“La patria es un invento”, le dice Federico Luppi a Juan Diego Botto en una cena en el Café Gijón de Madrid mientras se hacen acompañar por una botella de Vega Sicilia (creo recordar que de Tinto Valbuena); la escena pertenece a la película “Martín Hache” (1977), de Adolfo Aristarain. Vega Sicilia es también una patria inventada, soñada antes de conocerla, o un lugar que te han contado, en el que alinear los sueños y los deseos. Y tiempo después pudo haber sido y fue un descubrimiento, un deslumbramiento, una inolvidable experiencia. El vino entre los vinos.
Me encuentro con Pablo Álvarez (Bilbao, 1954) en su bodega, en este palacete de estilo francés del siglo XIX, rodeado de un espléndido jardín, de secuoyas, arces o bambúes. La liturgia del detalle. En este lugar cálido y acogedor despierta nuestra conversación hablando de hace 40 años, cuando su familia decidió comprar esta mítica bodega. Surge así mi primera curiosidad, dónde y cuándo decidió dedicarse al mundo del vino viniendo de otras procedencias: “Creo que fue cuando conocí la bodega, a partir del año 82, que, como hemos comentado, fue cuando mi padre adquirió Vega Sicilia. Empecé a venir aquí poco a poco, un día por semana, pero a partir del año 83 vi que me gustaba este trabajo ya definitivamente cuando mi padre, a propuesta de Jesús Anadón, que era el gerente y director técnico desde hacía 40 años y que estaba a punto de jubilarse, me puso de director de la bodega, y en ese momento me pareció algo apasionante y me di cuenta que me había enamorado de este mundo”.
Vega Sicilia es un vino y una leyenda, con todos los atributos de un producto de lujo: exclusividad, tradición, marca… Inimitable. Impone llevar las riendas de este proyecto, saber que se tiene entre manos algo más que una bodega señera de la Ribera del Duero: “Sí, indudablemente impone, pero nos tendríamos que trasladar a hace 40 años, el vino no era lo que es ahora, creo que ese fue el comienzo de la cultura del vino en España. Con anterioridad era un producto de alimentación y es a finales de los 70, comienzos de los 80, cuando empieza a explotar de otra manera y cambia totalmente; entonces Vega Sicilia era el tuerto en un país de ciegos, era una marca reconocida ya. Piensa que en esta zona hoy hay 307 bodegas y por entonces solo había 14, todo estaba naciendo a pesar de que Vega Sicilia tuviera ya más de 120 años de antigüedad”.
Pablo empezó desde cero, aprendiendo cada día a escuchar a la tierra, empapándose de conocimientos, de la labor sagrada de este oficio, de esa especie de eucaristía entre el clima, la altitud, el suelo, la orientación… Decía Schopenhauer que “los primeros 40 años de nuestra vida nos dan el texto”; le pregunto si lo ha percibido así, y con qué se quedaría de todo este tiempo: “A mí me gusta mucho el trabajo de bodega y la viña me parece algo apasionante además de ser la base de todo. Siempre digo que el gran patrimonio de Vega Sicilia es la viña: he dedicado mi vida, junto con los técnicos, a recuperarla, a hacerla más grande cada vez, como creo que se ha visto a través de los años, la calidad de la uva iba subiendo y haciendo subir la calidad de los vinos y creo que hoy estamos en un nivel envidiable en el mundo. Con esto es con lo que más he disfrutado en este trabajo, todo lo que había que hacer y que se ha hecho y ahora todavía quedan nuevas cosas…”.
El vino tiene sus dioses y diosas, hago un alto en la conversación para la convocatoria de una de ellas: Isabel Mijares, enóloga y una de las escritoras de vinos más reputadas de este país. “Conozco a Vega Sicilia de toda la vida como el gran mito español y me interesó mucho más cuando volví de Bordeaux para incorporarme a mi vida profesional. Hace ya muchos años, en los años 70, y desde entonces y como enóloga admiré ese mito.
Tuve una mayor relación cuando en 1982 David Álvarez compró la bodega y tuve la suerte de asistir a una comida, para mi memorable, con la Real Academia de Gastronomía. Con David tuve mucha relación y le admiré mucho.
En 1985 conocí a Pablo Álvarez, a quien su padre acababa de nombrar como responsable máximo en la bodega. Me sorprendió conocer a un hombre que venía de un mundo que nada tenía que ver con el vino, discreto y casi tímido, pero que tenía las ideas tan claras.
A lo largo de todos estos años, he mantenido una muy buena relación con él y hemos profundizado en ella hasta llegar al afecto. Hemos coincidido con él en muchos lugares de España y de fuera y le he visto hacer un gran trabajo, moviéndose siempre con la discreción que le caracteriza pero con una gran soltura. Pablo tiene formación jurídica, pero pronto entendió la idiosincrasia nada fácil del sector del vino y vio las carencias que había en España, muy especialmente por su poca presencia en el exterior, y al exterior se lanzó. Primero a la sombra de David y más tarde, lejos, e incluso muy lejos de él.
Produjo cambios en las instalaciones de la bodega, adaptándola a la tecnología más moderna y a la vez respetuosa con el medio ambiente y la tradición. Modernizó y cambió la imagen y la filosofía sin estridencias ni exceso de visibilidad.
Expandió, amplió, cambió y movió Vega Sicilia, convirtiéndola en la moderna bodega que es hoy. Es un viajero incansable. Parte del principio de que no puede confiarse en el hecho de que Vega Sicilia lo tiene todo vendido y por ello ha intensificado su presencia en los mercados exteriores, porque participa de la idea de que el problema de los vinos españoles ha sido su lenta internacionalización.
Personalmente creo que pasará a la historia vitivinícola española e internacional como un gran motor de la presencia del vino español en el mundo a través del prestigio y la credibilidad de Vega Sicilia”.
El sacerdote y filósofo Maurice Nedoncelle afirmaba en el siglo pasado que “una brújula no te dispensa de remar”.
Este vino tiene un amor correspondido con su tierra, con ese espacio dichoso que es la viña, con el alma de lo verdadero que es reflejar a un territorio, enseñar su carácter, sus emblemas del pasado: “Siempre recuerdo -afirma Pablo- una frase que decía Jesús Anadón. "Yo no sé lo que pasa pero aquí pasa algo". Y claro que pasaba, me lo dijo también un periodista japonés, que aquí se hacían muy buenos vinos pero que para él había algo que distinguía a los nuestros, “que tenían alma”; una manera muy bonita de expresarlo, pero para mí el alma de Vega Sicilia está en esa viña que se plantó hace 160 años (con renovaciones sucesivas) y ha creado patrimonio, una viña perfectamente adaptada a los suelos de Vega Sicilia y al clima que aquí tenemos y para mí esa es la esencia, eso que hace grandes a los vinos: la complejidad, la elegancia…”.
Todo prestigio se labra con trabajo, con un prolongado aprendizaje, con la lógica de acompañar los movimientos en el discurrir del tiempo. Un producto tan legendario y tradicional precisa también de una adaptación tecnológica que haga que lo clásico sea moderno: “La técnica y los avances deben estar a nuestro servicio y no al revés. Los grandes avances en los cultivos de la viña, el conocimiento de las enfermedades, sus tratamientos, el descubrimiento de problemas que tenían los vinos que antes formaban parte de su personalidad. Todos los avances técnicos que ha habido en el mundo del vino nos han permitido evolucionar, mejorar. Al final hay que respetar a la viña. Nosotros no somos biodinámicos, somos ecológicos, o algo más que ecológicos. La técnica tiene que contribuir a ayudar a mejorar lo que estás haciendo, no a cambiarlo porque es importante preservar tu propia personalidad. A mí a veces me asusta la cantidad de técnica aplicada que sirve para recoger muchos datos pero que también hay que saber analizar e interpretar para que te permitan mejorar en algo que es histórico y tradicional, porque en lo que sí estamos de acuerdo todos es en que nunca se han hechos ni tantos, ni tan buenos vinos en todo el mundo”.
Hay vinos que lo son casi todo para muchos porque han alcanzado esa aureola de legendarios, se han convertido en algo aspiracional, porque han construido su mito, su propio conjunto de memorias y deseos. Una bandera de orgullo: “Sí, claro que nos sentimos orgullosos. Muchas veces les digo a los miembros de mi familia que ni siquiera nosotros mismos somos conscientes de lo que representamos en el mundo del vino a nivel mundial, el respeto y admiración que despertamos, también por el trabajo que hemos hecho durante tantos años con mucha gente que ha trabajado muy duro y ha depositado mucha ilusión, y creo que hemos conseguido una marca muy reconocida a nivel mundial; eso no quiere decir que hagamos el mejor vino pero sí que hemos llegado a un lugar de mucha altura y eso es una responsabilidad tremenda”.
El paso del tiempo ha convertido a algunas añadas, a algunas botellas, en piezas codiciadas, buscadas. Hay botellas que reciben el tratamiento coleccionista del arte: “Y tanto, hay vinos de Borgoña o Burdeos que son auténticas obras de arte, son fantásticos, piezas únicas que estimulan sentidos y provocan sentimientos. Sin duda hay vinos que son obras de arte”.
Van Gogh, el señor de los pinceles, afirmaba que el arte no espera otra cosa que al hombre agregado a la naturaleza.
Se cruza en nuestra conversación Marta Álvarez, hermana de Pablo y presidenta del grupo, le pido que me ayude a dibujar el retrato de su hermano: “Es muy buena persona, salta a la vista. Es muy trabajador y su vida son el vino y la bodega, a los que dedica su día al completo, y no lo hace por obligación sino porque no hay nada que pueda gustarle más. El campo y el viñedo le motivan y esto lo transmite al equipo que le rodea y a nosotros. Es de un entusiasmo contagioso. El mejor guía que hemos podido tener”.
Hay vinos que despiertan las voces de los buenos vinos, en Tempos Vega Sicilia gestionan cinco bodegas en cuatro territorios diferentes más un nuevo proyecto del que enseguida hablaremos. Le pido a Pablo que sea él quien defina cada cual: “Vega Sicilia es la elegancia y la complejidad. Había un periodista francés que decía que tiene el poder de Burdeos y la complejidad y la elegancia de Borgoña, que viniendo de los franceses es mucho más que halagador.
Alión fue la modernidad frente al clasicismo y hoy, mira por dónde, se ha convertido en un clásico de la Ribera del Duero.
En Toro había unos vinos que te bebían ellos a ti en lugar que tú a ellos y ahí Pintia encarna la finura, la elegancia dentro de la estructura que tienen estos vinos y que gustan mucho a la gente en ese estilo. Quizá nunca lleguen a tener ni la elegancia, ni la complejidad que se puede llegar a ver aquí, pero son vinos magníficos que hasta a nosotros nos sorprende la aceptación que día a día van ganando.
La Rioja es La Rioja, la región vinícola más importante de España, en la que hay grandes marcas, vinos históricos y bodegas que llevan mucho tiempo haciéndolo muy bien. Creo que La Rioja, sobre todo en el norte, ha demostrado sobradamente que puede producir grandes vinos y esa es nuestra idea, conseguir también hacer allí un gran vino, cosa que no es fácil y lleva su tiempo. Esa parte norte de la región se parece más a Burdeos en cuanto que son vinos más sutiles, más elegantes, no son tan explosivos como pueden llegar a ser aquí en la Ribera.
Tokaji es una maravilla del mundo, es una región que ha sido difícil porque después de la era comunista estaba absolutamente destrozada y ha habido que recuperarla casi por completo. Tokaji es un vino con más de 400 años de historia, creo que fue la primera zona del mundo en clasificar sus terrenos por la calidad, en el año 1782. Ha sido un vino de reyes. Es una maravilla beberte un 5 Puttonyos de 1866 que compramos en una subasta y comprobar que un vino con más de 150 años pudiera conservarse de esa manera. Tokaji es algo increíble y único en el mundo, no creo que haya un vino de la familia de los licorosos que llegue a su grandeza”.
Hace escasas fechas en otro lugar depositario de tradiciones, el restaurante Desde 1911, el nuevo local de Pescaderías Coruñesas, Tempos Vega Sicilia presentó su nuevo proyecto. Será en Galicia, en las Rías Baixas, en Crecente (Pontevedra), en donde poseen 10 de las 25 hectáreas que han adquirido (el resto están en la zona del Salnés) para elaborar un albariño que se iniciará en la añada 2023: “Soy un gran amante de los vinos blancos -me confiesa-, y en mi opinión el albariño es el gran blanco español junto al jerez. Desde hace ya años elaboramos blancos en nuestra bodega húngara y ahora hemos decidido ir a tu tierra. El proyecto se llamará Bodegas y Viñedos Deiva, en honor al río afluente del Miño, el río Deva, y produciremos dos vinos: Deiva que saldrá al mercado con 2 años de crianza, y una gama más alta, Amela, que tendrá 3 años de envejecimiento. Un proyecto muy ilusionante que coincide con este cuadragésimo aniversario de nuestra llegada a Vega Sicilia”.
Otro de los proyectos conmemorativos de este aniversario será la publicación de un libro a cargo del periodista y escritor vigués Alfonso Armada, a quien llamo para que intervenga también en esta charla: “En un verso famoso de Pedro Salinas reza: “Si te quiero/ no es porque te lo digo;/ es porque me lo digo y me lo dicen”. Hace relativamente poco tiempo que conozco a Pablo Álvarez, y gracias al envite de escribir ese libro al que te refieres sobre los cuarenta años de su familia al frente de Vega Sicilia, que han llevado el prestigio de la casa más lejos que nunca, he podido no solo recorrer la hermosa heredad a orillas del Duero, sino hablar con quienes con tanto mimo hacen realidad, en algunos casos desde generaciones, lo que Pablo recuerda a todo el que quiera escucharle: el vino se hace en la viña, y el mejor vino está siempre por hacer. Desde los podadores al viticultor, desde el enólogo al tonelero, desde el trasegador al director financiero, tarde o temprano aparece el nombre de Pablo Álvarez asociado al tiempo, a hacer las cosas bien, a mimar cada cepa como si el viñedo fuera un jardín, a darlo todo para que Vega Sicilia y las bodegas que han venido creciendo a su sombra dejen huella imborrable en la memoria del paladar. Aunque estoy en proceso de aprendizaje sobre el gran misterio de este vino, de Pablo Álvarez puedo de momento decir que escucha mirando a los ojos, la vanidad la tiene a buen recaudo y cala al otro porque es aparentemente tan tímido como enemigo de la prisa. Empresario y bodeguero insólito, en Vega Sicilia encontró un amor que son hechos, no palabras”.
Estamos ya envueltos en esa atmósfera de cielos, ríos y viñas. De caminos. De vinos que han llegado a ser y otros que emprenderán su senda para conseguirlo. Hemos llegado a Galicia a esa luz diversa, con gallegos, y le refiero a Pablo nuestro doctorado en algo que se valora mucho en este mundo suyo, la paciencia: “Pues mira, nosotros no seamos gallegos pero encargamos a una multinacional un estudio de la marca Tempos Vega Sicilia, estuvieron aquí, lo vieron todo y lo que más les impresionó fue el tiempo necesario para hacer todo esto: la viña, la crianza, la evolución en botella… Por eso justamente el nombre elegido para la marca paraguas que engloba a todas las bodegas, se llama Tempos porque era lo que mejor definía lo necesario, el tiempo, la paciencia. En el mundo siempre hay modas y siempre hay que estar por encima o por debajo pero nunca con las modas porque si no no acabas de centrarte en tu camino, que suele ser duro y largo y por ellos la paciencia es una virtud fantástica para recorrerlo”.
Pablo Álvarez es persona de retos, los encara y afronta con decisión, con un enorme sentido común y una asombrosa intuición. Dice que su gran desafío es seguir mimando la viña, cuidando la calidad de sus vinos y seguir cumpliendo con la responsabilidad de respetar a sus clientes.
El vino que reposa en nuestras copas anuncia y pregona su edad, tiene unos cuantos años pero una gran vitalidad. Un placer beberlo. Pablo eligió para nuestro encuentro un Vega Sicilia Único 1999 y me cuenta: “Me decidí por esta añada porque fue una magnífica cosecha, climatológicamente complicada, tremendamente difícil con muchos problemas en la vendimia, llovió mucho, tuvimos que esperar, perdimos el 30% de la producción pero nos dio un vino muy elegante y está buenísimo, por eso creo que este hijo que nos ha costado tanto esfuerzo era el indicado para acompañar esta conversación”.
Nos despedimos bajo la luz todavía azul de la tarde, de un tiempo que reclama aguas que apaguen la sed de la tierra que aún conserva un aspecto de alfombra. Han fluido las palabras empujadas por el vino, a la manera en que las cantaba Borges: “Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia”.
Palabra de Vino.