Cinco razones por las que te cuesta tanto romper con tu pareja

¿Qué le dirías a una persona que es tremendamente infeliz en su relación de pareja? Probablemente, que rompiese de una vez. Lo curioso es que cuando somos nosotros quienes nos encontramos en esa misma situación, es muy difícil dar el paso y cortar por lo sano. Ayudar a los demás es pan comido, aplicarnos nuestros propios consejos no tanto.

Las relaciones no son lineales porque las personas somos complejas. Puedes querer mucho a alguien, pero que se haya acabado el amor. No sirve de nada darle vueltas a por qué te sientes así. Tampoco es sano obligarte a seguir con esa persona. Lo ideal es aclarar tus ideas y tomar una decisión.

Lo mismo ocurre cuento te encuentras en una relación con carencias. Quizá el sexo es genial, pero no tenéis nada de lo que hablar. O puede que ocurra justo lo contrario y que os llevéis muy bien, pero no haya sexo y sientas que sois más amigos que pareja. También puede sentir que tu pareja pasa de ti, que no empatiza, que no tenéis nada en común o que no te imaginas un futuro con él o ella.

Tienes claro lo más importante: esa relación ya no te hace feliz, pero, ¿por qué te cuesta tanto romper?

1. No quieres ser el que deja

De primeras, todos pensamos que en una ruptura sufre más el dejado porque no se lo espera y tiene que lidiar con el duelo de la separación, pero lo cierto es que muchas veces la persona que decide cortar puede pasarlo muy mal y para evitar ese sufrimiento, pospone la ruptura.

Durante ese tiempo, la relación se irá enfriando poco a poco. Sin darte cuenta comenzarás a actuar de forma distante. No te apetecerá darle besos o abrazos ni tampoco pasar tiempo juntos, e incluso puedes iniciar broncas para que sea tu pareja la que tome la decisión de romper.

También puede aparecer una tercera persona que te haga ilusionarte de nuevo, cambiar el chip y romper de una vez por todas la relación. Y cuando eso ocurra y por fin lo dejes, te enfrentarás a que tu pareja no lo entienda, a que se enfade, a que decida no mantener el contacto contigo o a que piense que le dejas por otra persona cuando el motivo de la ruptura es que ya no había amor.

2. Piensas que puedes cambiar a tu pareja

¿Alguna vez has oído hablar del complejo de salvador? Se trata de esa necesidad casi incontrolable de ayudar a las personas que nos rodean, especialmente a la pareja.

Si alguien tiene traumas sin resolver, problemas de compromiso, ansiedad, mala gestión de la ira, poca inteligencia emocional o cualquier otra dificultad, te autoconvences de que puedes ejercer de psicólogo/a de tu pareja y ayudarle a sanar, mejorar y sacar su mejor versión. ¡Error!

Las personas cambian, por supuesto, pero sólo cuando están preparadas para ello, y a veces necesitan ayuda profesional. Es decir, de un psicólogo imparcial, porque de lo contrario tu relación de pareja será asimétrica y te frustrarás al ver que la otra persona no avanza todo lo que tú necesitas.

Deja de esperar a que tu pareja cambie porque quizá su conducta no es un problema, simplemente no encaja con tu manera de ser, o quizá no quiere o no puede cambiar todavía.

3. Te da miedo enfrentarte a la vida en solitario

Cuando tenemos pareja nuestra rutina cambia poco a poco. Si llevas mucho tiempo en una relación es normal que sientas miedo al imaginar tu vida en solitario. Ya no tendrás a alguien con quien dormir todas las noches, un compañero de viajes incondicional o alguien a quien contarle todos los cotilleos del día, y eso duele.

Al romper, vivirás un cambio de rol. Dejarás atrás tu “yo con pareja” para reencontrarte con tu “yo soltero/a”. Ese cambio de rol es duro, pero te aportará muchas cosas positivas. La más importante de toda es la felicidad de no depender de otra persona.

4. Es una relación con codependencia emocional

Piensa en tu relación durante los últimos años. Si habéis vivido varias rupturas y reconciliaciones muy intensas, es posible que tengáis codependencia emocional.

No podéis vivir el uno sin el otro y aunque suene romántico, en realidad es un poco tóxico. Os ahogáis mutuamente, os anuláis como persona y sois incapaces de ver todas las carencias de la relación porque lo bueno, aunque sea mínimo, parece más importante.

Siento decirte que el amor no lo puede todo. Da igual cuanto os queráis porque si vuestra relación tiene dinámicas tóxicas, lo mejor es poner distancia de por medio.

5. Te preocupa dejarlo, equivocarte y que no haya vuelta atrás

Cuando lo dejas con una persona es inevitable sentirte mal, pero muchas personas confunden ese duelo con arrepentimiento. No echas de menos a tu pareja, echas de menos la visión idealizada de la relación que has creado por el dolor. Esta confusión puede dar pie a rupturas y reconciliaciones recurrentes.

Te mereces arriesgarte y apostar por tu felicidad, aunque para ello tengas que hacer daño a otra persona. No está en tu mano evitar el sufrimiento de tu pareja, pero sí actuar de la manera más empática y responsable afectivamente hablando. ¿Cómo? Siendo sincera, no posponiendo lo inevitable y permitiéndoos a ambos el tiempo y espacio suficiente para sanar las heridas de la ruptura.