Quiet quitting es como se denomina en el mundo anglosajón a este fenómeno. La 'renuncia silenciosa', como se conoce en español, se refiere a la práctica, cada vez más extendida, de tomarse el trabajo con la seriedad justa para no ser despedido y mantener una mínima implicación que permita al trabajador llevar una vida fuera del trabajo significativa y satisfactoria.
Renunciar silenciosamente sería algo así como llevar a la práctica un estilo de vida más acorde con la idea de “trabajar para poder vivir”, en vez del tan dañino y perjudicial para la salud física y mental “vivir para trabajar”, que tanto se ha extendido en los últimos 20 años.
Lo que es innegable es que en las últimas dos décadas hemos visto florecer una cultura de exceso de trabajo en todo el mundo en la que, por ejemplo, el trabajo extra no remunerado se ha convertido en algo que sencillamente se asume que los trabajadores van a llevar a cabo.
A esto hay que sumar la gran desafección laboral que han provocado las últimas recesiones y la pandemia: los milenials y la generación Z en particular no han tenido las mismas oportunidades laborales y de seguridad financiera que tuvieron sus padres, explica Nilufar Ahmed, profesora de Ciencias Sociales en la Universidad de Bristol en este artículo de The Conversation.
“Muchos jóvenes trabajadores que esperaban una progresión relativamente sencilla en la vida, se han enfrentado a contratos precarios, incertidumbre laboral e intentos fracasados de comprar una vivienda. Hay quienes constantemente dedican horas extra y van más allá en el trabajo para tratar de asegurar promociones y bonificaciones, pero, aun así se encuentran con obstáculos”.
El sociólogo Fernando Vidal apuntaba en esta entrevista en NIUS que la visión excesivamente utilitaria del trabajo ha ido produciendo en las últimas décadas en los trabajadores otro fenómeno que es el llamado desengagement, “la progresiva desafección de los trabajadores respecto a sus empresas”. Hoy en día, señala, “prácticamente todas las empresas dicen que su principal problema es la falta de compromiso de sus trabajadores”.
Según Vidal esto se debe a que el paradigma vigente en la actualidad es el de la instrumentalización completa del trabajo y la visión funcional y utilitaria del trabajo; “Hoy en día, trabajas en Carrefour y ¿qué transmites a tus hijos? Esta macdonalización de los trabajos ha llevado a un problema muy grave...pero tremendamente grave, que no solo es la desafección con las empresas, es la desafección con la propia sociedad”.
Sin embargo, esto antes no era así. Hace apenas unas décadas, las personas vivían sus trabajos como auténticos proyectos de vida, explica el sociólogo: “Había una fuerte ética del trabajo fueras obrero y estuvieras trabajando en una fundición o fueras médico. Realmente el trabajo te conectaba con la sociedad y conectaba tu vocación -que era una palabra bastante importante- con el propósito de tu vida y prácticamente nuestros padres estaban en organizaciones en las que trabajaban toda su vida, de modo que había una identificación enorme. El trabajo tenía absoluto valor y merecía una vida, por supuesto. Eran lugares casi de santidad, lugares de bien, de realización”.
Ahora, añade Vidal, la valoración que hacemos nosotros mismos de nuestros propios trabajos no es en función de nuestro desempeño o del valor contributivo que nuestra profesión tiene en la sociedad, sino en función del rendimiento económico que producimos: tanto ganas, tantos vales.
El trabajo ha dejado de ser fuente de valor y fuente de sentido en la vida y son los jóvenes de ahora los que más están sufriendo las consecuencias de esta instrumentalización del trabajo.
Tiene sentido que el fenómeno de la 'renuncia silenciosa' haya empezado a sonar y popularizarse en redes sociales como TikTok en especial entre la generación Z, como explica Nilufar Ahmed.
El pasado mes de julio el concepto de "renuncia silenciosa" se volvió viral gracias al vídeo realizado por @zkchillin con el hashtag #quietquitting. Muchos usuarios compartieron sus propias experiencias. “La renuncia silenciosa no es abandonar el trabajo sino abandonar la idea de estar viviendo por y para el trabajo”, dice @zkchillin en el vídeo.
Desde un punto de vista práctico, la 'renuncia silenciosa' bien podría ser la solución, o al menos una alternativa, a otro fenómeno relacionado con el mundo laboral que viene preocupando a empresarios desde el comienzo de la pandemia: la 'gran desbandada laboral'.
El concepto The great resignation fue utilizado por primera vez por el profesor de la Universidad de Texas y experto en psicología organizativa, Anthony Klotz, para describir una tendencia global en la que -en el año 2021- el número de personas que habían dimitido de sus empresas había alcanzado los cuatro millones. Se trata del mayor número registrado por Bureau of Labor Statistics (BLS) desde que empezó a recolectar datos en 2000.
Cuando empezó a hablarse de este fenómeno de 'gran desbandada laboral', los expertos coincidían en que la pandemia y los efectos que la era covid estaban teniendo en la salud mental de millones de trabajadores en todo el mundo, habían contribuido a darle un empujón. De este fenómeno la gran 'desbandada laboral' hablaba la socióloga Alejandra Nuño en esta entrevista en NIUS. “todas las semanas veo gente, especialmente a partir de los 40, con una desafección excepcional, de verdad. Del mismo modo, empiezo a tener muchos grandes ejemplos de personas que están decidiendo combinar diferentes alternativas de trabajo, y que me llama la atención…que pierden el miedo. Te hablo de gente que conozco, directivos renombrados que llegan a los 40 y pico y dicen: mira, me voy. Voy a trabajar en esta empresa 4 horas, combino con clases en el IE, y además llevo dos proyectitos… y así soy más feliz”
Si para los de cuarenta para arriba la solución a la infelicidad en el trabajo era literalmente abandonarlo, la generación Z nos sorprende ahora con una reinterpretación de las posibles soluciones a una insatisfacción en el trabajo. ”No hace falta que dejes el trabajo, es suficiente con que renuncies silenciosamente”. Esto significa implicarse -tanto física como emocionalmente- lo justo para cumplir con lo exigido en el contrato y renunciar a la utopía de que uno puede ser feliz o realizarse en el trabajo.
“Trabajar a una capacidad mínima puede parecer extraño. Pero tú (y tu empleador) no debéis temerle a la 'renuncia silenciosa'. De hecho, podría ser bueno para ambos”, asegura Nilufar Ahmed.
Esto tiene mucho que ver con la idea demostrada ya por decenas de investigaciones de que los empleados más felices son más productivos (en términos de calidad, no exclusivamente de cantidad) y están más comprometidos. Por tanto, desde las empresas, el hecho de no interpretar esta 'renuncia silenciosa' como algo negativo podría contribuir al bienestar de los trabajadores y, en última instancia, a mejorar los objetivos de la empresa.
Las empresas no pueden dar la espalda a la realidad de que el trabajo es más una fuente de estrés que de satisfacción y felicidad. En una encuesta realizada por Glassdoor en 2021 en la que se entrevistaron a 2.017 trabajadores de Reino Unido, la mitad de los entrevistados aseguraba sentir una gran falta de equilibrio entre el trabajo y la vida personal.
Está bien que surjan iniciativas desde los propios trabajadores -ya sean individuales o colectivas- a este problema de la desafección laboral, pero los expertos insisten en que las empresas y los gobiernos también deben asumir su responsabilidad y transformarse, como apunta la socióloga Alejandra Nuño. “Es el momento de incentivar cambios sociales, un nuevo sistema de gobernanza de vida que promueva una coherencia operativa con lo humano, con lo emocional, y por qué no, con una verdadera calidad de vida a nivel profesional. Y para ello hay que promover nuevos formatos laborales que incentiven la libertad, que llenen de ilusión a los individuos, humanicen su existencia, que les proporcionen posibilidades de elección”.