Párate a pensar durante un segundo en la primera vez que criticaste tu cuerpo. En el caso de Rocío, de 28 años, fue cuando en cuarto de primaria unos compañeros le dijeron que tenía barriga de embarazada. Aunque es la primera crítica que recuerda, tiene claro que no fue la primera y que, por supuesto, no fue la última. “Toda mi vida he recibido insultos por mi cuerpo. Eso te hace odiarte, más aún cuando vienen de personas a las que quieres”, comparte con Yasss.
Rocío es una víctima más de la gordofobia imperante en la sociedad, es decir, de todos los estereotipos, prejuicios y actos de discriminación que se ejercen contra las personas que tienen un cuerpo gordo. “Me han insultado desconocidos en la calle por que sí. En la playa me han criticado mujeres mayores, no te hablo de adolescentes, sino de madres con sus hijos delante. También chicos con los que he tenido sexo o chicos que han intentado ligar conmigo de fiesta, les he rechazado y me han empezado a humillar delante de todo el mundo. Me ha pasado con 15, con 20 y con 25 años, y sé que me seguirá pasando”, se lamenta.
Al preguntarle cómo ha vivido este acoso recurrente, su respuesta es clara y concisa: “Mal. He necesitado terapia. Debería haber ido mucho antes al psicólogo, pero empecé con 19 años. La gordofobia te hunde, te hace sentir un monstruo, que todo está mal y que no mereces ya no cariño o amor, sino respeto. Imagínate lo jodido que es creer que te mereces que te insulten y que te menosprecien”, confiesa. “Cuando conozco a alguien siempre pienso cuánto tardará en soltar algún comentario dañino. Vives alerta. Es una tortura”.
Su experiencia no es un suceso aislado. Se trata de un acoso recurrente con graves implicaciones psicológicas.
Vivimos en una cultura en la que la gente se siente cómoda criticando un cuerpo gordo porque piensa que lo hace “por la salud” de la otra persona. No es cierto. Los comentarios no solicitados sobre el peso causan más daño que beneficio.
En primer lugar, una persona gorda (independientemente de si tiene sobrepeso u obesidad) sabe cómo es su cuerpo por fuera y por dentro. Si tiene michelines, los ha visto en el espejo. Si se cansa al subir escaleras o le duelen las articulaciones, lo nota.
En segundo lugar, ignoran todos los factores que influyen en el peso. Es muy simplista pensar que una persona está gorda porque quiere, porque come mucho o porque es muy vaga. En muchas ocasiones, hay una mala relación con la comida provocada por ansiedad y baja autoestima. Esto no va a mejorar con críticas o comentarios no solicitados. Todo lo contrario, ya que aumentan el riesgo de restricción y atracones.
En tercer lugar, se juzga todo lo que hace una persona gorda. Si una marca de ropa saca una línea de deporte para personas con sobrepeso u obesidad, la gente se enfada porque “están haciendo apología de la obesidad”. Después, esa misma gente critica a las personas gordas por no hacer deporte.
En cuarto lugar, hay una vara de medir diferente en función del cuerpo de la persona. Si una influencer delgada sube una foto comiéndose una pizza familiar, los comentarios son: “Qué reina”, “Ojalá una novia como tú”, “Cómo me gustan las chicas reales y que disfrutan de la comida”. En cambio, si lo hace una influencer gorda, le acusan de hacer apología de la obesidad y de no cuidar su cuerpo. Ambas están comiendo algo con poco valor nutritivo, pero en el primer caso nos parece bien y en el otro lo peor.
En quinto y último lugar, la gordofobia crea una mentalidad dañina en torno a lo que debería ser divertido y enriquecedor. La alimentación se convierte en una auténtica tortura y no en un hábito que haces para cuidar tu cuerpo. Si el hecho de comer te genera ansiedad, algo va mal. Lo mismo ocurre con el ejercicio. ¿Realmente es sano correr en una cinta sin apartar la vista del contador de calorías que estás quemando?
Todas las situaciones que acabamos de describir generan un impacto en cualquier persona, especialmente en aquellas que tienen un cuerpo no normativo:
Estas secuelas no son algo con lo que debas convivir. Es importante trabajar emocionalmente para superar todo el dolor que sientes. Este proceso puedes realizarlo tú solo/a, con ayuda de tus seres queridos y, en ocasiones, con acompañamiento profesional si sientes que necesitas un apoyo extra.
La terapia puede ayudarte a entender qué es lo que estás viviendo, por qué te sientes así y cómo salir adelante.
Recuerda que la terapia es un entorno libre de gordofobia y que los psicólogos no juzgaremos ni tus hábitos ni tu cuerpo, especialmente aquellos que estamos especializados en problemas de autoestima y problemas con la alimentación.
Si en algún momento sientes que tu psicólogo sí te juzga, corta la relación y busca un buen profesional.