Afortunadamente, uno de los debates que más valor está perdiendo en nuestra sociedad es el relativo a los beneficios -o todo lo contrario- de elegir una vida en pareja o una vida en soltería: cada vez tenemos más claro que lo importante es dar con la clave de nuestra propia felicidad y rodearnos de personas que nos aporten tranquilidad, bienestar y momentos de calidad. Sin embargo, todavía hay quien se pregunta si existen ventajas o desventajas asociadas directamente al hecho de ser soltero o no, y los estudios que tratan de dar respuesta a esta pregunta parten a veces de una premisa poco realista o directamente falsa: que estar soltero equivale a estar solo. ¿Puede afectar la soltería a tu salud y, si es así, repercute en ella para bien o para mal?
El debate sobre si es mejor o peor (para nuestra salud y para nuestra vida en general) estar soltero o no promete no cerrarse nunca, tal vez porque la propia pregunta no tiene demasiado sentido y por eso es imposible llegar a una conclusión clara y objetiva. Hay quienes defienden la vida en pareja como un espacio en el que ganar tranquilidad y apoyo, y también quienes defienden una vida de soltería como el mejor lugar desde el que crecer personalmente sin perder las ventajas de una compañía de calidad.
Hay quienes construyen relaciones de pareja satisfactorias y quienes viven en ellas por inercia a pesar de que no funcionan ni les aportan tranquilidad; también quienes eligen permanecer solteros y quienes pertenecen a este grupo porque no les queda otro remedio. Quizás lo ideal sería no plantearnos ninguna de las dos opciones como plan de vida obligatorio, comprendiendo que elegir entre una opción u otra (y todo el abanico intermedio) debe depender de si encontramos o no a la persona adecuada para construir un vínculo determinado, de nuestro momento vital... y no de una hoja de ruta trazada sin tener en cuenta nuestra realidad y la complejidad de las relaciones humanas.
En definitiva, probablemente no exista una opción mejor que otra: simplemente debemos dar con la solución que mejor se adapte a nuestra forma de ser y elegir cuidadosamente a las personas que nos rodeen, ya sea nuestra pareja o nuestras amistades. Y es que, si hay algo en lo que coinciden los estudios, es en que todos necesitamos sentirnos acompañados, sea de la forma que sea.
Un buen ejemplo lo encontramos en las conclusiones del Estudio sobre el Desarrollo Adulto de la Universidad de Harvard, que comenzó en 1938 y analizó la vida de 700 personas durante 75 años, monitoreando su estado mental, físico y emocional. Según este estudio, las buenas relaciones nos hacen más felices y saludables. En concreto, el estudio concluye que las conexiones sociales contribuyen a que seamos más felices, pero teniendo en cuenta que la clave no es la cantidad, sino la calidad de estos vínculos. Además, las buenas relaciones también protegen nuestro cerebro: si nos sentimos protegidos, nuestros recuerdos se conservarán durante más tiempo.
En sentido contrario, la comunidad médica viene identificando ciertos riesgos asociados a la soledad (que no a la soltería). Estos son algunos de ellos: