La sandía es, junto con el melón, la fruta estrella de los veranos. Es ligera, refrescante y sabrosa, con pocas calorías, por lo que no engorda, y mucha agua, por lo que nos ayuda a estar hidratados. Pero, ¿qué cosas debes saber antes de consumirla?
La sandía es una fruta para prácticamente todo el mundo, a menos que no te guste, pero con sus cosas. Muchas veces cometemos errores al comprarla, almacenarla o consumirla, y pasamos por alto algunas de sus propiedades, contraindicaciones o sus posibilidades. Estas son algunas cosas que deberías tener en cuenta para disfrutar de ella a tope.
Muchas veces compramos la primera sandía que pillamos fijándonos en su tamaño o su precio, y esto es un error. Llegamos a casa, nos cortamos una rodaja para el postre, y la fruta no sabe a absolutamente nada.
Para evitarlo, fíjate en lo siguiente a la hora de comprarla: busca una sandía sin magulladuras ni rugosidades en la piel, y en la parte posterior busca marquitas amarillentas, que indican la pérdida de clorofila y por tanto quiere decir que estará bien madura y lista para comer. Por último, dale unos golpecitos y comprueba que suena hueca, con un ligero eco. Si lo hace, es la sandía perfecta.
Además, por regla general, una sandía de entre 5 y 7 kilos será mejor que una de 4.
Como toda fruta troceada, la sandía ha de estar perfectamente conservada de forma hermética y mostrar el correcto etiquetado. Si no lo hace, cosa que pasa sobre todo en puestos de venta de la calle, no la compres. Podría no cumplir las condiciones higiénicas.
La sandía no debe estar expuesta a temperatura ambiente y mucho menos en verano, porque se rompe la cadena del frío.
La corteza de la sandía está en contacto primero con el suelo agrícola y después con infinidad de manos que la transportan y colocan en la estantería donde la encontramos a la hora de comprarla. Esto puede hacer que tenga fertilizantes, bichillos y bacterias, por lo que es aconsejable limpiarla con agua y jabón antes de comerla.
Además, generalmente se aconseja cortar la rodaja con un cuchillo más duro para la corteza, y el interior con otro para no contaminar la parte que nos comemos.
Tendemos a comer la sandía de postre o merienda, siempre en una rodaja que vamos mordiendo o troceada, pero esta fruta ofrece un sinfín de posibilidades que no deberíamos pasar por alto.
Puedes hacerla en gazpacho, en zumo o smoothies, en ensalada, yogur o helado, después de batirla. Incluso pueden aprovecharse la corteza y la parte blanca junto a ella, bien lavada y licuada, para mezclarse con un zumo de limón, por ejemplo, o en salsas.
Hoy en día muchas sandías no tienen pepitas, dado que a muchas personas les resultan más cómodas de comer de esta manera, lo cual no quiere decir que tengan menos sabor. Pero sí es verdad que, en caso de contener pepitas, es bastante recomendable comerlas.
Las pepitas de la sandía son una gran fuente de fibra y contienen minerales, proteínas y grasas saludables.
La sandía, en general, o está contraindicada para nadie. Por su contenido de azúcar podría estar limitada para personas con diabetes aguda o que requiere de alguna dieta especial, pero es poco probable dado su bajo contenido de fructosa.
Podría estar contraindicada para cenar en personas con problemas de micción nocturna o próstata, o que toman alguna medicación diurética, dado que la sandía contiene mucha agua. Se debe consultar en estos casos con un especialista.