¿Alguna vez has ido a una fiesta y te has sentido desbordado por tantos estímulos sociales? ¿Te has quedado paralizado a la hora de conocer gente porque querías causar buena impresión, pero no te salían las palabras? ¿Te pones muy nervioso antes de un evento social por qué piensas que vas a hacer el ridículo?
Estas preguntas guardan mucha relación con nuestra manera de ser y de reaccionar en contextos sociales, por ejemplo, al hablar en público, al conocer gente nueva o incluso cuando quedamos con nuestros amigos, pero de repente somos el centro de atención.
Para algunas personas, este tipo de situaciones son muy estresantes y es muy común que justifiquen esos nervios con frases como «es que soy muy introvertido», «soy tímido» o «es que tengo ansiedad social», a menudo utilizando todos estos términos como sinónimos.
Lo cierto es que introversión, timidez y ansiedad social son conceptos muy diferentes y conocer sus diferencias puede ayudarte a entenderte mejor a ti mismo.
La introversión es un rasgo de personalidad que define a aquellas personas que se sienten sobreestimuladas en contextos sociales. “Recargan energía” a partir de su mundo interior, por eso disfrutan más estando a solas o con pocas personas. En consecuencia, “su energía se gasta”, es decir, se agotan mentalmente, mucho más rápido cuando tienen que interactuar en situaciones sociales.
De esta definición es importante recalcar el concepto de sobreestimulación, que es ese momento en el que la persona introvertida no puede más y necesita irse para estar a solas.
Por supuesto, el límite de la sobreestimulación no es una cuestión de blanco o negro. Hay personas introvertidas que se sienten a gusto de fiesta siempre y cuando estén con su grupo de amigos, y otras personas introvertidas que son incapaces de salir de fiesta porque se agobian en lugares muy concurridos. También hay personas introvertidas que en algunos momentos toleran mejor socializar, y en otros momentos lo llevan fatal.
Lo más importante del concepto de introversión es que es un rasgo estable de la personalidad (la persona es así, forma parte de su manera de ser) y, sobre todo, que no necesita cambiarlo (no quiere socializar, está a gusto tal y como está).
La timidez es una tendencia conductual motivada por las inseguridades, generalmente el miedo al ridículo, a causar mala impresión o ser juzgado/a negativamente por los demás.
Imaginémonos un ejemplo para entender mejor la diferencia entre introversión y timidez.
Se celebra una fiesta e invitan a una persona introvertida. Ésta acudirá por compromiso, no le apetece mucho. Asiste, ve que hay mucha gente y se satura, y se va porque está más a gusto con un grupo más reducido de gente o directamente a solas en casa.
A esa misma fiesta invitan a una persona tímida. Quiere ir, quiere disfrutar, envidia un poco a la gente que es capaz de darlo todo delante de gente sin vergüenza. El problema es que cuando entra por la puerta del bar, se agobia. No quiere cometer un error, que piensen que no encaja o que le critiquen, así que se queda en un rincón pasando desapercibida.
Este ejemplo ilustra muy bien la característica central de la timidez: la inhibición conductual. En otras palabras, el miedo a ser juzgado nos inhibe o paraliza, y eso es muy frustrante.
A diferencia de la introversión, la timidez es una tendencia conductual temporal (no tiene por qué acompañarte a lo largo de toda tu vida) y que para la persona es un problema (no quiere ser tímida, es algo que no le gusta de sí misma).
Las personas con ansiedad social tienen una preocupación intensa e irracional ante la idea de ser juzgadas u observadas por los demás y, en consecuencia, renuncian a su vida social para evitar esas situaciones tan estresantes.
La ansiedad social puede surgir cuando la timidez va influyéndonos cada vez más y, en consecuencia, dejamos de asistir progresivamente a eventos sociales. Por ejemplo, primero dejas de ir a fiestas porque sientes que no encajas, después dejas de ir a clase en la universidad porque no conoces a nadie y te da apuro, después dejas de quedar con tus amigos, y así poco a poco hasta que tu vida social es prácticamente ausente.
También puede surgir a raíz de una experiencia traumática para nuestra autoestima. Por ejemplo, porque un amigo te ha traicionado, porque de repente has suspendido muchas asignaturas, porque has roto con tu pareja, porque estás atravesando un episodio depresivo, etc.
La clave de la ansiedad social es que el miedo es desproporcionado (los escenarios catastrofistas que creas en tu cabeza en los que se ríen de ti y te juzgan nunca se llegan a cumplir), genera mucho malestar (no estás bien psicológicamente hablando) y afecta a algún área vital (dejas de quedar con amigos, dejas de lado a tu pareja, perjudica a tus estudios, afecta a tu salud física, etc.).