Aunque han pasado más de dos años desde que el coronavirus se convirtió en la palabra más utilizada de nuestro vocabulario y poco a poco nos hemos adaptado a una nueva normalidad, lo cierto es que el impacto que ha tenido la pandemia en nuestra salud mental es innegable.
El 14 de marzo de 2020 se decretó un estado de alarma en nuestro país que obligó a prácticamente toda la población a trabajar desde casa salvo sectores imprescindibles. Meses más tarde, volvimos a salir a la calle, pero la oficina de muchos siguió siendo el hogar. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, antes del coronavirus un 4,3% de la población teletrabajaba regularmente. A día de hoy, el porcentaje se ha duplicado: 9,5% de los españoles teletrabajan la mayoría de los días y 5,8% lo hacen ocasionalmente.
Algunos han criticado el teletrabajo y otros lo han idealizado, pero lo cierto es que esta nueva modalidad laboral tan común hoy en día tiene sus luces y sus sombras.
Muchas empresas han optado por el teletrabajo ya que se reducen costes, pero también hay un gran número de trabajadores que han preferido trasladar su oficina a su casa. Detrás de esta decisión nos encontramos grandes beneficios:
Pese a sus bondades, el teletrabajo puede afectar de forma negativa a nuestra salud mental.
El primer efecto negativo y quizá más importante es el aislamiento social. Muchos jóvenes vivimos lejos de nuestra familia y amigos. El contexto laboral, aunque no fuese el más maravilloso del mundo, era el único que nos permitía socializar cara a cara. Aunque solo tuvieses un par de amigos en la oficina, verles y hablar en persona con ellos cada día o incluso tomar un café a mediodía eran hábitos que amortiguaban la ansiedad. Ahora pasamos mucho más tiempo aislados en casa y eso pasa factura.
En Japón se utiliza un término para describir este estado de aislamiento: el síndrome de Hikikomori, un fenómeno social que lleva a la persona a confinarse voluntariamente la mayor parte del tiempo. Desgraciadamente, cada vez es más común en España y puede derivar en ansiedad generalizada, fobia social y depresión.
El segundo riesgo del teletrabajo es que nuestra vida laboral y personal se pueden solapar con gran facilidad. Es muy frecuente que no sepamos poner límites, lo que nos hace trabajar horas de más para compensar los momentos en los que hemos estado “distraídos”. Cuando trabajabas presencialmente, no rendías al cien por cien todo el rato: ibas al baño, a tomar un café o un pincho a mediodía, a comer, revisabas el móvil de vez en cuando, etc., pero aun así salías a tu hora. ¿Por qué te cuesta entonces respetar tu horario ahora que tu casa es tu oficina?
Por otro lado, esta nueva modalidad de trabajo hace más palpables las diferencias económicas en nuestra sociedad. Para muchas personas, teletrabajar es una tortura porque su hogar no es un lugar confortable. Eso es lo que ocurre cuando compartes piso con cinco personas, cuando vives en un micropiso porque los alquileres están por las nubes, cuando no entra luz natural en tu casa, cuando no puedes permitirte pagar la calefacción… ¿El resultado? Una diferencia en la calidad de vida provocada por la precariedad, y nos guste o no, el teletrabajo puede hacer que esta situación sea más insostenible.
Si te sientes cómodo en tu hogar y te gusta teletrabajar allí, sigue haciéndolo. Lo que sí te recomiendo es respetar tu horario laboral a rajatabla y evitar el aislamiento social. No descuides ni a tu familia ni a tus amigos y, si puedes, mantén las rutinas sociales que tenías cuando trabajabas presencialmente: el pincho de mediodía, quedar un día a la semana para comer con gente o incluso poner la webcam de vez en cuando.
También es clave cuidar tu entorno laboral. ¿Qué debe haber sí o sí en tu oficina casera? Una silla ergonómica y, preferiblemente, luz natural o luz neutra para evitar cansar demasiado la vista con la luz artificial de la pantalla.
Adicionalmente, es recomendable hacer pausas para estirar y los músculos del cuello y la espalda. Puedes aprovechar para mirar por la ventana a lo lejos y realizar la técnica del 20-20-20: los expertos en oftalmología recomiendan apartar la vista del ordenador cada 20 minutos, y mirar durante 20 segundos a un objeto situado a 20 pies de distancia (seis metros aproximadamente). Así evitarás la fatiga visual y la sequedad ocular.