Cuando nos encontramos mal y tenemos relativamente clara la solución farmacológica a nuestro problema, es frecuente que intentemos saltarnos el paso de acudir a un médico. De hecho, se trata de una buena técnica para ahorrar tiempo, tanto al profesional que deberá atendernos en consulta como a nosotros mismos. Por eso existe la clasificación de medicamentos con o sin receta: mientras que los primeros sí requieren de un diagnóstico médico, los segundos pueden adquirirse bajo la fórmula de venta libre, siempre siguiendo las recomendaciones del farmacéutico como profesional autorizado. Pero, ¿cómo saber si un medicamento es con receta? Afortunadamente, en plena ere digital resulta sencillo desvelar esta información para dar los siguientes pasos necesarios.
Si te preguntas si un medicamento concreto puede adquirirse sin receta o si, por el contrario, necesitas que un médico autorice su administración, debes saber que existe una vía muy sencilla para comprobar a qué categoría pertenece: el CIMA o Centro de Información Online de Medicamentos es un buscador de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios creado Ministerio de Sanidad precisamente para facilitar información a cualquier ciudadano sobre los fármacos que se comercializan en nuestro país.
La aplicación permite realizar consultas bajo distintos criterios, de manera que se obtengan distintos niveles de detalle de la información de los medicamentos. Además, la información mostrada hará referencia a la disponibilidad del medicamento en oficinas y/o servicios de farmacia, dando detalles de sus situaciones de autorización, estados de comercialización y los posibles problemas de suministro. Todas las características de interés de un medicamento se encuentran recopilados en este espacio, y se presentan junto con el prospecto, ficha técnica y demás información necesaria. Entre estos datos se incluye la posibilidad de adquirirlo con o sin receta.
En cuanto a qué tipo de medicamentos no precisan receta médica, nos referimos a fármacos que pueden usarse libremente y bajo responsabilidad propia para tratar problemas o dolencias menores. Por ejemplo, un dolor de cabeza, un resfriado, un alto nivel de mucosidad, fiebre, un dolor muscular, problemas de estómago... Son productos seguros, asociados a síntomas concretos o muy frecuentes, que puede recomendar un farmacéutico sin necesidad de que intervenga un médico en el proceso. Se trata, en general, de medicinas pensadas para tratar síntomas comunes.
Además, los fármacos sin receta responden a ciertos límites en su composición, marcados a nivel legal. El objetivo es evitar casos de abuso o adicción que puedan provocar daños en quien los consume. También es necesario que su utilización sea sencilla y que baste con leer las indicaciones de la caja para utilizarlos correctamente: por ejemplo, no existen medicamentos sin receta de tipo inyectable, ya que ello podría resultar peligroso. La normativa también obliga a que este tipo de medicamentos recojan en su caja los problemas de salud para los que están indicados.
Eso sí, que se trate de fármacos seguros no quiere decir que podamos consumirlos a nuestro antojo: es importante leer siempre las instrucciones y controlar nuestro consumo. Es posible que necesitemos un fármaco más específico para nuestro problema, en lugar de consumir una elevada cantidad de un fármaco de venta libre. Otro punto clave es tener en cuenta la compatibilidad de estas medicinas con cualquier otra que estemos consumiendo.