Siete consejos que deberías conocer antes de mudarte con tu pareja
Irte a vivir con tu pareja es un paso muy importante que puede mejorar o empeorar la relación
¿Cuánto tiempo hay que esperar para irte a vivir con tu pareja? ¿Discutiréis más o menos que antes? Una psicóloga responde
Te contamos cómo afrontar los tres grandes obstáculos de la convivencia: gestión de la economía, del hogar y de la intimidad
Dar el paso e irte a vivir con tu pareja es una decisión que condicionará el futuro de vuestra relación para bien o para mal. Para muchos, es una prueba de fuego; la convivencia te dirá si sois compatibles. Por eso es importante armarse de paciencia y conocer algunos consejos que pueden ayudarte si es la primera vez que vas a vivir en pareja (y, admitámoslo, tienes un poquito de miedo).
1. ¿Es demasiado pronto? ¿Hay que esperar más?
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El primer consejo es escuchar a tu instinto. ¿A ti te apetece irte a vivir con tu pareja ya de ya? Entonces, da el paso. Que lo que digan tus amigos o tu familia te entre por un oído y te salga por el otro. Eso sí, toma la decisión con un poco de prudencia. En otras palabras, mejor ir de alquiler a comprar un piso –aunque los jóvenes vivimos una situación tan precaria que ni con la mayor estabilidad del mundo podemos comprar una vivienda–.
Y recuerda… Si algo no te termina de convencer, dilo. Por ejemplo, el precio del piso, la ubicación o que simplemente no te gusta del todo. Comunícate con tu pareja.
2. Si tu pareja es controladora y posesiva, debe resolver sus inseguridades antes de convivir
Antes de dar el paso, asegúrate que tu pareja y tú habéis resuelto vuestros lastres psicológicos tóxicos, es decir, todas aquellas inseguridades, preocupaciones o dinámicas que deterioran la relación.
El mejor ejemplo son los celos. Si tu pareja es muy controladora y posesiva, eso no va a cambiar cuando viváis juntos. Quizá al principio está más tranquilo/a porque sabe dónde estás la mayoría del tiempo, pero poco a poco volverá a tener conductas manipuladoras y dañinas. Antes de vivir juntos, tiene que solucionar sus comportamientos tóxicos.
3. Primer obstáculo: aprender a gestionar la economía
Uno de los primeros “conflictos” con el que os vais a topar es la economía. ¿Cuánto vais a pagar de alquiler? ¿Y los gastos? Si mi pareja gana más que yo, ¿debemos pagarlo a medias? ¿Cómo hacemos con la compra a la semana? ¿Creamos un fondo común? ¿A veces paga uno y otras veces paga el otro?
Todas estas preguntas deben resolverse antes de que la economía se convierta en un problema. Hablad, compartid cualquier duda y no temáis poner vuestros propios límites, aunque es muy importante ceder un poquito para llegar a un acuerdo entre ambos.
4. Segundo obstáculo: aprender a gestionar el hogar
Ya tenéis la casa y habéis decidido cómo vais a pagar el alquiler y los gastos. Ahora empieza la convivencia y con ella los problemas de gestión del hogar.
Por ejemplo, tu pareja no hace absolutamente nada. Ni friega, ni barre ni sabe poner una lavadora. A veces hace lo básico, pero las sartenes están llenas de grasa, la ropa huele a humedad y cuando hace la cama, parece que ha pasado un huracán por la habitación. A eso le sumamos todas las tareas que no se ven, pero que mentalmente requieren mucho esfuerzo, como recordar cuando falta un producto para añadirlo a la lista de la compra o limpiar ciertas zonas de la casa que no parecen sucias, pero lo están. ¿Quién se encarga de todas esas responsabilidades invisibles?
Este desequilibrio en la gestión del hogar acaba agotando mucho, provocando tensión e incluso matando el amor. Antes de llegar a ese punto, habladlo y consensuad qué tareas haréis cada uno de forma equitativa y realista.
5. Tercer obstáculo: aprender a gestionar la intimidad
La economía no es un problema y ambos hacéis lo mismo en casa, hasta aquí todo bien, pero llega el tercer problema: ahora ya no vives solo, sino que compartes la mayor parte de tu tiempo con tu pareja. Al principio esto es fantástico y emocionante, pero con el paso de las semanas o meses, empezarás a echar de menos tu independencia. Es normal, no significa que ya no quieras a tu pareja o se haya esfumado el amor.
Los seres humanos necesitamos ser autónomos, aunque convivamos con la pareja. En otras palabras, tienes que dedicar tiempo a tu intimidad. De vez en cuando, haz lo que quieras a solas: ver una serie, jugar al ordenador, leer, quedar con tus amigos, ponerte una mascarilla en la cara y limarte las uñas… Lo que sea, pero sin interrupciones.
6. Que la rutina no te asuste, no es tan grave
Habrás leído mil publicaciones de Instagram y artículos que afirman que convivir mata la pasión porque la rutina se apodera de la relación. ¿Y qué? ¿Es tan mala la rutina?
Lo cierto es que tener una pequeña rutina es buena señal. Por ejemplo, la noche de cine de los sábados o ir a hacer la compra juntos el lunes por la tarde. Todas estas actividades aumentan la confianza de la relación, así que no le temas a la rutina siempre y cuando pases tiempo de calidad con tu pareja, es decir, ratos en los que realmente os divirtáis y conectéis.
7. Más tiempo en pareja… ¿Más o menos discusiones?
En último lugar, es importante armarse de paciencia para afrontar las pequeñas discusiones que surgirán. No van a ser ni menos ni más que antes, simplemente diferentes.
A veces las broncas surgirán por motivos completamente absurdos: tu pareja se ha comido la última galleta de Los Simpson o ha usado tu champú… ¡Drama! Cuando eso ocurra, intenta mantener la calma. Sí que es importante poner límites en la relación y comunicar lo que no te gusta, pero también debemos hacer un gran ejercicio de empatía. Escucha a la otra persona, permítele expresarse, no invalides sus emociones e intentad que los conflictos sean constructivos.