Las personas que se han contagiado de coronavirus pueden tener un mayor riesgo de padecer problemas neurológicos y psiquiátricos hasta dos años después de la infección, sugiere un estudio que se ha publicado en la revista 'The Lancet Psychiatry'. En el estudio en el que se han analizado a más de 1,25 millones de personas diagnosticadas con la enfermedad apunta al riesgo elevado de desarrollar afecciones como psicosis, demencia, "niebla cerebral" y convulsiones, durante dos años después de la infección por covid en comparación con otras infecciones respiratorias.
Max Taquet, director del estudio publicado en la revista científica, apunta que los resultados de la investigación "arrojan nueva luz sobre las consecuencias a largo plazo para la salud mental y cerebral de las personas después de la infección por covid-19". Además, el director asegura que los análisis que ha obtenido su equipo "tienen implicaciones para los pacientes y los servicios de salud y resaltan la necesidad de más investigación para comprender por qué sucede esto después del covid-19 y qué se puede hacer para prevenir que ocurran estos trastornos o tratarlos cuando ocurran".
Tras analizar los resultados del estudio capitaneado por Max Taquet, se constató que, tras contagiarse de covid, los pacientes con riesgo de depresión o ansiedad aumentaron exponencialmente su probabilidades de desarrollar estas enfermedades mentales hasta dos años después de la infección de coronavirus.
Los análisis obtenidos en la investigación concuerdan con el estudio llevado a cabo por investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), publicado en el 'Journal of Neurology'. En esta investigación se ha relacionado por primera vez la fatiga que experimentan las personas con covid-19 persistente con la ansiedad y depresión.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) los síntomas más comunes de covid-19 persistente incluyen fatiga, dificultad para respirar o disfunción cognitiva. Para que sea considerada como tal, estos síntomas deben estar presentes al menos durante dos meses y los tres meses posteriores al inicio de la enfermedad.
Un estudio reciente con participación de la UOC, publicado en 'Brain and Behavior', mostró que la enfermedad generaba un impacto generalizado en las habilidades de atención, las funciones ejecutivas, el aprendizaje y la memoria a largo plazo. Además, la literatura científica estima que entre el 9 por ciento y el 49 por ciento de los pacientes presentan fatiga cuatro semanas después del inicio de los síntomas e, incluso, algunos muestran que puede persistir durante un año en al menos un tercio de los pacientes.
Sin embargo, el hecho de si existía o no una conexión entre la fatiga y la ansiedad o la depresión en los pacientes con covid-19 persistente es algo que no se había llevado a los laboratorios. Ahora el nuevo trabajo ha puesto de manifiesto que la fatiga en los pacientes con postcovid está relacionada con padecer ansiedad, depresión y apatía.
"La fatiga persistente es algo muy invalidante y limita mucho la calidad de vida de las personas. Si una persona padece fatiga por covid-19, es importante ir más allá y ver qué otros síntomas o trastornos están asociados con esta condición", ha dicho el investigador principal del artículo, miembro del grupo Cognitive NeuroLab de la UOC y profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud, Marco Calabria.
Los científicos estudiaron el caso de 136 pacientes con covid-19 aquejados de déficits cognitivos tras ocho meses de contraer el virus. "Encontramos que la fatiga está asociada con la atención sostenida, que usamos para desempeñar una tarea durante un tiempo largo y nos mantiene concentrados, así como con las funciones ejecutivas, que nos permiten mantener la información temporalmente almacenada para poder hacer tareas como calcular o reelaborar una frase que hemos oído", ha narrado Calabria.
La fatiga se caracteriza por un cansancio excesivo y debilidad física o cognitiva y muscular. Se ha asociado con condiciones médicas como infecciones posvirales o enfermedades neurológicas, si bien, aunque podría dibujarse así de una manera amplia, no existe una definición universalmente aceptada de esta condición clínica, y el conocimiento que se tiene sobre su mecanismo patogénico subyacente es limitado, por lo que representa un desafío clínico para los expertos.
Otro reto para el equipo de científicos fue separar la fatiga postcovid de las consecuencias de la situación especial vivida durante la pandemia. "La fatiga es un síntoma relacionado con infecciones virales y esto nos indicaba que sería uno de los posibles síntomas de la infección por SARS-CoV-2", ha explicado Calabria, para quien es posible que, en las primeras olas, el aislamiento contribuyera a aumentar algunos síntomas.
Ahora bien, prosigue, hay algunas observaciones que indican que este no siempre es el caso: a muchos la fatiga les impide volver a la vida que tenían antes; otros siguen padeciendo fatiga a pesar de que hayan podido volver a las condiciones prepandemia y, en el caso de la apatía asociada con el covid, pudimos comprobar que su prevalencia pasaba del 17 por ciento antes de la infección al 62 por ciento después de la infección.
Los resultados del estudio, según sus autores, enfatizan la importancia de un enfoque holístico para evaluar y considerar el tratamiento potencial para pacientes con covid que experimentan fatiga. "Pero quedan aún muchas preguntas por contestar: cómo se reflejan estos cambios a nivel cerebral, cuánto duran, quién es más susceptible de padecer estos síntomas durante mucho tiempo o cuáles son las características individuales que nos predicen una recuperación. Todas estas preguntas las responderemos a medida que pase el tiempo, porque se trata de algo nuevo y desconocido", ha zanjado el investigador.