Nieves Herrero es una cazadora de historias, las busca en el relato de sus entrevistados, en las lecturas de periódicos, removiendo archivos, ejercitando la memoria. En los viejos tiempos de Antena 3, de vez en cuando se le acercaba Antonio Mercero padre y le preguntaba: ¿Tienes algo para mí?
No iba para periodista, no había ninguna tradición en su casa y sus padres no querían que lo fuera: “Cierto -comienza diciéndome-, en mi casa había médicos, abogados, físicos y por tanto la culpable de mi inclinación fue una profesora de Literatura que un día me regañó al decirme que las redacciones no tenían que hacérnoslas nuestros padres y le respondí que no, que las mías las escribía yo, llamó a mi padre, que corroboró que él no tenía tiempo para escribirme redacciones y la profesora desde entonces me animó a que me dedicara a algo que tuviera que ver con la escritura y me apuntó el Periodismo como opción. Ella me hizo escribir poesía, cuentos, me animaba a seguir ese camino y por ello me matriculé años más tarde en Ciencias de la Información”.
Nieves es un ejemplo de tesón y constancia y se empeñó mucho en hacer carrera en esta profesión muy a pesar de sus padres que seguían erre que erre en hacerle cambiar de opinión o derivarle hacia el periodismo científico. Para comenzar se fijó en Lalo Azcona, que por aquel entonces era ya una cara reconocible de televisión y con 16 años y sin cita previa fue a verle: “¡Y me recibió! Ahora pasado el tiempo se lo recuerdo y él me dice que solo me dio un consejo: que me presentara con muchos temas en un periódico para apabullar al director y eso hice, me fui a “La Hoja del Lunes de Madrid”, que estaba en la Plaza de Callao, y su director, que se apellidaba Figueroa, pasadas unas horas me recibió, le enseñé 100 temas y se hizo verdad lo que vaticinó Azcona: le apabullé y me dijo que le hiciera uno de esos temas para ver cómo iba, lo hice y lo publicaron en la Navidad del 77 y así empecé a colaborar y fui compaginando La Hoja del Lunes con una revista que se llamaba “Deportes en acción”, y lo primero que me encargaron fue entrevistar al pichichi de la Liga. Yo no tenía ni idea de fútbol, así que me documenté y me estrené entrevistando a Hugo Sánchez".
"Colaboré también en una revista sobre aviación que dirigía José María Íñigo (se ríe). Como ves, mis comienzos fueron de los más variado… Más tarde entrevisté a Martín Ferrand para una revista de televisión y poco después me llamó para comenzar a trabajar en los servicios informativos de Antena 3 de Radio. Hice un poco de todo, desde formar parte de la expedición informativa que acompañaba en sus viajes al presidente del Gobierno hasta cubrir el juicio de los marqueses de Urquijo, o dar informaciones puntuales desde el Congreso de los Diputados. Tiempo después Jesús Hermida me dijo que me fuera con él a la tele, a mí que en aquel momento no me interesaba nada hice una prueba muy loca y me respondió que era lo que buscaba y terminé trabajando con él”. “He tenido mucha suerte porque esta profesión me ha permitido conocer a mucha gente, entrevistar a personas extraordinarias. Yo no he buscado mucho las cosas, me han venido, la vida me ha ido encontrando, he ido tomando decisiones -unas equivocadas, otras no-, pero la vida me ha salido al encuentro y siempre me he conformado con lo que tenía porque me entusiasmaba lo que hacía. Este trabajo me ha enamorado”.
Como en el poema de Celaya: “… es consolador soñar, mientas uno trabaja, que ese barco… irá muy lejos por el agua”.
Doy cabida en la conversación a la periodista Lidia Lozano, que compartió andadura profesional con Nieves: “Trabajé con ella 6 años en Radio Nacional y he decir que es una de las personas más trabajadoras que conozco. Es muy leal con sus amigos, no pierde nunca los nervios, es muy cariñosa y hay una cosa que me gustaría resaltar: nunca he oído a nadie hablar mal de Nieves. A pesar de su apariencia melancólica es una mujer muy fuerte. Viví con ella momentos muy especiales como la publicación de su primer libro, estaba muy nerviosa y luego todo le salió fantástico. Vivimos juntas aquel fatídico momento del derribo de las Torres Gemelas y fue maravilloso ver cómo resolvió aquella situación. Es una gran persona, buena amiga, magnífica escritora y una estupenda jefa. Nieves es gloria bendita”.
Su memoria es una colección maravillosa de nombres, situaciones, un álbum latente. Tico Medina le hizo enamorarse de la radio, a la que llegó procedente de la prensa y de la que se fue camino de la tele, volvería más tarde también después de triunfar en el ruedo de la escritura. Y le pregunto si este es el medio que más le gusta: “La televisión es el gran impacto una vez que la conoces, yo estoy enamorada de la tele pero estoy casada con la radio, para mí aparte de la prensa considero a la radio mi origen profesional. La radio es más sencilla y tiene una inmediatez que me apasiona, aunque insisto que lo que dices y haces en la tele tiene una dimensión extraordinaria y una amplitud asombrosa, pero la verdad me siento más cómoda en la radio”.
Llevarás de por vida ese apellido profesional de “Chica Hermida”… “Lo llevo con muchísimo orgullo. A Jesús le echo de menos cada día. ¿Te acuerdas de aquel martillo que tenía en el programa “Su turno”? Me lo regaló y lo tengo en la mesa de mi comedor, lo veo cada día. Hermida me dio la imaginación, empecé de redactora y terminé de directora adjunta. Le montaba unos follones de aúpa en el plató: desde carreras de coches, a meter a 100 modelos vestidas de novias. Le di unas cuantas exclusivas también del mundo de la política, la cultura… Recuerdo que fui donde Isabel Pantoja grababa “Marinero de luces”, no me recibió nadie, así que me puse a grabar y me marché, le dije a Jesús si aquello no nos podría traer problemas jurídicos y me dijo que él asumía toda responsabilidad y lo dimos en primicia. A Jesús le gustaba la gente anónima, encontrar personajes singulares y darles un tono muy televisivo, especialmente narrativo. Me enseñó que hay que salirse de la norma y no ponerse donde se pone todo el mundo. A su lado aprendí mucho”.
La segunda llamada que hago es a Belinda Washington, que también compartió tarea profesional al lado de Jesús Hermida. Es ella quien me relata una curiosa anécdota de aquella época: “Me presentaba al casting de Hermida en el año 91, iba pasando la criba, que era muy dura, y Jesús me pidió una historia vivida. Me paralicé, no sabía por dónde tirar, empecé a preguntar y nadie me ayudaba a resolver. Me fui a Antena 3 de Radio y le pregunté directamente a Nieves Herrero. Le conté mi encrucijada, estuvo atendiéndome durante hora y media a pesar de que no tenía tiempo ni para respirar y utilicé sus consejos: le hice una entrevista a un mendigo, porque lo que quería Jesús era algo con sustancia y contundencia, potente, y le encantó mi entrevista y gracias a ello me cogieron en el programa. Nunca olvidaré aquello, su generosidad y su lección de compañerismo con alguien que empezaba”.
El filósofo Spinoza decía que “la generosidad es el deseo de quien quiere, siguiendo el dictamen de su razón, ayudar a los demás”.
Nieves fue transitando por los diferentes medios hasta llegar a la literatura para saciar su sed de escritura, su afán de encontrar historias y domesticarlas en las páginas de un libro. Esas luces de otro siglo la guiaban, la convocaban a indagar en el pasado, bajo el sol agostado de la historia; la colocaban delante del folio en blanco. La melancolía inevitable del pasado. La vida en el vuelo rasante del pretérito.
Una de las personas que le animó en este camino fue el escritor y periodista Javier Sierra, Premio Planeta 2017 y amigo de Nieves. Recurro a él y le pillo de viaje contemplando la belleza asombrada de la Scala de Milán, me atiende con suma amabilidad y me cuenta: “Nieves siempre tuvo vocación de escritora y le faltaba encontrar la pieza, la energía que la llevara al mundo de las novelas. Habló conmigo en varias ocasiones para pedirme consejo y la orienté hacia una agente literaria que la pudiera representar, una agente que es la de María Dueñas, Carlos Ruíz Zafón, Juan Gómez Jurado y también la mía: Antonia Kerrigan. Se entrevistaron, Antonia vio el potencial que tenía y vio que podía pasar de narrar historias humanas de medios de comunicación a ser narradora de esas mismas historias en formato de novela contemporánea. Me complació mucho poder ayudarla en ese recorrido, sentir que algo nos unía en ese campo. Se me ocurre contarte esto, Manuel, desde aquí, desde la Scala, desde su maravilloso museo, donde se ve muy bien cómo los artistas siempre se aúpan sobre gigantes anteriores y esa conexión es como la literatura, una escalera en la que es necesario pisar el primer escalón para llegar al segundo”.
En Nieves Herrero, las palabras flotan alrededor de su cabeza, que tiene la capacidad de ordenarlas, combinarlas, entrelazarlas para hacerlas confluir, para darles sentido. Ella y yo nos conocíamos desde tiempo atrás y la publicación de “Lo que escondían sus ojos” (La Esfera de los Libros, 2013) y su adaptación audiovisual (Telecinco, 2016) provocó una enorme progresión en nuestra relación de confianza y camaradería. Me fascinó aquella historia de amor tan rotunda y tan escondida en aquellos primeros años de posguerra, en la que Serrano Súñer y Sonsoles de Icaza, la marquesa de Llanzol, ocultaban sus deseos, su relación apasionada y secreta que sus familias y el régimen silenciaron como pudieron hasta el reventón final. Me confesó que cuando escribió este libro lo hizo “pensando en imágenes” y que siempre “había albergado la esperanza que que fuera llevada al cine o a la televisión porque los amores secretos, clandestinos y tan fuertes son un motor, una energía que llama poderosamente la atención del telespectador. Y así y todo siempre descubres que es verdad ese tópico de que la realidad supera siempre a la ficción”.
Lleva ya 20 años publicando libros, sus historias nos llevan lejos en el tiempo aunque hayan sucedido relativamente cerca, probablemente porque como ella dice, “a mí lo que me gusta es el futuro, el pasado solo para escribirlo”. Su último trabajo nos lleva a los tiempos del reinado de Alfonso XIII, Nieves retoma el latido de aquel joyero monárquico: “A mí me atraen mucho las cosas que pasan dentro de palacio. Este es mi tercer libro que se acerca al mundo de las monarquías. “Leonor, ha nacido una reina” (Ed. Martínez Roca, 2006), “Yo abdico” (Stella Maris, 2013) y ahora “El joyero de la reina” (Ediciones B, 2021)".
"Lo primero que me sorprendió fue ver a la reina Victoria Eugenia en una foto cargada de joyas y me pregunté, ¿qué necesidad tenía esta reina de enseñar tanta joya? Tuve la suerte de conocer a la familia de joyeros García Ansorena, hablé con ellos y me contaron que ya Celestino había estado con Isabel II, él fue el primero en venirse del País Vasco a Madrid y en convertirse en el joyero de la Familia Real. Su hermano José María lo fue de la reina María Cristina, madre de Alfonso XIII y luego de Victoria Eugenia lo fue su hijo Ramiro, que empezó muy jovencito, tenía 18 años, la edad de la reina. Me enseñaron bocetos de las joyas, de las que habían sobrevivido a la guerra porque en ese período se quemaron muchas cosas para que no les asociaran a la Casa Real porque se exponía muchísimo toda la familia, y todo lo que me enseñaron me pareció tan bonito. Me enseñaron un librito conmemorativo del 150 aniversario de la Casa Ansorena y en ese libro había muchísima historia, era muy interesante. Pregunté si vivía alguien que hubiera conocido a Ramiro, me presentaron a personas muy mayores que me acercaron al personaje y comencé a entusiasmarme y a reactivarme porque ya tenía mucha documentación acumulada de Victoria Eugenia. Me fascinó cómo pueden engarzarse tantas historias humanas a través de las joyas”.
El poeta y profesor estadounidense John Ashbery decía que “una historia es alguien que está viajando furiosamente hacia ti, a una velocidad increíble, viajando de día y de noche, a través de las ventiscas y el calor de los desiertos, a través de torrentes, pasos estrechos. Pero ¿sabrá dónde encontrarte, te reconocerá cuando te vea, te dará todo lo que tiene para ti?”.
“No soy muy bebedora pero cuando hay una conversación y amigos… Ya lo decía Machado: “Cuando hay vino bebo vino, y si no, agua fresca”. En torno a una buena mesa lo mejor es un buen vino. Tengo un amigo con el que me encuentro en verano en El Rompido (Huelva) que me ha enseñado mucho de vinos. Hacemos una cata a ciegas todos los años y ahí descubrí este vino que nos acompaña hoy y que me gusta mucho: Muga Selección Especial 2016. Huele y sabe a frutas y a mí me parece un vino redondo. El blanco de Muga también me gusta mucho”.
Bodegas Muga es una empresa familiar fundada en 1932 por Isaac Muga y Aurora Caño. Sus instalaciones están asentadas sobre un edificio bicentenario ubicado en el emblemático Barrio de la Estación de Haro (La Rioja).
Siento devoción por Isaac Muga, tercera generación de esta familia, le he escuchado anécdotas muy bonitas sobre el vino. Le llamo para que nos ayude a encuadrar mejor lo que hoy bebemos: “Desde los inicios en nuestra bodega utilizamos los materiales más nobles, combinando la tradición que nos caracteriza -clarificación mediante el método tradicional de la clara de huevo fresco y la trasiega por gravedad- con las técnicas de elaboración más avanzadas, con el firme objetivo de elaborar vinos de la máxima calidad sin renunciar a la autenticidad.
En Muga empleamos roble en todo el proceso de elaboración y crianza. De hecho somos la única bodega de España que cuenta con un maestro cubero y tres toneleros, los cuales fabrican en la propia tonelería de la bodega los depósitos y las barricas.
En definitiva, en Muga hemos conseguido aunar la más absoluta tradición familiar con una renovada visión de futuro, que nos ha permitido mantener un carácter y una personalidad propia muy definida”.
“Tempranillo, garnacha, mazuelo y graciano son las variedades que dan este vino -continúa Isaac-. La añada 2016 fue calificada de muy buena. Los viñedos están en las laderas de los Montes Obarenes y Sierra Cantabria. Este Muga ha sido criado 26 meses en barrica de roble francés y afinado en botella durante 18 meses”.
El vino sabe a frutas rojas y negras bien maduras, es suave, elegante, cremoso, muy bien estructurado y de una frescura sorprendente. Una felicidad.
Despido a Nieves, que sale pitando para su próxima cita promocional de “El joyero de la reina”. Antes de partir me dice que ya tiene otra historia llamando a su puerta. Una nueva propuesta para volver a soñar.
Palabra de Vino.