Cuando sales del psicólogo peor de lo que entras: señales para cambiar de terapeuta

La terapia psicológica no es lineal. En otras palabras, hay semanas en las que te encontrarás mucho mejor y otras en las que sentirás que has dado un pasito hacia atrás. Es normal siempre y cuando a lo largo del tiempo tu salud mental mejore.

¿Cómo puedes saber que tu salud mental mejora gracias a la terapia? Algunos indicadores son que tu autoestima poco a poco se fortalezca, que tus relaciones sociales sean más sanas, que te autoconozcas más y mejor, que aprendas a convivir con tus emociones sin que te desborden, que sepas poner en marcha herramientas de afrontamiento cuando surge un problema, que aprendas asertividad, que las preocupaciones no te quiten tanta energía mental… En otras palabras, que te sientas mejor, aunque esa mejoría sea lenta.

En el lado opuesto, hay ciertos indicadores de que la terapia psicológica no está funcionando. Cuando sales del psicólogo peor de lo que entraste, hay que prestar atención a las señales que indican que quizá conviene cambiar de terapeuta.

1. Te juzga y te cuesta abrirte del todo

Si al compartir una emoción, una creencia o una experiencia que para ti es delicada, tu psicólogo reacciona juzgándote, burlándose o machacándote, es normal que te sientas dolido o dolida. En consecuencia, puedes cerrarte y evitar compartir ciertos detalles con tu psicólogo. Con secretos, la terapia no va a avanzar y si no confías, quizá conviene buscar a otro terapeuta.

2. No respeta tus límites

Una cosa es mentir y guardar secretos (un error en terapia), y otra poner límites (algo necesario). Si tu terapeuta no los respeta, mala señal.

Un ejemplo lo encontramos en la información que tú quieres dar. Es normal que al principio no te sientas cómodo o cómoda contando ciertos detalles. Si tu terapeuta te presiona para que compartas todo inmediatamente, puede arruinar la relación profesional de confianza entre ambos. Un profesional debe respetar tu intimidad.

3. Va demasiado lento o demasiado deprisa

Cada persona tiene sus tiempos y por eso recomiendo huir de los psicólogos que te prometen “curarte” todos los males en cinco, diez o quince sesiones. Un terapeuta no debe ir demasiado lento o demasiado deprisa, sino adaptarse a tus necesidades.

Otra cosa es que te proponga retos para que avances cuando porque te capaz de cumplirlos, o que dedique alguna sesión a hablar de algún tema cerrado (pero que es importante porque se relaciona con otro). Eso no es malo, pero si no te sientes a gusto, exprésaselo. ¿Cómo? Diciéndole que todavía no estás listo o lista para exponerte a cierta situación, o preguntándole por qué vuelve a tocar un tema que está superado.

4. Quita importancia a vivencias que para ti son relevantes

Una frase que utilizo mucho en consulta es que sufre igual el que se ahoga en medio del océano, que el que se ahoga en la orilla del mar. En otras palabras, no exageras cuando expresas tu malestar y tus vivencias son igual de importantes que las de cualquiera.

Es muy injusto y poco ético que tu psicólogo quite importancia a experiencias que para ti han sido impactantes o traumáticas. ¡Ojo! Una cosa es relativizar y otra invalidar tus emociones.

5. Impone su ideología y creencias a las tuyas

Imagínate que te frustras porque tu pareja no hace nada en casa, te chantajea emocionalmente cuando no tenéis sexo y te castiga con el silencio, y cuando se lo comunicas a tu psicólogo, te dice que eso no es para tanto y que tienes que rebajar tus expectativas. Este ejemplo puede ser muy extremo, pero refleja una dinámica habitual: imponer la ideología y creencias.

Solo porque tu terapeuta tenga otra visión de las relaciones o de la vida, no significa que deba imponerla a la tuya (y mucho menos cuando sus creencias son sexistas, homófobas, racistas o clasistas, todo sea dicho).

6. No respeta la confidencialidad

Si te cuenta información de otros pacientes con nombres y apellidos, nadie te asegura que no haga lo mismo con tus datos. Es poco ético y denunciable.

Una cosa es ejemplificar y otra muy distinta abusar de la información y comprometer la privacidad de otras personas sin su consentimiento. Si no respeta la confidencialidad (tuya o de los demás), corta la relación profesional con ese terapeuta.

7. No marca unos objetivos terapéuticos

Finalmente, es importante que la terapia esté orientada a unos objetivos. Estos objetivos se deben consensuar en función de lo que tú esperas de la terapia y de lo que tu psicólogo considera que puede ofrecerte.

Esas metas pueden ser más sencillas de alcanzar (por ejemplo, superar una fobia a conducir) y requerir menos sesiones, o más complejas (por ejemplo, mejorar la autoestima) y requerir más sesiones. Sea como sea, si no existen, la terapia puede eternizarse.