Como psicóloga, los atracones son uno de los problemas más habituales en consulta. Aun así, a menudo se minimiza su importancia. Estamos tan acostumbrados a hacer dietas súper restrictivas, a comer con remordimientos o a gestionar nuestra ansiedad con la comida, que nos parece normal tener episodios de desbordamiento emocional y comer con un ansia voraz hasta sentirnos desagradablemente llenos y culpables. No, los atracones no son sanos y ni deben normalizarse.
En primer lugar, qué narices son los ‘atracones’, esa palabra que todos hemos oído o leído en redes, o incluso utilizado en nuestro día a día, pero que muchas veces no sabemos qué implicaciones tiene.
Basándonos en los manuales de psicología clínica, un atracón es:
La gran pregunta es por qué nos damos atracones. Como psicóloga soy consciente de que cada persona es un mundo, pero hay dos grandes motivos: la cultura de la dieta que reina en la sociedad (y en Instagram, Twitter y TikTok) y las estrategias de gestión emocional.
No podemos negar que las redes sociales nos bombardean con mensajes sobre “la salud”, entendiendo esta como estar delgado y musculado. En otras palabras, lo importante no es la salud, sino encajar en el prototipo de belleza.
Poco a poco nos meten en la cabeza la idea de que hay alimentos buenos y alimentos malos, y que debemos evitar los malos a toda costa. Esto es imposible: tarde o temprano nos vamos a exponer a una pizza cuatro quesos, a un donut o a una tableta de turrón. ¿Qué pasa cuando los comemos? Que nos sentimos culpables y juramos no volverlo a hacer en semanas, así que volvemos a restringir la alimentación.
Al considerar ciertos alimentos como “prohibidos”, mentalmente aumentan las ansias por consumirlos y cuando lo hacemos, perdemos el control por completo, es decir, se produce el atracón.
Párate a pensar en por qué consideras que comerte un bizcocho de chocolate o un helado es “saltarte la dieta”. Al fin y al cabo, son alimentos eventuales, pero no están prohibidos. Nadie piensa que beberse un vaso de gazpacho o pedir un pincho de tortilla de patata es “saltarse la dieta” y son alimentos que no consumimos a diario. Esta concepción de «comida grasa o postres = veneno» es lo que genera un clima de miedo alrededor de la comida.
Todos los alimentos cumplen una función. Algunos nutren tu cuerpo, por ejemplo, las legumbres, las verduras o las carnes blancas o fuentes de proteína. Otros alimentos, en cambio, nutren tu mente, por ejemplo, un refresco en una terraza después del trabajo, un bizcocho en un cumpleaños o unos churros cuando vas a visitar a tu abuela. Estos últimos alimentos no deben estar prohibidos. Lo que si es importante es que no desplacen a los alimentos nutritivos. En otras palabras, cuida tu cuerpo, pero no te sientas culpable si a veces comes cosas que cuidan tu mente.
Otro de los grandes motivos por los que tenemos atracones es la forma de lidiar con las emociones desagradables, siendo las más comunes la ansiedad, la tristeza y el enfado.
Todos hemos vivido un momento muy desagradable que ha sido “menos malo” gracias a la comida. Por ejemplo, comerte una tarrina de chocolate de una sentada después de una tarrina o comerte un paquete gigante de pipas el día antes de un examen. Este tipo de situaciones son muy críticas y generan mucho malestar, así que lidiamos con ellas como podemos, a veces recurriendo a la comida sin control. Pero, imagínate que te pegases un atracón cada vez que estás un poco triste, un poco ansioso o un poco enfadado.
Una mala gestión de las emociones significa que:
Estos cuatro factores aumentan la posibilidad de recurrir a la comida para lidiar con el malestar. ¿Por qué? Pues porque la comida (sobre todo cuando es muy grasa o azucarada) nos relaja hormonalmente a corto plazo y porque comiendo nos distraemos y no pensamos en lo que nos preocupa.
Como hemos visto, los atracones pueden darse en situaciones aisladas y no pasa nada. Es normal sentirnos desbordados de forma excepcional y recurrir a la comida.
También hay atracones sociales. Como veíamos antes, en cumpleaños, en una barbacoa de verano o en Navidad podemos comer más de la cuenta porque estamos en compañía, nos lo pasamos bien, y perdemos la noción de la saciedad.
Este tipo de atracones no revisten gran gravedad. Al fin y al cabo, no cumplen con algunas de las características que mencionaba antes: no hay culpabilidad ni vergüenza, no estás comiendo solo y no tienes esa gran necesidad de compensar el haber comido demasiado.
Entonces, ¿cuándo pedir ayuda a un psicólogo?