El comienzo de octubre está siendo cálido por el día, pero bastante frío por la noche. La diferencia entre ambos es de unos 20 grados de temperatura en gran parte de España, incluso más en algunas comunidades. Es por la amplitud térmica, que suele producirse en los meses de otoño. ¿Qué es y cómo puede afectar a nuestra salud?
Las temperaturas han escalado hasta más de 30 grados estos días en muchas comunidades, entre ellas Madrid, Andalucía e incluso en varias provincias de Castilla y León. Por la noche, en cambio, los termómetros caen en picado a unos 10-12 ºC en la mayor parte de estas zonas, únicamente superando esos valores en zonas de la mitad sur peninsular.
La amplitud u oscilación térmica es la diferencia entre dos valores significativos de temperatura, habitualmente la máxima y la mínima, en un punto o región determinados, según la definición de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Es decir, es la diferencia entre la temperatura que hace de día y de noche en un sitio concreto.
La amplitud térmica diaria depende de factores geográficos, astronómicos y meteorológicos como la cercanía al mar, la época del año, la masa de aire presente, la nubosidad, etc. No obstante, suele ser más acusada en otoño, especialmente durante los “veranillos” de San Miguel y San Martín, cuando las máximas se disparan a valores veraniegos.
Catarros, cansancio, dificultad para concentrarse, irritabilidad e incluso problemas cardiovasculares. Nuestro cuerpo regula su temperatura con mecanismos que producen calor y mecanismos que pierden calor, de manera que se llega a un equilibrio. Pero cuando el calor y el frío se alternan en tan poco tiempo, todo se trastoca, y nuestro sistema inmunológico tiene que adaptarse a una nueva situación.
En ese tiempo de adaptación, los virus están al acecho, por eso los catarros y gripes se disparan por estas fechas. Las personas con enfermedades crónicas como EPOC, diabetes o asma lo sufren todavía más.
Otra cosa que pasa cuando empieza a hacer frío es la vasoconstricción. La presión arterial y la frecuencia cardíaca aumentan, y se genera más mucosidad en la zona nasal. Esto hace que aumente el riesgo de infarto de miocardio en pacientes con problemas cardiovasculares y favorece la formación de trombos.
Y la vasoconstricción nasal hace que disminuya la capacidad de eliminar los virus que respiramos y estos ingresen en nuestro organismo, sobre todo si trabajamos en oficinas cerradas o en niños que pasan muchas horas en el colegio, por ejemplo.
El motivo por el que estamos más cansados y apáticos y desconcentrados tiene que ver en algunas personas con el aumento de los problemas articulares, a lo que hay que sumar que además las horas de luz se están reduciendo rápidamente y caen los niveles de serotonina, lo cual puede hacer que nos sintamos más tristes y sin fuerzas. Por el contrario, la falta de luz hace que aumenten los niveles de melatonina y eso hace que tengamos más sueño y estemos más cansados.
Por último, otra manera en la que nos puede afectar la amplitud térmica en el inicio del otoño es causando dolor de cabeza, puesto que nuestro cerebro se centra en regular la temperatura corporal y podemos sufrir estrés térmico.