Mario Alonso Puig, acercar las palabras al alma
Mario Alonso Puig dejó hace 15 años la cirugía, cuando algunos enfermos le animaban a incentivar la relación entre la mente y el cuerpo, más allá de los quirófanos
Sus tres ideas para desarrollar el potencial humano: "Querer a las personas, creer en ellas más de lo que ellas creen en sí mismas e inspirarlas"
"La inteligencia no puede funcionar sin la memoria, y lo importante es que la memoria informe, no que determine"
En Mario Alonso Puig se proyecta una imagen querida, admirada, respetada, la de alguien de quien te fías y a quien acudes en tiempos de mudanza y confusión. Es la encarnación de ese tipo honesto y sabio de la familia que nunca te va engañar y siempre te va a aconsejar bien, capaz de enseñarte cuál es la manera más confortable de estar en la vida. Mario me recuerda a mi abuelo paterno, que repetía por doquier aquello de que no hay mejor compañía que la de uno solo llevándose bien, porque él también aboga por el entendimiento con uno mismo. El mejor regalo es conocerle, acercarse a él, a su infinito despliegue para encajar las palabras y contar con inusitada sencillez los vericuetos más complejos del comportamiento humano.
Nació en Madrid a mediados de los 50. Su pasión eran los animales y su referencia Félix Rodríguez de la Fuente, así comienza contándomelo: "Quería estudiar el comportamiento de los animales y allá por los años 60, en la tele en blanco y negro, vi las imágenes de un terremoto en América Latina y escuché que alguien decía que los médicos hacían lo que podían para salvar las vidas de los damnificados. Entonces tomé la decisión de hacerme médico".
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No tenía ninguna tradición familiar en la Medicina (su padre era abogado) y empezó a prepararse para encarar su vocación: se fue de librería en librería buscando libros o tratados médicos que alumbraran su camino y encontró “La relación médico-paciente”, de Pedro Laín Entralgo, y descubrió los orígenes de la Medicina. Fluye de nuevo su conversación: “Me fui a la playa a leer y cuando llegué a la Grecia antigua de Epidauro, de Hipócrates, me di cuenta de que podían curar con las palabras, con la relación cercana con el enfermo. Aquello me sacudió. La comunicación en esencia en el mundo de la medicina. Luego en la facultad nadie hablaba de esto formalmente”.
Años más tarde, ya dedicado a la cirugía, algunos enfermos le animaban a incentivar la relación entre la mente y el cuerpo, más allá de los quirófanos. “Para mí -dice- era reconfortante hablar con mis enfermos pero nunca pensé que eso les marcara tanto. Una mujer me lo dijo y me impactó mucho”. “Un tiempo después, por azar, contacté con una escuela de negocios y me propusieron que les ayudara en temas de motivación de sus alumnos. Di una charla que tuvo mucha trascendencia y aquello fue creciendo hasta que desde hace unos 15 ó 16 años me di cuenta de que ya no podía sostener el ritmo de la cirugía y el estudio, la reflexión, los viajes, las charlas... Y dejé la cirugía”.
“Dentro de todo sí hay un pequeño no, y dentro de todo no hay un pequeño sí”, decía Emilio Lledó.
Un médico gallego, exponente de la medicina humanista de comienzos del siglo XX, Roberto Nóvoa Santos, no solo fue capaz de vivir su propio tiempo sino también de introducir un tiempo nuevo, el de buscar resolver la incógnita acerca de la unión del cuerpo y el alma. La realidad inteligente. Mario es también un buscador de repuestas a muchas preguntas que ha ido perpetrando en sus libros, que son como señales de tráfico que indican por dónde ir, por dónde encontrar rumbos, como los asistentes a su conferencia impartida en Itxapa (México) que situaban el norte en diversos puntos y supieron que el norte estaba en ellos mismos.
Para acompañar esta conversación y como ya es habitual voy convocando a compañeros de viaje: los hermanos Antoñanzas, Jaime y Javier, son socios fundadores de una de las mayores y mejores agencias de publicidad de España, Comunica +A y por encima de todo amigos de Mario. Me responden con suma amabilidad y afecto. Empiezo preguntando a Jaime: “Conocí a Mario hace muchos años, pasábamos el verano en el mismo sitio, y me ganó como amigo a los pocos días de charlar con él. Pero la vida, que a veces tiene sus curvas, me ha hecho descubrir al verdadero amigo Mario. El mejor mejor amigo. El Mario que aparece en los momentos de la verdad, el que te aconseja con serenidad, con el que cuentas para pedirle opinión ante una decisión importante o simplemente el que está ahí cuando tiene que estar.
Si tuviera que destacar una sola cosa, un “superpoder” de Mario, más allá de su bondad, de su humanidad o su honestidad, diría que después de muchos años, mantiene intacta su capacidad de sorprender. Y eso, para alguien que vive de la publicidad y la creatividad, no es fácil. En el verano pasado le llamé para pedirle algo que no era fácil pedir. “Mira Mario, te llamo para pedirte una cosa, de verdad, somos amigos, lo importante es que me contestes con sinceridad, sí o no. Me basta con eso.” Mario me contestó: “La respuesta es sí. ¿Cuál era la pregunta?Si tuviera que destacar una sola cosa, un “superpoder” de Mario, más allá de su bondad, de su humanidad o su honestidad, diría que después de muchos años, mantiene intacta su capacidad de sorprender”.
Javier, a la zaga: “El comodín de la llamada. En la Navidad de hace cinco o seis años, cayó en mis manos un libro maravilloso: Wisdom (sabiduría). Un conocido fotógrafo americano había editado un libro de retratos de actores, actrices, presentadores de televisión, periodistas famosos y celebrities ya retirados de los focos. Junto a cada uno de sus retratos, los famosos daban un sabio consejo a los jóvenes que empezaban a caminar profesionalmente. Desde entonces, con todo lo que aprendí en ese libro, me he vuelto un observador compulsivo del mundo de los consejos. El consejo que te dan sin pedirlo, el que no te atreves a dar, el que no quieres escuchar y el que necesitas como el comer en algún momento de tu vida. Mario, quizás el amigo más “sabio” que tengo, es el tipo perfecto al que llamar cuando la vida te pide utilizar el comodín de la llamada”.
El potencial humano
Ante mi pregunta de qué se necesita para desarrollar el potencial humano, su respuesta es inmediata: “En primer lugar tienes que querer a las personas. El ser humano es enormemente sensible al cariño. Todos en algún momento tenemos la sensación de no haber sido suficientemente queridos y eso se queda en nuestro inconsciente. Cuando quieres a las personas la relación que estableces es completamente distinta. La magia surge del encuentro de la relación, esto fue lo que descubrieron los médicos griegos. Si no quieres a las personas, si te son indiferentes, neutras, no emerge el potencial humano”. “
“En segundo lugar hay que creer en ellas más de lo que ellas creen en sí mismas. Esto es importantísimo. La mayor parte de las personas se quedan en la apariencia, en los resultados inmediatos y no reparan en el potencial; los que creen en otros tienen una capacidad de impactar a nivel muy profundo, suprasensorial, que se escapa a los sentidos pero no a las lecturas del corazón. Una vez que crees tienes que valorar a esa persona. Existe una tendencia a calibrar a las personas en base a tres elementos: poder, fama y fortuna; pero hay que tender a valorarles por quiénes son, no por lo que tienen.
“En tercer lugar, hay que inspirar a la persona, entusiasmarla, hacerla vivir la posibilidad de algo
La memoria
La memoria nos enseña lo que fue pasando, o como decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano, cuando las cosas vuelven a pasar por el corazón. O por la cabeza. Le hablo de la importancia de la memoria, le pido que me dé su opinión al respecto: “La inteligencia no puede funcionar sin la memoria. La memoria no es simplemente una acumulación de datos, de experiencias; informa a la inteligencia para que esta tome buenas decisiones, mire con alcance, sea capaz de ver las consecuencias de hacer algo o dejar de hacerlo. Para que mire con anchura y entienda bien los contextos en los que opera y mire con profundidad, no se quede en lo superficial. Lo importante es que la memoria informe, no que determine. Tiene que ser una base de datos abiertos a nuevas exploraciones que de alguna manera alteren, cambien o mejoren los registros de la inteligencia. Si la memoria es fija, el pasado se cuela en nuestro presente y ocupa nuestro futuro. Heidegger decía: “El pasado ya tuvo su fue”, no le demos por tanto el será”. La memoria es muy valiosa cuando es flexible, si es rígida será un problema.
Escribió Manuel Rivas que “los recuerdos van hacia adelante a la manera del remero que se desplaza de espaldas para ver mejor”, para no perder de vista el punto de partida.
Hablando de recordar llamo a una amiga común, la psicóloga clínica Inma Puig, que se presta a recordar una hermosa anécdota de Mario: “Tuve la suerte de conocer a Mario Alonso Puig a través de amigos comunes y el placer de compartir con él jornadas de formación en diferentes empresas.
Mario Alonso, con su calidad humana, tiene la capacidad de acercar la ciencia a la vida cotidiana, siempre desde la sensibilidad. Consigue convertir lo que parece incomprensible y difícil en asequible y posible.Mario Alonso, con su calidad humana, tiene la capacidad de acercar la ciencia a la vida cotidiana, siempre desde la sensibilidad.
La última ocasión en la que compartimos “cartel” en una sesión de formación fue en la 4ª edición de Expobienestar Canarias en Las Palmas de Gran Canaria, en diciembre del año pasado
Durante la comida con la que amablemente nos obsequió la organización del evento, en un restaurante de Las Palmas, ocurrió un hecho que plasma cómo es Mario Alonso allá donde va: en el momento de servir el vino, nos ofrecían un excelente vino de una región vinícola de la península. Mario preguntó si sería posible que nos sirvieran un vino canario. La demanda fue acogida con gran satisfacción por parte de la sumiller y de los comensales y a continuación nos sirvió un tinto, “La Higuera Mayor Vendimia” de la D.O. de origen Gran Canaria, de la bodega La Higuera Mayor de Luis Norberto López de Telde, elaborado con las variedades listán negro, tintilla, negramoll y castellana.
Antes de que la curiosidad de Mario nos aproximara, vino mediante, al lugar en el que estábamos, la conversación entre los comensales, estaba centrada en nuestras respectivas actividades profesionales.
A partir de acompañar la comida con vino local, la conversación viró hacia las distintas variedades de uva de la zona, las diferentes maneras de elaboración del vino y de las personas que lo hacían en las diferentes islas que conforman el archipiélago canario
Tengo que decirte, Manolo, que como experiencia fue un momento delicioso y estoy segura que los que estaban allí presentes lo recordarán como lo estoy recordando ahora.
Este es el Mario Alonso Puig que yo conozco, curioso, estudioso, sensible y humano. Todo el mundo debería tener un Mario Alonso Puig en su vida”.
“Yo soy esa nostalgia que poblará tu frente” (Félix Grande).
El cociente intelectual
En numerosas ocasiones le he oído hablar al doctor Alonso Puig sobre el cociente intelectual, algo que siempre me llamó mucho la atención. Y le pregunto el porqué de cociente y no coeficiente: “Realmente la forma correcta de decirlo es así -me explica-, coeficiente intelectual es una forma incorrecta, lo que pasa es que se ha incorporado al hábito de la denominación. Es cociente intelectual porque es el fruto de una división, lo que es la edad mental y la edad biológica, es decir, cuando una persona tiene 100 de cociente intelectual quiere decir que su edad mental y su desarrollo biológico y fisiológico se corresponden y se considera una persona inteligente para su edad
Yo lo explico así: la inteligencia es como una ventana enorme y las emociones son una persiana
Caminos para la felicidad
Hay quien sostiene que la felicidad es el camino, no el destino, y siguiendo esta estela le pregunto a Mario si hay caminos para alcanzar la felicidad: “Hay que distinguir muy bien entre bienestar subjetivo y felicidad -me responde-. Lo primero nos atañe desde un punto de vista sensorial: si un invierno estoy en pleno frío pero resguardado en una casa caliente me siento confortable, mientras quien esté en plena calle se estará congelando. El bienestar subjetivo colma nuestros sentidos físicos, la felicidad es algo radicalmente distinto, es lo que colma el corazón y lo que produce es una sensación de unión, cuando uno se siente unido a sí mismo, unido a los demás, a la naturaleza emerge ese encuentro. La felicidad: ¿cómo se trabaja? Es una elección diaria. Puedo elegir muchas cosas: ofrecer mi mejor o peor versión. Ser cariñoso o antipático, generoso o ruin, amable o no. Y esto afecta a los demás. Cuando yo elijo aquello que genera espacios de encuentro que favorecen que los demás salgan adelante de manera natural surge la felicidad”.
Hablamos del tiempo que nos está tocando vivir, de cuáles pueden ser sus enseñanzas y su consecuencias: “Un científico ruso, Premio Nobel de Química, Ilya Prigogine estudió mucho las estructuras disipativas, es decir, que cuando llegan disrupciones muy profundas como la que ahora estamos viviendo pueden suceder dos cosas: o el sistema se destruye o evoluciona favorablemente a un nivel superior de sofisticación”.
“Una situación como ésta que afecta a la salud, a lo social, a lo económico, a las relaciones humanas, puede conducir o a una situación de enfrentamiento, de división, a un sufrimiento enorme o puede llevar a la reinvención. Para llegar a esto, ¿qué deberíamos hacer? En mi opinión, dos cosas: buscar la oportunidad en medio de la incertidumbre y el encuentro por encima del desencuentro. Tenemos que ser capaces de aparcar ideologías de cualquier tipo y buscar lo que a los seres humanos nos une que son también dos cosas: el deseo de sufrir menos y el de ser más felices. O accedemos a ese nivel de consciencia o nos generaremos unos a otros más sufrimiento que el propio virus. Si no somos capaces de aprender de estas situaciones, y darnos cuenta que en los momentos de alta presión y de dificultad puede salir lo mejor o lo peor del ser humano, nos volverán a ocurrir cosas más duras. No aprendimos de la crisis anterior, la del 2008 y mira lo que ha venido ahora, esto no son casualidades. Tenemos que estar preparados y en la unión está la solución, pero no una unión en la que yo digo que quiero unirme contigo y luego hago todo lo contrario, sino una unión real donde seamos conscientes de que esto o lo solucionamos entre todos o tiene difícil solución”.
Dice el escritor Gustavo Martín Garzo que “estar vivo es estar incompleto... y que en estar construyéndonos está lo propio de la condición humana”.
Lo principal y lo accesorio
Por ahí prosigue nuestra afable charla, por saber distinguir lo necesario de lo que no lo es, lo arterial de lo secundario y dice Mario: “Nos hemos dado cuenta de hasta qué punto las relaciones humanas tienen un papel descomunal en nuestra vida. Durante mucho tiempo las hemos dado por hecho como el que tiene salud y por ello cree que le pertenece, hasta que no nos hemos podido abrazar, encontrar con los seres queridos, entonces nos hemos dado cuenta de verdad de cuanto nos necesitamos los unos a los otros”.
Le interrumpo para preguntar, o mejor dicho para repreguntar cómo puede uno reinventarse: “La reinvención del ser humano pasa por ser conscientes de que podemos elegir vivir de otra manera, si no somos conscientes de ello, no puede haber reinvención”.
“Hay que tomar responsabilidad, uno tiene que decidir que hay que empezar a dar pasos sin esperar que nadie los dé por ti”.
“Seguir la motivación propia sabiendo que vas a poder descubrir un nuevo mundo de posibilidades”.
“Tienes que tener confianza de que aunque no puedas hacerlo todo de repente, o en un breve período de tiempo, si le pones ese nivel de consciencia, de responsabilidad, de motivación en el día a día, al cabo de unos meses habrás conseguido algo que previamente podía parecerte imposible. Yo creo que esos son los elementos clave”.
Solideo
El vino que hoy nos acompaña viene de la Ribera del Duero, de la bodega Dehesa de los Canónigos, le cuento a Mario la historia de este lugar que escucha con entusiasmada atención, no voy a repetirla porque ya la he contado aquí mismo en diciembre del pasado año. Llamo a Iván Sanz, director gerente de la bodega para que nos hable del vino:
“Solideo es nuestro vino excepcional. Procede de viñedos de 80 años de antigüedad ubicados en suelo de cascajo, en sistema tradicional de plantación de muy bajo rendimiento. Viñedos que tratamos con mucho mimo, como lo hizo nuestro padre, Luis Sanz, desde sus inicios. Belén, mi hermana, la enóloga y yo rescatamos este gran vino con motivo del 25 aniversario de la bodega y solo lo producimos en añadas excepcionales. 85% Tempranillo, 12% Cabernet Sauvignon, 3% Albillo. 20 meses de crianza en roble francés y 4 en roble americano. En sus diferentes añadas ha logrado grandes reconocimientos internacionales”.
Solideo se derrama como música líquida en nuestras copas, envuelve en seda su corpulencia, es aromático, goloso, como lo son las frutas negras. Bebemos y brindamos porque sean bienvenidos los días del futuro.
La conversación se sustancia en Coque, el restaurante de la coreografía elegante que lideran los hermanos Sandoval. Aparece Mario, el chef, y le pido que me hable de nuestro amigo en común: “Mario Alonso Puig es la serenidad, la calma, la generosidad. Es una persona muy especial. Hace que siempre estés a gusto y estando en su compañía quieres que nunca se termine la conversación. Hace sencillo lo difícil. Es brillante. Y siempre está dispuesto para ayudar a los demás. Es una mente maravillosa”.
Nos despedimos y me voy pensando que la fuerza de Mario habita en su lenguaje, en la cauterización terapéutica de sus palabras que él acerca hasta el alma. Su vida está hecha de palabras pero nuestra vida también. Aunque no lo sepamos. Palabra de vino.