Estamos en época de resfriados y eso puede hacer que se generen flemas en la garganta. Esta mucosidad, aunque juega un papel importante a la hora de mantenernos saludables, puede ser muy molesta y hacer que no respiremos bien cuando nos acatarramos. ¿Qué son las flemas y cómo se forman?
Hay un motivo por el que los mocos y flemas se apoderan de nuestra garganta cuando nos resfriamos: para protegernos de virus y bacterias. En otoño e invierno, cuando tendemos a ponernos malos por catarros y gripes, la mucosidad es la encargada de atrapar los microorganismos causantes de la enfermedad, por eso al ingresar más gérmenes en nuestra garganta también se forman más flemas. Es una reacción normal del cuerpo.
Lo más habitual es que el exceso de mucosidad venga provocado por un catarro con el cambio de estación, ya que con el frío proliferan los virus y nuestro cuerpo está poco preparado para hacerles frente. Los mocos son el mecanismo para que el cuerpo expulse los agentes patógenos.
Las infecciones como bronquitis, faringitis, amigdalitis pueden hacer que la mucosidad se vuelva más espesa y pegajosa, y pueden hacer que las membranas mucosas que recubren la nariz y las vías respiratorias se inflamen, lo cual a su vez hace que las glándulas generen más mucosidad.
La gripe siempre aparece por estas fechas. La flema tiene un papel importante cuando enfermamos por una gripe u otra infección vírica, porque evita que los microorganismos entren en las vías respiratorias y los pulmones, y puedan causar infecciones.
Las alergias al polen, ácaros o el polvo pueden hacer que el cuerpo produzca más mucosidad. El sistema inmunitario reacciona y las glándulas de la nariz y garganta se hinchan y producen más mucosidad.
La contaminación y otros factores ambientales como la sequedad pueden hacer que aumente la intensidad de la tos y la flema se vuelva más densa. Es una reacción de protección de nuestro cuerpo para blindar las vías respiratorias.
Una de las muchas consecuencias del tabaquismo es la producción excesiva de mucosidad, dado que el humo ataca nuestras vías respiratorias. También puede causar carraspeo y tos “de fumador”.