Cuando el verano acecha, muchos miran con temor hacia sus básculas y se preguntan en qué momento se torcieron las cosas hasta llegar a tal desmadre: excesos, alimentación caótica y desestructurada, falta de nutrientes (y demasiados productos que sobran en nuestra cesta de la compra), ausencia de ejercicio, sedentarismo absoluto...
Son muchos los motivos por los que puedes no estar del todo conforme con la imagen de ti que proyecta el espejo cuando te enfundas después de meses tu bikini, bañador, traje de baño o cualquier otra cosa. Lo más importante es respirar, ser compasivos con nosotros mismos, trazar un plan a largo plazo y comenzar a cuidarnos de forma comprometida y estable. Tu meta debe ser encontrarte sano, durante el verano y durante el resto del año, algo que también se notará en tu figura. Pero en esta ecuación, lógicamente, no entran las dietas exprés ni los medicamentos milagrosos. Si eres de los que todavía cree en la operación bikini, toma nota de los peligros de las dietas extremas.
Afortunadamente, expresiones como 'operación bikini' van cayendo poco a poco en desuso a medida que aprendemos a querer nuestro cuerpo tal y como es: si nos fijamos metas inalcanzables, por mucho que lo intentemos, jamás lograremos sentirnos satisfechos, y esto se aplica también a esas ideas poco realistas que a veces nos marcamos como estándar para nuestro propia imagen.
Al contrario, poco a poco se impone la cultura de la dieta sana y el ejercicio como fuentes de bienestar y de salud. Ello pasa por comprometernos a largo plazo y cuidarnos durante todo el año para que no haga falta plantearse lo bien o lo mal que nos quedará una prenda u otra, ya que tendrás la certeza de ser tu mejor versión. En este proceso también es importante la aceptación de nuestras limitaciones: es probable que nunca lleguemos a tener un cuerpo de supermodelo, pero tampoco lo necesitamos para nada. Lo que sí nos debemos lograr es aprender a querer nuestros defectos y a poner en valor nuestras virtudes, trabajando para mejorar, pero teniendo como meta el equilibrio y la autoaceptación.
Todo esto, claro está, se encuentra muy lejos de las llamadas dietas extremas, que son aquellas que te invitan a reducir drásticamente tu consumo de ciertos tipos de alimentos con el fin de perder peso rápidamente. No solo se trata de vías poco saludables para perder peso: además, se trata de fórmulas normalmente contraproducentes, ya que solo lograrás perder peso temporalmente para volver a recuperarlo (con creces) cuando vuelvas a tus pautas de alimentación habituales.
Estos son algunos de los peligros de las dietas extremas:
En general, una mala alimentación, con altibajos nutricionales y periodos de carencias, irá mellando poco a poco tu salud y te volverá más susceptible de sufrir todo tipo de enfermedades. Como alternativa, los nutricionistas coinciden en que tu objetivo debe ser mantener un peso saludable (no excesivamente bajo) gracias a una buena alimentación y al ejercicio regular. Evita la tentación de obtener resultados inmediatos y trabaja a largo plazo: cualquier momento es bueno para empezar. Ante la duda, ponte en manos de un profesional que pueda diseñar un plan a medida, tanto en cuanto a tu alimentación como a tu actividad física ideal.