Cada vez más nutrientes como el gluten y la lactosa han cogido fama de poco saludables, lo que ha provocado que muchas personas los hayan retirado de su dieta sin consultar previamente a un profesional, desconociendo así los inconvenientes que ello traería consigo. Este tipo de prácticas puede suponer graves problemas para la salud como recoge un informe realizado por la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEND) y la Fundación Mapfre.
Al rededor de un 25% de los españoles habrían eliminado la lactosa de su alimentación, extendiéndola así al resto de su familia. Algo que no estaría justificado desde un punto de vista científico para el 61% de los médicos. Algo similar pasa con el gluten, pero en menor medida. Este nutriente es suprimido por, al menos, el 8% de los españoles, de los que el 70% extienden esta práctica a sus familias. De este elevado número de personas, el 72% no tendría justificación científica , es decir, no sufrirían una enfermedad relacionada con el gluten, como celiaquía o intolerancia.
El estudio se basa en más de 3.000 encuestas también determina que un 79% de los que siguen una dieta libre de gluten, también retira de su dieta la lactosa. Mientras que un 56% de los que excluyen la lactosa, eliminan también el gluten.
Una pequeña mayoría de los españoles -40%- ha decidido de manera auto prescrita retirar los alimentos que contienen estos nutrientes de su dieta. Un 32% sí lo ha hecho por problemas de salud. Para tomar esta decisión asesorado por un médico, un 32% ha acudido a un médico de familia o general, un 18% a un sanitario especialista en la materia y un 17% a un nutricionista.
Desde la Fundación Mapfre, la doctora Eva Arranz subraya la importancia de acudir a un médico en caso de que algún alimento nos siente mal. “Preocuparse por la salud y tratar de modificar aspectos relacionados con el estilo de vida, como la nutrición, es un aspecto positivo, pero si dicho cambio viene motivado por la sospecha de padecer una enfermedad, alergia o intolerancia a algún alimento, el diagnóstico debe ser siempre realizado por un médico. No deben eliminarse nutrientes o hacerse dietas de exclusión tales como la sin gluten o sin lactosa, basados en un autodiagnóstico y sin el correcto asesoramiento y seguimiento”.
Al igual que con la retirada del gluten o la lactosa, la eliminación de carnes y pescados, que nos aportan proteínas, pueden causarnos graves problemas de salud. Como es el caso de la dieta flexitariana (7%), caracterizada por una baja ingesta de carnes, pero que prioriza la blanca y magra; la vegetariana (4%), que excluye carnes y pescados, pero puede permitir lácteos y huevos, y la vegana (0,8%) que no admite ningún alimento de origen animal.
Este tipo de prácticas siempre deben decidirse e implementarse bajo la supervisión de un profesional sanitario, puesto que pueden implicar una serie de riesgos para la salud al no llevar una dieta equilibrada que contenga los nutrientes indispensables para el correcto funcionamiento del organismo y prevenir las enfermedades asociadas a los hábitos dietéticos.
La dieta vegetariana y vegana produce una deficiencia de la vitamina B12 que podría provocar problemas leves o moderados como cansancio, debilidad, o mala memoria, o derivar en problemas más graves como la anemia megaloblástica, problemas neurológicos, depresión, o demencia. Por ello, las autoridades sanitarias recomiendan un suplemento de vitamina B12 a quienes practican este estilo de vida. Así como recibir el adecuado consejo dietético nutricional para evitar más deficiencias nutricionales.
En cuanto a la dieta sin gluten o baja en gluten: realizarla sin el diagnóstico y el seguimiento diagnosticado adecuados, podría conllevar una menor ingesta de fibra, vitaminas D, B12 y folatos, así como de hierro, zinc, magnesio y calcio, y un mayor consumo de grasas saturadas y parcialmente hidrogenadas.
Por último, una dieta sin lactosa podría suponer una deficiencia de calcio, sobre todo en los menores, impactando negativamente en la salud general y, de modo particular, en la salud ósea (aumento del riesgo de osteoporosis a medio plazo y de fracturas óseas a largo plazo).
Las mujeres y la población de mediana edad fueron los grupos que más reportaron la exclusión de alimentos “poco saludables”. De hecho, considerar un componente de la dieta como “saludable” hace que disminuya el riesgo de excluirlo de la alimentación.