cómo vamos a exigir a nuestros hijos que sean coherentes? En educación, la falta de coherencia es extrema. Les decimos a nuestros hijos que no digan palabrotas o que traten bien a las personas y nosotros somos unos clasistas, nos damos media vuelta y en fin, tratamos mal a la gente, hablamos mal, decimos palabrotas. Todo eso nuestros hijos lo ven, observan nuestras incoherencias.
P: Pero también observan nuestras coherencias…aunque a veces no percibamos tan claramente sus frutos
R: En educación todo tiene su tiempo y sus ritmos y, a veces, eso no florece cuando queremos que florezca. En materia educativa hay que tener confianza y perseverancia porque todo llega…¡has plantado la semilla! La mejor semilla eres tú con tu propio ejemplo, con tu coherencia de vida, con lo que dices, con lo que haces, con lo que sientes. Y eso queda impregnando en tu hijo. Y eso, en algún momento acaba floreciendo…con lo cual ese es el mejor regalo que podemos hacerles a los demás, nuestra propia transformación. ¡Cuántas veces yo necesité una escucha activa por parte de mis padres! Pero es que, cuando abría la boca, al minuto ya venía el sermón. Sin embargo, el padre consciente, cuando empieza ya a darse cuenta, es que dice: “ven, hija mía, yo te entiendo, yo te comprendo”. Y eso abre un escenario tan grande para ese niño o adolescente…Se siente respetado, se siente que su dignidad también va por delante. Y eso es educar, no llevarnos por delante a las personas.